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OPINIÓN - SÁBADO, 19 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / PLUMA DE SECANO

Niños Ucranianos de acogida
 


Manuel Corral
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Tengo la suerte tan de espaldas, que ni la lotería de la Cruz Roja me guiña su ojo afortunado ¿cuál es por cierto?, menos aún la rifa benéfica que se dio la otra noche en el restaurante CN-Caballa de la mano de ACEMEN, en que me toca no me toca, como deshojando la margarita y nada aun jugando la tira de numeritos color verde esperanza, cual vestido de la bella que me los vendió. Y tan contento.

Acodados en la esquina de la barra, entre la charleta jarreada de vino y cerveza y platos de gustoso paladar, mi acompañante se pirraba porque le tocara el jamón apostando al 169 y sucesivos; yo, algo menos carnívoro y con menos “papeletas” que billetes muestra uno de los incontables-sufridos-desesperados colistas del INEM, apostaba por el libraco ese de la Historia de Ceuta para llenarme no de pringoso taco alimentario, sino para documentarme mejor sobre esta excelsa tierra. Que la cultura también alimenta. Digo. Que a veces me ceno ligerito con literatura y despierto al alba con el libro a modo de gorro con borla de dormilón; pero con las letras esparcidas por entre las arrugas de la sábana, con lo que eso jode. Recogerlas, aclaro.

No me importaba el número de comensales que llenaba el comedor, tampoco lo que costó el cubierto; lo que si sé es lo que yo aboné en caja tras saciar la andorga e irme contento del citado restaurante una vez más.

Creo que lo allí recaudado entre cena y rifa va para dar vida temporal mejor a los niños ucranianos que adoptan familias ceutíes, las mismas que ansían su llegada a tierras caballas. Observé, porque me chifla explayar la vista en derredor, que la concurrencia era femenina predominantemente ¡Rebién!, dándose allí gente de todo tipo y condición, algún que otro conocido y bastante funcionario de la Ciudad.

Muchos y variados regalos fueron donados por comerciantes y particulares para realce de la causa, algunos digamos un pelín fuera de lugar y faltos de imaginación pero lo importante era aportar cualquier cosilla para atraer a la masa contributiva y eso se consiguió con creces, quiero suponer. Algún extraño donó unos eurillos y parte de su corazón, que bien mirado puede que valga más que el dinerito, poderoso caballero.

Del resto de obsequios donados me hubiera quedado, ya olvidado el libro de marras, con una cesta de alimentos artesanos que donó mi amigo Elías Naranjo, de la gasolinera Shell, con quien algún que otro café he tomado y conversado largamente y con deleite de este tema que ahora vivo en presente y al que entonces no había mostrado interés, lo confieso, y pido perdón por ello, ignorante de uno (mando un beso desde aquí para las mujeres “gasofas” Emilia y Begoña, que tanto le han tenido que aguantar a este cascarrabias de escribidor).

Pero me quedo con todo lo bueno que viví y sin esperarlo pues llegué allí al Caballa por sorpresa (¿al destino se le llama sorpresa ahora?) quedando sorprendido, valga la redundancia, por tamaña magnitud de calor humano, de alegría, de buenas caras, de expectación respetuosa ante la verborrea y locuacidad innata o ensayada, que mas da, de cualquiera de las jefas del cotarro, de la benéfica causa. Protagonistas, a falta todavía de los niños del Este, de esa velada mágica que lo fue sin duda.

Damas enardecidas por el momento, excitadas de protagonismo, fuerza y corazón. Casí ná. Quienes elevan frases sentidas, palabras emotivas, razones vitales que hacen mudar al gentío, que producen que las copas dejen de tintinear sobre la mesa que sí acusa una vibración no sísmica, alguna bella se atraganta y no de líquido precisamente. Porque tras de esa exposición, con ese verbo engalanado ganan por igual la razón y la ilusión. Bonita causa. Bendita humanidad.

Vaya trío de Mujeres, menuda oratoria tan brillante la suya con esa fuerza natural que contagia y arrolla y que cala como cuchillo en melón de piel de sapo entre estas buenas gentes, pueblo llano donde los haya. Ceutíes de pro.

Que ni los “flashes” de las cámaras de los reporteros gráficos les cegaron a las damiselas, volcadas en su lucha de sentimientos sin cuartel como heroínas entregadas a la victoria cuasi al modo de Agustina de Aragón. Bravo por sus “arbaidas”. Hay un antes, éste y un después, que será el próximo 20 de diciembre, día mágico -que anula en parte el de la cita posterior, la lotería de Navidad del día 22-, en que buena parte del pueblo se congregará a la arribada de la chiquillería ucraniana en lugar tal que, es de esperar tengamos en gracia a nuestra guapísima Bel y que no aplique el bando de molestias ruidosas y vocingleras, se pueda dar así la mejor de las bienvenidas ruidosas por el acompasar frenético de cuantos corazones aquí se den cita.

Porque esta cita a la vuelta de la esquina es como el galopar de cascos de mil y un caballos percherones, idéntico al ritmo de estos latidos ceutíes. Bien digo. Que para sí lo quisieran en la popular “tamborrada” turolense de Calanda. Que ya es tronar.
 

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