| 
                     
					Los gamberros han hecho suyas las paredes y el escaso 
					mobiliario del complejo cultural de La Manzana del Revellín, 
					obra del arquitecto Álvaro Siza. Paredes, zócalos de piedra 
					-cortada a medida para estos edificios-, revestimientos de 
					mármol de las ventanas, bancos..., nada se ha librado de la 
					acción de estos vándalos, que han dejado firmas con nombre y 
					apellido. 
					 
					“Jesús Fernández es un gracioso”. Este es sólo uno de los 
					“graciosos” comentarios, nombres, frases y dibujos, escritos 
					con rotuladores indelebles, con los que unos gamberros se 
					han dedicado a ensuciar las paredes de la obra de Álvaro 
					Siza en Ceuta.  
					 
					Las pintadas, con nombres que se repiten e incluso con 
					nombre y apellido, aparecen por todo el interior del 
					complejo cultural. Columnas, marcos de mármol de las 
					ventanas del Conservatorio, el zócalo de piedra caliza, el 
					edificio que alberga parte los servicios de Cultura y 
					Patrimonio, e incluso la propia fachada del emblemático 
					Teatro-Auditorio..., nada se ha salvado de esta acción 
					vandálica. Los autores de las pintadas han “firmado” 
					elementos diseñados por Siza en exclusiva para su obra 
					ceutí, como son los bancos de piedra que junto a una fuente 
					constituyen el único adorno que el Premio Pritzker quiso 
					para su gran plaza central.  
					 
					“Mary Ruiz, David Pescador, Jorje Orejón, Toñy Seglar, 
					Josefa Buendía, Mari de los Santos...”, son sólo algunas de 
					las firmas que se han dejado plasmadas en las paredes y en 
					el mobiliario urbano de este céntrico complejo de edificios, 
					en el que se han invertido 55 millones de euros. 
					 
					La elección del color que finalmente se dio a las fachadas 
					de los edificios de La Manzana fue algo a lo que el propio 
					Siza dedicó mucho de su tiempo de supervisión personal de la 
					obra. Múltiples pruebas dieron como resultado el empleo de 
					un blanco que no resultara deslumbrante al reflejar la 
					intensa luz ceutí. El blanco fue elegido por el prestigioso 
					autor del proyecto, uno de los más célebres arquitectos de 
					nuestro tiempo, por considerarlo el color “predominante” en 
					la ciudad cuando se mira, según él mismo señaló, “a vista de 
					pájaro”. 
					 
					Además del celo puesto en la elección del tono, la calidad 
					de la pintura también fue cuidadosamente seleccionada para 
					que no tuviera que renovarse en años. Con el fin de que la 
					coloración fuera lo más duradera posible y de que, por 
					tanto, el complejo requiera de un menor mantenimiento de sus 
					fachadas, con el consiguiente ahorro económico, se empleó 
					una pintura mineral de emulsión de silicato impermeable, que 
					evita la formación de microorganismos y además es “ecológica 
					y sin riesgos para la salud”. Para lograr una buena 
					cubrición se aplicaron tres manos de pintura. A las 
					características del producto empleado se sumaron otras 
					precauciones para que las fachadas se ensuciaran lo menos 
					posible. Así, en los bordes de las cubiertas se instalaron 
					unos pinchos metálicos que impiden que las aves se posen en 
					ellos. 
					 
					Paredes sucias 
					 
					Ahora, y cuando apenas han pasado diez meses de la 
					inauguración del Auditorio, las otrora inmaculadas paredes 
					están llenas, además de pintadas, de manchas, de huellas de 
					manos negras y rayas. 
					 
					Y si en las paredes resulta costoso devolverles su aspecto 
					original, en el caso de la piedra es aún más difícil. En una 
					de las ventanas del Conservatorio, los vándalos dejaron uno 
					de los rotuladores con los que probablemente realizarán sus 
					tropelías, de trazo grueso e “indeleble”. Para limpiar la 
					piedra hay que utilizar procedimientos abrasivos, como son 
					los de líquidos a presión. Las losas que constituyen los 
					zócalos del complejo cultural están hechas a medida para 
					esta obra, lo que da una idea también de su valor y 
					exclusividad.  
					 
					A los problemas derivados de la acción incontrolada de los 
					gamberros se une otro que tiene que ver con el 
					mantenimiento, y es la proliferación de verdín en las zonas 
					de sombra, como es el pasillo que separa el Auditorio de su 
					edificio anexo. Además, sobre algunas primeras pintadas que 
					se hicieron en este punto, se ha cubierto la piedra con 
					pintura gris, algo que los autores de las pintadas han 
					aprovechado de nuevo como ‘lienzo’. 
					 
					Algunos paseantes mostraron ayer su indignación a este 
					diario ante el aspecto que presenta La Manzana: “Más 
					vigilancia, y coger a los niñatos y que paguen sus padres, 
					es lo que hay que hacer”, proponía una señora alarmada por 
					la degradación de esta obra arquitectónica de incalculable 
					valor. 
   |