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					Toda entidad de carácter social tiene su secretario, que 
					suele ser denominado Secretario General, escogido por el 
					presidente elegido (en entidades de tipo presidencialista) o 
					por los socios (en listas cerradas) y que se encarga del 
					funcionamiento administrativo y activo de la entidad. 
					 
					Es el principal líder, después del presidente, pero que 
					acumula casi toda la responsabilidad de la entidad bajo su 
					brazo descargando, por tanto, al presidente de las arduas 
					tareas administrativas que conllevan dirigir una asociación. 
					Suele ser un tipo hábil, inteligente, buen estratega en 
					materia de documentos y en otras materias. 
					 
					En la Casa de Ceuta tenemos a un Secretario General más que 
					dispuesto a hacer todas las cosas, si son necesarias más. 
					 
					Es nuestro entrañable y querido Julio Carmona Mejías, 
					miembro fundador de la entidad y siempre al pie de cañón 
					desde 1966. 
					 
					Julio Carmona Mejías, es un hombre que suele tener una 
					estampa destacable, aunque él lo niegue, muy parecido a un 
					cortesano importante, con mando, de la corte de Luis XIV, 
					hijo de la española Ana de Austria, hija a su vez de nuestro 
					Felipe III (quien reinó en España y Portugal y con ello 
					sobre nuestra ciudad de Ceuta). Lo del hijo y nieto me 
					refiero al Rey Sol, no a Julio. 
					 
					Aunque comparar al presidente de la Casa, Rafael Corral 
					Guerrero, con Luis XIV me parece una bárbara exageración 
					improcedente. 
					 
					Dejémonos de divagaciones históricas y centrémonos en el 
					tema principal de ésta crónica que se inició en torno al 
					discurso que ha “soltado” el Secretario General de la Casa 
					de Ceuta en Barcelona durante los actos finales de las 
					celebraciones del XLV aniversario de la fundación de la 
					entidad representativa de los ceutíes “exiliados” en las 
					tierras del conde Guifrè el Vellós. 
					 
					Conociendo como conocemos a Julio Carmona Mejías, no nos ha 
					de extrañar que aflore esa parte simpática y cachonda que 
					suele amagar cada uno de sus gestos. Como una prueba de su 
					personalidad, ahí va el discurso que realizó durante la 
					presentación, en la Cena de Gala, del acto de la entrega de 
					las Caballas de Oro a las Casas de Ceuta repartidas por todo 
					el territorio español, a las autoridades y a socios 
					destacados. 
					 
					«BONA NIT, ONGI ETORRI, BOAS NOITE Y BUENAS NOCHES (como 
					veis, mi pronunciación es perfecta). 
					 
					No se preocupen, no he venido hacer un mitin político soy el 
					secretario de la Casa de Ceuta.  
					 
					Este año no he podido eludir estar en este estrado, pero es 
					el XLV aniversario de nuestra Fundación y para mi es un 
					honor. 
					 
					Durante estos años de secretario, he tenido un buen maestro, 
					tranquilo, serio, enjuto, nada dicharachero y en su papel, 
					pero he aprendido poco, creo que se debe a mi corta edad, 
					procuraré no imitarlo porque soy tan malo como él (es broma, 
					como decía nuestro inolvidable Cassen). 
					 
					No quiero extenderme mucho, aunque este año hay pocos 
					discursos. 
					 
					Quiero hacer un pequeño gran homenaje a este hombre que 
					lleva los distinos de la Casa actualmente, con todas las 
					Instituciones de Catalunya y por su saber estar. 
					 
					Amigo Rafa, mereces este homenaje, ya que estás siempre 
					atento a darlo a los demás, (que se lo merecen por su cariño 
					demostrado hacia nuestra tierra y casa), pero tu junta, 
					socios, amigos ausentes y los presentes, te damos este 
					fuerte aplauso, en tributo a tu lealtad. 
					 
					Ruego discuplmas, pues no es el lugar ni el momento, pero 
					son palabras salidas de mis sentimientos, asumo mi 
					responsabilidad, gracias” 
					 
					Estas palabras pronunciadas por el Secretario General de la 
					Casa de Ceuta en Barcelona, Julio Carmona Mejías, creo que 
					magnifican el carácter y el saber estar del mismo, sin 
					necesidad de que me extienda en panfletos de loa “pelotera” 
					y con el afán de poner en su sitio a un hombre poco dado a 
					destacar en público y demasiado esquivo para los fotógrafos. 
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