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                     Hace pocos días se suscitó una 
					conversación sobre Juan Vivas. Una de las muchas que tienen 
					como motivo al presidente de la Ciudad. Nada ilógico, sino 
					todo lo contrario.  
					 
					Sucedió que en cierto mentidero alguien dijo que Vivas 
					estaba dispuesto a seguir siendo presidente del PP –de 
					Ceuta- durante otros cuatro años. Y que daba muestras además 
					de querer continuar revalidando en las urnas su cargo como 
					primera autoridad de la tierra, llegado el momento. Momento 
					que todavía está distante. 
					 
					Del presidente se dijo que parecía rejuvenecido. Con 
					renovados bríos. Entusiasmado con la idea de que su partido 
					ganará las elecciones y a él le será posible contarles las 
					necesidades de Ceuta a sus compañeros instalados en 
					despachos ministeriales. Y es que Vivas ha confiado siempre 
					en su poder de seducción a la hora de convertirse en 
					peticionario.  
					 
					De Vivas se ha dicho siempre que ejerce muy bien de 
					conseguidor. Que resulta tarea muy difícil negarle lo que 
					pide porque su forma de hacerlo cautiva, en cierta medida, a 
					quien está capacitado para que el objeto de los deseos de 
					Vivas se cumplan. Y, sobre todo, lleva muchos años 
					convencido de que con su forma de actuar va ganando adeptos 
					entre lo más granado no sólo de los suyos sino también de 
					los políticos adversarios. Y cualquiera que tenga la menor 
					duda que vaya y le pregunte a José Fernández Chacón; 
					que se irá de esta tierra diciendo a voz en cuello que JV le 
					ha demostrado en todo momento una amistad que él nunca 
					olvidará. 
					 
					El poder de Vivas radica en que habla en voz baja, habla 
					despacio y no dice demasiado. Y, desde luego, en cuanto se 
					sienta ante un cargo destacado saca a relucir su cautela sin 
					que por ello tenga que parecer persona distante y fría. Ya 
					que es capaz de envolver su conversación con celofán 
					diletante del asunto tratado, a fin de que la otra parte no 
					se sienta nunca superada en conocimientos. 
					 
					Tampoco es muy dado Vivas a torcer el gesto durante las 
					conversaciones si enfrente hay una persona con poder 
					suficiente para no concederle exactamente lo que propone. En 
					esos momentos, es capaz de cambiar de táctica. Y lo hace 
					sacando a relucir su mano izquierda. Tan hábil como lo era 
					su pierna siniestra cuando lo alineaban de extremo zurdo. Y 
					no tiene el menor inconveniente en dar tres pasos hacia 
					atrás para, en apenas nada, avanzar dos metros en pos de sus 
					requerimientos.  
					 
					Vivas sabe que la marcha de Fernández Chacón será cubierta 
					con un hombre de la confianza de su partido en Madrid. Un 
					hombre del Gobierno. Un delegado del Gobierno que a lo mejor 
					no tiene los conocimientos de la tierra que le van a ser 
					necesarios para no llegar quemado ante de los cien días de 
					luna de miel que la sociedad otorga a los recién llegados. 
					Y, por tal motivo, su alegría es doble. 
					 
					Y me explico: Vivas, a medida que ha ido ganando elecciones, 
					por mayorías absolutas y teniendo además el afecto de 
					tantísimos ciudadanos, ha conseguido doble autoridad: la de 
					los votos y la otra. Ambas le han proporcionado una enorme 
					tranquilidad y ésta, a su vez, le hace sentirse político 
					importante.  
					 
					Y esa importancia le produce felicidad y entusiasmo. No me 
					extraña, pues, que así lo haya expresado en el mitin final 
					de la campaña electoral. Porque es consciente de que será 
					más poderoso a partir de diciembre. 
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