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                     Resulta difícilmente comprensible, 
					al menos para mí, que mucha gente interpreten palabras, que 
					componen una frase explicativa, de una manera totalmente 
					diferente a la que se quiere dar realmente. 
					 
					Suele ocurrir que la gente, demasiada gente, se fije, de 
					manera autista, en una sola palabra y con ello saltan por 
					los aires totalmente enojadas sin meditar que esa palabra 
					forma un conjunto que dice una cosa muy distinta a lo que 
					quiere indicar esa misma palabra. 
					 
					Como responder adecuadamente, a estas situaciones equívocas, 
					resulta realmente un trabajo de titanes se opta, casi 
					siempre, por pasar de lado sin respuesta. 
					 
					Me ha pasado y me pasará. 
					 
					No le doy más importancia de la que pueda tener ya que todo 
					el mundo tiene derecho a pensar como quiera. Excepto los del 
					PP, que piensan muy en lo suyo. 
					 
					Bueno, estas divagaciones pueden dejar perplejos a algunos, 
					que no saben de qué estoy escribiendo hoy. Lo dejo así. 
					 
					Se sabe, se comenta, se dice que unos científicos enterrados 
					en un lugar cuyo nombre no recuerdo, sin dármelas de 
					Cervantes ni de lejos, tratan de encontrar a Dios mediante 
					un artefacto que me recuerda a aquellos ‘látigos’ de las 
					ferias que corrían por un tubo. 
					 
					Pregunto a quién sepa responderme: ¿para qué quieren llegar 
					tan lejos con una máquina aceleradora de protones y otros 
					bichitos con gigaelectrovoltios? 
					 
					Con la de millones que se están gastando los del Centro 
					Europeo de Investigación Nuclear (CERN) se podría realizar 
					un túnel de alimentos para el África hambrienta. 
					 
					Pues no, es preferente entrevistarse con Dios personalmente. 
					 
					¿Qué interés, realmente, tiene descubrir el origen del 
					Universo? ¿Por qué no descubren los orígenes del mal al 
					objeto de erradicarlo? 
					 
					Me temo, y ya estoy temblado, que si llegan a descubrirlo… 
					no quedará nada ni nadie sobre la faz de nuestra vieja bola 
					azul. 
					 
					Tratar de buscarle las cosquillas a Dios es una locura 
					total. 
					 
					Ese pretendido viaje a través de los tiempos, como es el 
					intento de descubrir el origen universal, pude resultar 
					extremadamente peligroso. 
					 
					No porque hallemos la manera de regresar a nuestros 
					principios, sino porque si ese túnel-anillo, que utilizan 
					como pista de carreras de los protones (que llaman 
					Colisionador de Hadrones), sufre una pequeñísima fisura… 
					adiós mundo cruel. 
					 
					No se producirá una explosión nuclear enorme, no. 
					 
					Se producirá una implosión cuyo efecto llegará hasta el 
					núcleo central y de ahí, buscando salidas, reventará en la 
					superficie del planeta. No lo digo yo, lo dice Dios. 
					 
					No quiero seguir escribiendo sobre el Apocalipsis, entre 
					otras cosas porque ya tienen patente de autor y además los 
					cuatro jinetes ya están con nosotros… sólo queda el quinto, 
					bien escondido en alguno de esos Hadrones. 
					 
					Me preguntarán Vds. si es que me he vuelto loco. Tal vez lo 
					esté, pero tal como anda nuestro mundo, a pesar de que 
					entremos en un siglo previsto como de alta tecnología 
					mundial, no tengo ninguna duda sobre lo que escribo. Sé de 
					qué escribo y a qué me refiero. 
					 
					Ante estas perspectivas y ante el largo camino que toca 
					recorrer con la injusticia rondando a cada paso… me dedicaré 
					a vivir la vida plácidamente sentado en mi sofá favorito, 
					mirando escenas a través de los leds de la tele, con mi vaso 
					querido en una mano y el libro cotidiano en la otra, que leo 
					cuando los programas televisivos son basuras certificadas, 
					hasta que ese Dios me diga ¡Hola! 
					 
					No os preocupéis, seguiré dando la lata con mis escritos 
					hasta que los protones de mi cerebro pierdan gasolina y 
					dejen de dar vueltas que a veces me marean de lo lindo. 
					 
					En fin. La vida sigue, yo también con los hadrones rondando 
					por ahí. 
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