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                     Xauen, o Chefchauen como también 
					se dice, histórica capital del Rif occidental en la región 
					de Gomara cuya fundación “andalusí” se remonta a 1471, 
					aparece como siempre pulcra y discreta, protegida por los 
					riscos del yebel Megu y el yebel Tissuka (“Los cuernos” en 
					bereber), acostada en una ladera a unos 700 metros de altura 
					sobre el nivel del mar. Con un marcado clima continental 
					pese a su cercanía al Mediterráneo, nos recibía ayer con un 
					templado sol y una brisa fresca y seca, pues éste invierno 
					no se caracteriza precisamente por la lluvia y el frío. 
					Desde la terraza del confortable hostal “Guernica”, 
					enclavado en el corazón de la medina, el Megu (Meggou para 
					los francófonos) y el Tisuka se perfilan aun libres de su 
					manto níveo, tradicional a estas alturas del año. 
					 
					El viejo “Parador” de Xauen acoge en sus salones a la 
					Comisión Mixta (andaluza y marroquí, aun ignoro si asistirá 
					algún experto de América Latina) salida del Congreso sobre 
					Educación para la Paz celebrado los pasados 16, 17 y 18 de 
					septiembre en Tánger, cuyo loable objetivo entre otros, me 
					señalaba el otro día en Tetuán el Mohamed Nuri, doctor en 
					nutrición, presidente de la asociación “Alcántara” (El 
					Puente) y coordinador del encuentro, es ni más ni menos que 
					“elaborar una estrategia nacional a largo plazo en educación 
					para la paz en Marruecos”. Aunque con cierto retraso, 
					nuestros vecinos del sur se enganchan a la didáctica de 
					resolución de conflictos por vía pacífica y la educación por 
					la paz cuya estela se remonta, al menos en la UNESCO, a los 
					tiempos en que el español Federico Mayor Zaragoza ocupaba el 
					cargo de secretario general entre 1987 y 1999. En Europa las 
					corrientes pacifistas se remontan a la I Guerra Mundial 
					mientras que en España, a finales de los setenta, grupos 
					ecopacifistas vinculados a Lanza del Vasto (discípulo de 
					Gandhi) sembraban sus ideas por toda la Península. Solo en 
					Mallorca, desde finales de los setenta diferentes centros 
					educativos de la Isla de la Calma participaban en talleres y 
					seminarios vinculados al Día Escolar de la No-Violencia y la 
					Paz, impulsado por el pedagogo Llorenc Vidal. 
					 
					En “Todos los hombres son Hermanos”, libro con una selecta 
					antología de textos de Gandhi junto con una apretada 
					biografía del “mahatma”, recogida por M.K.R. Kripalani y que 
					en 1977 vio la luz en España de la mano de “Sígueme”, 
					editorial vinculada a la Iglesia Católica, subrayé el 5 de 
					enero de 1979 (para ser exactos a las 22.15 horas) en el 
					aeropuerto mallorquín de San Jordi la siguiente cita sobre 
					la que invito a reflexionar al amable lector: “El desarrollo 
					de la inteligencia del hombre tiene sus limitaciones. Pero 
					no hay límite alguno para el desarrollo de las cualidades 
					del corazón”. O como en otro contexto el escritor y piloto 
					Saint-Exupéry pondría en los labios de “Le Petit Prince” 
					(“El Principito” en la edición española), deliciosa obrita 
					publicada en plena vorágine (1943) de la II Guerra Mundial: 
					“Solo se ve bien con el corazón, lo esencial resulta 
					invisible a los ojos”. Estoy seguro de que hoy en Xauen, el 
					doctor Mohamed Nuri junto a otros educadores marroquíes y 
					españoles sabrán encontrar el camino para que la segunda 
					piedra (la primera fue en septiembre en Tánger) de este 
					segundo encuentro para la educación para la Paz en España y 
					en Marruecos, contribuya a sentar las bases de un diálogo 
					fructífero entre ambos países, vecinos y en lo fundamental 
					amigos. Dado el ruido de los tambores de guerra que retumban 
					con fuerza en otras orillas del Mediterráneo, no corren 
					buenos tiempos para que dos países orillados por una misma 
					geografía y en los que fluyen tantos ríos de historia 
					compartida, cuyo destino ineludible por lo demás es estar 
					“condenados a entenderse” (Carlos III dixit), dilapiden sus 
					esfuerzos en un excesivo ardor guerrero echado en cara del 
					otro. 
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