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                     Parece que fue ayer, un día 
					lluvioso, en el que la mayor parte de los españoles iba a 
					votar, casi sin saber qué. Esta es la realidad. Hubo mucha 
					publicidad en todos los medios, especialmente en la que era 
					la primera y única televisión que teníamos entonces, TVE. 
					 
					Y al final, como no podía ser de otra forma, la Constitución 
					se aprobó en referéndum y días más tarde fue sancionada por 
					S. M. El Rey de España. 
					 
					Desde entonces, han pasado 33 años, con lo que la 
					Constitución de 1978, ya hace años que ha dejado de ser “una 
					jovencita”, para entrar en su edad de madurez. 
					 
					Una madurez que la mantiene casi intacta, y digo “casi”, 
					porque salvo un pequeño retoque de hace unos meses, todo lo 
					demás ha seguido igual. 
					 
					Esto nos demuestra algo, esto nos demuestra que, en su día, 
					se hizo una buena Constitución, gracias a la ingeniería 
					“apartidista” de todos los que intervinieron en su 
					elaboración, más preocupados del bienestar y la unión 
					territorial que de las chapuzas a las que ahora nos tienen 
					acostumbrados los partidos. 
					 
					No me cabe la menor duda, todos los que intervinieron en la 
					elaboración de la Constitución eran, de verdad, políticos y 
					no profesionales del sueldo que da la política, a más de un 
					desalmado y oportunista. 
					 
					Y la prueba más fuerte de lo que acabo de decir es que, sin 
					demasiados problemas, se llegaron a entender, a la 
					perfección, nacionalistas, ucedistas, socialistas y 
					comunistas, para concluir, en un tiempo record, una obra que 
					sigue teniendo vigor muchos años después. 
					 
					Ahora, 33 años después, especialmente, cuando los 
					enfrentamientos partidistas llegan a dar auténtica 
					vergüenza, en muchas de sus actuaciones, lo único que sigue 
					siendo intocable es la Constitución. 
					 
					Es posible que, a partir de ahora, por necesidades 
					programáticas del futuro, haya que tocar o retocar algún 
					aspecto de la Constitución, pero lo que no creo que vaya a 
					suceder es que nadie intente descuartizarla, mirando por sus 
					únicos intereses. 
					 
					Hoy por hoy, todavía, los intereses que defiende la 
					Constitución son los intereses de todos los españoles, por 
					igual y de muy poco les sirve, o les va a servir a quienes 
					buscan recovecos secretos en ella para romper el esqueleto 
					de nuestra Carta Magna. 
					 
					No me extraña, pues, que personas de la categoría política 
					de Esperanza Aguirre, ahora, en vísperas del aniversario del 
					referéndum de la Constitución diga que:” La constitución 
					debe servir de modelo y acicate contra la crisis”. En buen 
					momento ha pronunciado estas palabras, cuando la situación 
					económica y social podría buscar hacer trizas una 
					Constitución que, incluso, en momentos difíciles, como 
					éstos, es la garante de nuestra propia personalidad. 
					 
					La Constitución dejó atrás ciertos caprichos o prebendas de 
					unos frente al “látigo” que azotaba a otros y “España es 
					hoy, más que nunca una idea de libertad y de prosperidad”, a 
					pesar de estar la economía como está. 
					 
					Todo esto se puede decir hoy así, porque el logro con el que 
					los españoles, todos los españoles, consiguieron sacar 
					adelante la Constitución fue, verdaderamente, modélico. 
					 
					El día 6 de diciembre, en ese homenaje de todos a la 
					Constitución, bueno sería que el homenaje se hiciera, 
					conjuntamente, a todos aquellos que fueron el alma de la 
					Carta Magna. Desde aquí, y con sinceridad, nuestro homenaje 
					verdadero a los “padres de la Constitución” de 1978. 
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