| 
                     
					 
					Cumpliendo todos los pronósticos, Mariano Rajoy ha ganado a 
					la tercera las elecciones generales y se convertirá en el 
					próximo presidente de España. Atrás quedan sus dos intentos 
					fallidos de llegar a la Moncloa y el cuestionamiento de su 
					liderazgo en el Partido Popular. Han sido ocho años de 
					travesía por el desierto, asediado por quienes criticaban su 
					falta de carisma y le comparaban con las mejores 
					valoraciones del presidente Rodríguez Zapatero primero, y de 
					Rubalcaba después. 
					 
					Hoy no sólo se ha convertido en el político mejor valorado, 
					sino que ha ganado las elecciones. Y lo ha hecho sin cambiar 
					la imagen ni el discurso que se le ha criticado en estos 
					años. El Rajoy candidato ha permanecido alérgico a los 
					asesores de imagen y ha mantenido un discurso sin 
					estridencias y bastante repetitivo. 
					 
					Pero detrás de su aparente pasividad hay una estrategia de 
					comunicación muy pensada y eficazmente desarrollada por su 
					equipo, a pesar de las críticas que le suponía por parte de 
					muchos periodistas que hoy escriben sobre su éxito. 
					 
					Esa estrategia ha consistido en descubrir que, tras ocho 
					años de un Gobierno que ha muerto víctima del éxito de su 
					propia comunicación, los españoles tienen hambre de 
					realidad, aunque sea dura. Por eso, cotizan al alza los 
					líderes poco carismáticos, quizá aburridos pero previsibles. 
					Aprovechar esta evolución ha sido la clave de la 
					comunicación de Mariano Rajoy, que ha sabido hacer de su 
					figura poco mediática una virtud. 
					 
					Gracias a una adecuada investigación sociológica, Mariano 
					Rajoy ha partido de la base de que la gran mayoría de 
					ciudadanos están alejados de la política, sí, pero de la 
					política ideológica. La mayoría de las personas sí aprecia 
					la política como una actividad que aporte soluciones a sus 
					problemas concretos. La crisis ha hecho que en estas 
					elecciones han pesado menos los titulares que nuestro 
					entorno cercano. 
					 
					Teniendo en cuenta este contexto social, la estrategia de 
					Mariano Rajoy no ha sido contentar las demandas de los 
					medios de comunicación, sino dirigirse directamente a la 
					gente. Como explica Frank Luntz, lo importante no es tanto 
					lo que uno diga, sino lo que la gente entiende. Por eso, 
					Rajoy ha optado por dirigirse a la opinión pública en vez de 
					a la opinión publicada. No significa que haya puenteado a 
					los medios de comunicación, sino que los ha entendido como 
					lo que son: medios y no fines. Por eso muchas veces su 
					comunicación ha sido recibida con críticas razonables de los 
					profesionales del periodismo, que desconocían el propósito 
					último de esta estrategia. 
					 
					Está claro que esta estrategia de comunicación le ha llevado 
					a ganar las elecciones con claridad. Pero ¿se puede mantener 
					siendo ya presidente? 
					 
					La respuesta la estamos viendo ya. Mariano Rajoy no sólo ha 
					mantenido su política de austeridad informativa, sino que ha 
					dado un paso más, como candidato electo, hasta llegar al 
					silencio. Desde la noche electoral, Rajoy no ha hecho una 
					sola declaración a los medios y ha preferido encerrarse en 
					su despacho a diseñar el nuevo Gobierno. 
					 
					Nuevamente, detrás de ese silencio hay una estrategia de 
					comunicación muy definida. En primer lugar, Rajoy tiene que 
					dejar claro que mientras no sea presidente él no puede tomar 
					las decisiones que muchos le reclaman. En segundo lugar, 
					Rajoy quiere desmarcarse del Gobierno anterior, que apostó 
					por la primacía de la comunicación sobre la gestión. Su 
					silencio es el mensaje más elocuente sobre su forma de 
					entender el Gobierno como gestión política y económica. 
					Estos días de trabajo fuera de los focos también le sirven 
					para marcar las distancias con un Gobierno al que acusó de 
					improvisar y de actuar de cara a la galería. 
					 
					Otra consecuencia de su silencio es que atribuye mayor valor 
					a sus hechos y obliga a los medios a tener que 
					interpretarlos. El primero fue significativo: poner en manos 
					de Soraya Sáenz de Santamaría la transición. Un gesto que 
					visualiza la prontitud de coger las riendas del Gobierno, 
					pero manteniendo los ritmos que marca la legislación. La 
					segunda y última acción conocida hasta ahora de Mariano 
					Rajoy ha sido recibir a algunos de los principales 
					banqueros. En plena crisis del euro ha supuesto un mensaje 
					nítido de consenso y firmeza de la postura que defenderá 
					España en la próxima cumbre europea del 8 de diciembre. 
					 
					Evidentemente, el silencio del candidato electo se acabará 
					rompiendo, pero lo hará cuando y como Mariano Rajoy lo vea 
					más conveniente. Esto contribuirá además a reforzar su 
					imagen de independencia y su liderazgo en la tarea de 
					gobierno. Una vez elegido por las Cortes, Rajoy tiene el 
					desafío de mantener su comunicación directa con la opinión 
					pública mientras atiende las imprescindibles necesidades 
					informativas de un Gobierno. 
					 
					Habrá que estar atentos para comprobar si Mariano Rajoy 
					consigue convertirse en un presidente poco mediático pero 
					bien valorado. La realidad, que ha sido su gran aliada como 
					candidato, será su gran desafío como presidente. 
					 
					*Álvaro Matud es director del Máster de Comunicación 
					Institucional y Política de la Universidad Carlos III de 
					Madrid. 
   |