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                     Todos los días, y fiestas de 
					guardar, el partido que lidera Juan Luis Aróstegui convoca 
					una conferencia de prensa para salir a la palestra tratando 
					de acaparar la atención de unos ciudadanos que están hasta 
					los cojones de semejantes comparecencias. El deseo de 
					figurar del secretario general de CCOO está produciendo el 
					efecto contrario a sus intenciones: está generando una 
					tirria enorme contra un partido que, antes de dominarlo él, 
					se presentaba como una necesidad en Ceuta.  
					 
					Una necesidad a cuyo frente estaba Mohamed Alí: el 
					cual caía la mar de bien. Y, además de caer bien, ‘Caballas’ 
					estaba destinado a ser un partido capaz no sólo de 
					fiscalizar las actuaciones del Gobierno sino que, también, 
					hubiera podido servirle a Alí para ir creciendo cual 
					político a la par que obteniendo éxitos entre bastidores. 
					Éxitos tan útiles como para ir consiguiendo, entre otras 
					muchas cosas, el beneplácito de tirios y troyanos. 
					Extraordinaria oportunidad que Alí no ha sabido aprovechar. 
					 
					El problema de Alí ha sido dejarse engatusar por Aróstegui. 
					Lo que no se entiende es de qué manera éste ha podido 
					ganarse la voluntad de un hombre que se bastaba y se sobraba 
					para obtener en las urnas el poder suficiente para ser el 
					jefe de una oposición con mando en plaza. Un jefe de la 
					oposición que contaba con la ayuda de todos los medios. 
					Puesto que Alí fue siempre bien tratado por la prensa en 
					todos los sentidos. Incluso le perdonaron sus muchas 
					veleidades. Que fueron consideradas meteduras de pata de 
					novato. 
					 
					Pero el novato nunca supo valorar el caudal de votos que 
					tenía entre sus manos. Tal vez porque lo que necesitaba era 
					sentirse respaldado por una persona carente de escrúpulos 
					políticos y dispuesta a concederle la oportunidad de 
					sentirse protegido. Ahora entiendo lo que Alí me confesó un 
					día: Aróstegui me ha proporcionado la oportunidad de conocer 
					a muchas personas que ocupan cargos importantes en las 
					instituciones locales. Lo cual me ha propiciado una enorme 
					seguridad en mis posibilidades. 
					 
					Fue entonces cuando entendí que Mohamed Alí se había echado 
					en los brazos de un político-sindicalista que siempre 
					antepuso su interés general al interés general en todas sus 
					actuaciones. Ejemplos hay para empezar y no acabar. Un 
					político que en cuanto se siente desbordado por las críticas 
					no tiene el menor inconveniente en perder la compostura. 
					Todavía recuerdo de qué modo trató a Antonio Rallo, 
					senador socialista, el 19 de junio de 1989: lo calificó de 
					“borracho” y enfermo psicológico “maniático depresivo”.  
					 
					Últimamente, el hombre que ha conseguido hacerse con las 
					riendas de ‘Caballas’, está perdiendo los estribos. Parece 
					víctima de un ataque de iracundia que le impide darse cuenta 
					de que está haciéndole mucho daño a la ciudad. Sus 
					comentarios, antes de las conferencias de prensa, son 
					abominables. Evidencian su malaúva y ponen al descubierto 
					sus rabietas de tipo frustrado. 
					 
					En la conferencia de prensa de ayer, Aróstegui comenzó 
					diciendo que le importaba un huevo lo que se dijera de él. 
					Porque a él, tan valiente y tan dispuesto a todo, se la 
					traen floja las críticas. La pena es que a su vera, con cara 
					de sentirse tan humillado como subyugado, aparecía Mohamed 
					Alí. Lo lamentable es que éste se ha ganado a pulso su 
					penosa situación. 
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