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OPINIÓN - SÁBADO, 26 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / PLUMA DE SECANO

El amigo “alemán”
 


Manuel Corral
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Aparcado el carro en un altozano soleado, el pasado martes pateé el campo con la sola compañía de una vara de eucalipto a modo de escopeta, por si de entre la accidentada geografía del paraje del monte de “la tortuga” me salía a tiro una pieza de caza. Las ganas. Que ésta es tierra repleta de barrancos profundos, un vergel de verde matorral, tan denso como un caldero lleno de gachas (que era comida energética de pastores o pobres, de gente humilde que sacíaba así su hambruna en la postguerra civil, alimento también llamado “puches” en la meseta castellana).

Por no ver ni una sola seta ví, que no aplasté y aun menos degusté, ni un jabato despistado trotar por la braña, sí en cambio algunos pajarillos cantores -jilgueros y verderoncillos me pareció-, además de una bandada de pavanas ruidosas que alegraron mi vista y mi oído; un gazapo acaso sentí zapateando bajo la espesa zarzamora, y claro el corazón salió diparado de la caja, no así mis disciplinados brazos que se quedaron tensos como petrificados en posición de prevenga. Esos instintos cinegéticos..

Sorteando desniveles y arbustos por doquier, que hoy tocaba cosa campera, llenarse uno los pulmones de sano oxigeno, que bien, casi perdido entre la espesura aceleré el paso por las cuestas en busca de cobertura para mi móvil, y justo al coronar un pequeño mirador.. “bic - bic”. Vaya, si antes lo menciono.

“¿Sí, dígame?” Y escucho como al otro lado del mundo, en la cochinchina, una voz conocida…

“¿Cómo, Jacintooooo, hail viejo amigo pero qué es de tu vida?”

“Va, que no es poco. Oye, te llamo porque estoy en casa de Mariano y queremos saber si vas a venir pronto para corrernos una juerga que te cagas. Te hace?”

“Por supuesto campeón, contad conmigo para dar estopa a los madriles, ah y recuerdos al bueno de marianín..” ¡Vaya, se me acabó el descanso, la vida plácida!.

Mi amigo Jacinto es un azudense que fue vendedor por cuenta ajena de un sinfín de artículos y representante de productos de lencería de primeras firmas (jo que artista); despúes y cual viajero nómada incansable al volante de su duro Mercedes, ha conocido medio mundo y parte del otro, pero siempre lleva lo español a capa y espada, casi casi como el otro digno abanderado de esta piel de toro, nuestro Rey.

Ya digo que a mi Jacinto la suerte le vino al encuentro, quizá porque es culo inquieto que no para en silla ajena, y tras laborar en fábricas del llamado puerto seco de la alcarreña localidad de Azuqueca de Henares, no contento con su destino optó por echarle bemoles a la cosa y con cuatro pesetas de las de entonces además de con el apoyo sincero pero doloso de la familia y de los amigos, que veían al otro marchar, cruzó hace una década larga las fronteras de la baja Europa y echo raíces en Alemania, convertido hoy día en industrial con cierto éxito y mayor fortuna, ésta de la mano de su encantadora y guapísima mujer, Berta de nombre, donde además del nido tiene un pequeño negociete que les da para vivir morrocotudamente. A Dios gracias.

De Jacinto qué puedo decir, que no pocas veces en nuestra adolescencia irrepetible por buena y sana pretendía tirar de este corazón también caliente y viajero, mas no lo logró no por impedimento del amigo sino porque la madre de uno (Amparo, que en el cielo está), era además de la mejor de las madres, sensata y protegía su camada encarándose con el otro: “Mira nene tú haz con tu vida lo que te venga en gana pero a mi niño ni me lo toques, y deja de meterle pajaritos en la cabeza”. Cuestión zanjada.

Retomando el hilo de lo anterior, antes de continuar acelerándome con preguntas apasionadas al oir la voz amiga, en la antesala de la despedida me espeta: “Te espero en la plaza mayor el día de la Inmaculada, ya sabes, ven pronto y cuídate de las moras jeje..”

Él acaba de regresar desde Berlín a visitar a su familia española y como es corajudo, casi siempre se sale con la suya, se ha dejado allá la mujer para poder hacer a su antojo (y el mio ahora) cuanto le venga en gana, así sea por unos pocos días en que quiere seducir a las chulapas en los castizos locales del centro, para quizás terminar en Malasaña. Siempre y cuando los de la Cruz Blanca tiren de la reserva de líquido espumeante, porque conociendo al “alemán” es muy posible que allí se de el último “Oktoberfest”, o lo que es lo mismo, la fiesta que en tierras teutonas se hace a lo grande con su bebida por antonomasia: la cerveza.

Que es mucho, conociéndole a mi amigo, lo que puede trasegar en el buche. Tiembla Madrid. Que cierren el cauce del Manzanares, que ya corre rebosante de agua.

No si al final trasladaremos esta fiesta cervecera de la mano de la amistad y el alborozo latino a tierras de Cascorro, suelo patrio, por mucho que demos vivas al inventor del Mercedes, del Audi, del Volskwagen Golf y del BMW. Pueblo grande el alemán, de cuyas cenizas renacieron tiempo ha.

Pueblo más grande aún el español, de cuyo recientísimo y caliente pasado vamos a salir, por cojones, enganchados en el trabajo bien hecho, a rueda del esfuerzo común, a fuer de la solidaridad entre hermanos. A la mierda la salchicha. Y la Merkel, si no le gana Rajoy el corazón a la germana.
 

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