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OPINIÓN - SÁBADO, 10 DE DICIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Yo soy un hincha
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tiempos pasados nunca fueron mejores. Y si no que se lo pregunten a los hinchas del fútbol de aquellos años de nuestra posguerra. Un hincha de cualquier equipo, entonces, para serlo de verdad tenía que tener madera de héroe. De no ser así, es decir, de carecer de una actitud especial ante la vida, el hincha hubiera sido incapaz de despreciar el descanso; de hacerle una higa a la comodidad o de exponer la salud a las inclemencias del tiempo.

Y qué decir de los escasos medios de comunicación que había para poder desplazarse a los campos que ya de por sí eran inhóspitos. Con lo cual muchos hinchas se veían obligados a ir en el coche de San Fernando. Lo de un rato a pie… Y vestidos, en muchos casos, con ropas inadecuadas para soportar los rigores del mal tiempo reinante.

El hincha, normalmente, era un currante al que llamaban productor; eufemismo que se había inventado el Gobierno para edulcorar la vida de quienes trabajaban a destajo o eran pluriempleados que no tenían ni tiempo para fijarse ni en la mujer ni en los hijos, durante la semana. Eso sí, cuando llegaba el domingo el productor, que daba ya muestras de agotamiento, sacaba a relucir el segundo aliento y allá que salía pitando hacia el campo donde su equipo, el de sus amores, se jugaba la victoria que a él le daría la posibilidad de olvidarse de todos los males habidos y por haber. Y, sobre todo, le pondría en condiciones de sacar pecho al día siguiente en el tajo.

La derrota, en cambio, acrecentaba los problemas de los días anteriores y el hincha regresaba a su casa derrotado en todos los aspectos. Por lo que había que tener sumo cuidado al tratarle para no herirle una susceptibilidad que ya estaba tan tocada como para que arrancase a media vuelta de manivela.

El sabor de la victoria de un hincha obraba milagros en el carácter de éste. Pues si el hincha pertenecía, por ejemplo, a la cofradía de los vengativos, se transformaba durante horas en un tipo noble; si tenía tendencia a la avaricia, esa noche llegaba a su casa con una caja de dulces; si el mal vino lo descentraba normalmente, ahora las copas lo estimulaban de modo y manera que acababa dando muestras de ser encantador. Y qué decir del rendimiento en el trabajo del lunes. Pasaba de estar en entredicho su productividad a ser un as del esfuerzo sostenido.

El fútbol ha evolucionado en todos los aspectos. Para mejor. Y bien que nos alegramos. Como la vida del productor (!). Aunque al paso que vamos que Dios nos coja confesados. Pero el hincha continúa sufriendo todos los inconvenientes de las derrotas de su equipo y las satisfacciones de las victorias.

En España hay dos equipos que se llevan la palma en cuanto a contar con hinchas que viven apasionadamente las actuaciones de ambos. Son Real Madrid y FC Barcelona. Los que hoy juegan en el Santiago Bernabéu un partido que ni siquiera la ruina del euro ha podido menguar su importancia y trascendencia futbolística.

Un partido que nos mantendrá el alma en vilo durante el tiempo que dure. Y de cuyo resultado va a depender, sin duda alguna, que la actitud de muchos hinchas sea la correcta para que no se avergüencen al día siguiente de su manera de proceder. Que Dios reparta suerte, como diría el maestro más antiguo en el portón de cuadrillas. Pero que la suerte se alíe con el Madrid. Yo soy un hincha.
 

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