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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN

Alkaseltzer para todos

Por Pedro Schwartz*


Las emociones durante la noche electoral fueron casi insoportables. Por eso estoy recetando Alkaseltzer para todos. Es lo que tomábamos de jóvenes después de una noche de juerga, ya por haberlo pasado demasiado bien, ya por haber sufrido alguna gran decepción. Necesitábamos volver al estudio o al trabajo al día siguiente. Empecemos por la alegría que sentimos los votantes del PP porque Mariano Rajoy haya conseguido la mayoría absoluta en el Congreso. Con ese claro mandato del pueblo podrá tomar las medidas de profunda reforma que el país necesita. Espero que no se achique ante las manifestaciones de liberados sindicales, de trabajadores blindados por el Estatuto, de pensionistas olvidados del ahorro individual, de personas mayores muy pildoreras que aborrecen el copago, de profesores encantados con la Logse, de indignados escondidos en la jaima de la democracia directa. Como vimos en su primer discurso presidencial, mantiene su estilo tranquilo y libre de estridencias. Me atrevo a recordarle, sin embargo, el dicho latino: suaviter in modo, fortiter in re.

Tan grande como nuestro contento ha debido de ser la decepción de los partidarios del PSOE. La derrota ha sido la mayor de la historia de ese partido, incluso más grande que la sufrida por Almunia frente a Aznar. La debacle se aproxima a la de UCD a punto de disolverse en 1982. El peor detalle de todos es el de la falta de elegancia mostrada hacia Zapatero por sus compañeros. No sé si el ex vicepresidente Rubalcaba, la ex ministra Chacón y el casi ex presidente Patxi López se empeñarán en postularse para el puesto de secretario general. Al menos se ha aclarado el panorama con la retirada de Pepiño, al que ya podemos llamar cariñosamente por su mote, pues pronto dejará de reclamar el respeto debido a un ministro con su magnífica ejecutoria. Todo ello huele a muerto. Como mínimo, el vehículo socialista necesita una reparación a fondo, en lo que toca a toda España, pero sobre todo en Cataluña por el pinchazo del Tripartito y en Andalucía por haber echado ERE en vez de gasóleo en el depósito del tractor.

Ahora es necesaria la reflexión sobre las tareas que le esperan al nuevo Gobierno Popular. Primero tendrá Rajoy que resignarse a un interregno que parecerá larguísimo, dadas las circunstancias. Rajoy tendrá que acabar el año 2011 gobernando con la retórica de las promesas en vez de con la tijera de los recortes. Muy convincente habrá de estar para que los mercados crean que España vuelve a ser un país fiable y encaminado hacia la prosperidad.

Esas tareas han de dividirse, como me decía ayer mi amigo Manolo Lagares, en las urgentes y las de fondo. Urgentes son el gasto público, la reforma laboral y la reparación del sistema financiero. Importantes, la energía, la educación, la justicia, que habrán de quedar para otro día.

La opinión tiene fijos los ojos en el despilfarro de las Administraciones Públicas, en especial de las Autonomías y los Ayuntamientos. La revisión de ese gasto es urgente pero antes está la necesidad de atender a las deudas que las administraciones locales tienen con sus proveedores, muchos de los cuales están con el agua al cuello o ya hundidos. ¿De qué manera hacerlo sin que aumente la deuda del Estado? La promesa de Rajoy de permitir que esos acreedores descuenten lo que les debe Hacienda de lo que Hacienda les reclama no resuelve el fondo del asunto. Tendrá Rajoy que exigir que al menos las Comunidades y los Consistorios gobernados por el PP recorten sus gastos corrientes y de personal como lo ha hecho la presidenta Cospedal en Castilla-La Mancha.

La carga más inmediata, tanto humana como financiera, es la del paro. Si una gran parte de los parados se pusiera a trabajar el panorama sería muy distinto. Para conseguirlo, no hay que pensar en parches y regalos, al estilo de esos 3.000 euros prometidos a los autónomos que contraten su primer empleo fijo. Esos casi cinco millones de parados podría reducirse a la mitad con una verdadera reforma laboral: no debe haber más que un contrato de trabajo con 15 días de indemnización, al estilo de Portugal. Si esa reforma viniese acompañada de la reducción de las cotizaciones a la Seguridad Social para todas las empresas y otra reducción del impuesto de sociedades al estilo irlandés, esa injusta lacra comenzaría a corregirse.

Sí, ya sé, no estamos para más gasto y menos ingresos fiscales. Sería necesario, pues, que se suprimieran todas las exenciones, beneficios fiscales y subvenciones que distorsionan nuestro sistema impositivo. También deberían desaparecer del todo las subvenciones públicas a los sindicatos y la CEOE, incluida la pesada carga que las empresas y la Administración soportan con el abuso de los liberados. Sostengo, sin embargo, que no basta con recortar y reequilibrar: los intereses y el principal de la deuda se pagan con el crecimiento; y el crecimiento pasa por la vuelta al empleo de todos esos parados, sobre todo los jóvenes. ¿No ha dicho Rajoy en campaña que lo principal es el empleo?

* Economista y Profesor de la Universidad San Pablo CEU
 

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