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OPINIÓN - SÁBADO, 17 DE DICIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Político elogiable
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Han pasado ya más de dos meses, días arriba o abajo, desde que Nicolás Fernández Cucurull renunció a seguir siendo candidato al Senado por su partido: el Partido Popular de Ceuta. Y lo hizo tras haber estado 12 años formando parte de la Cámara Alta.

El motivo por el cual Fernández Cucurull tomó esa decisión lo aireó ante los periodistas que acudieron a la conferencia de prensa convocada por él. Se expresó así: “Por primera vez en 12 años he pedido algo al partido, ser su candidato al Congreso por Ceuta, y tanto en la ciudad como en Madrid me han dicho que no; por lo que a partir de ahora seré un militante más de base”.

También reconoció que, dada su experiencia parlamentaria, se sentía más útil en el Congreso. Y quiso dejar bien claro que su mayor deseo era volver a su trabajo en la sociedad municipal de Fomento, Procesa. Y además dijo que no iba a disputarle la presidencia del partido a Juan Vivas. Por lo cual sus aspiraciones políticas quedaban suspendidas. De momento.

A Nicolás Fernández Cucurull le conocí yo cuando los años ochenta estaban tocando a su fin. Me lo presentó Vivas en Sevilla, un 12 de octubre, fiesta de la Hispanidad, en el Hotel Los Lebreros; establecimiento donde compartíamos alojamiento con la selección Argentina que iba a jugar un partido amistoso con la selección española, dirigida por Miguel Muñoz y Mariano Moreno de ayudante.

A primera vista, durante el gran rato que compartimos charlando, debo decir que fue magnífica la impresión que me produjo Nicolás. Tendría éste veintipocos años. Pero dejaba entrever ya una gran madurez, basada en una magnífica educación. Era, en aquel tiempo, persona de hablar quedo y pausado. Y, desde luego, poco amigo de interrumpir para imponer sus criterios. Incluso parecía estar dominado aún por cierta timidez.

Deduje bien pronto que a Nicolás le unía una gran amistad con Juan Vivas. Más que amistad, tuve la certeza de que la diferencia de edad entre ambos, que era de unos diez u once años, aportaba a esa relación un respeto del primero al segundo, que era visible a una legua. Con el paso de los días y el conocimiento de la vida de los dos funcionarios comprendí perfectamente que fuera posible tan buen entendimiento y empatía.

Pasaron los años, y volví a saber de Nicolás cuando decidió afiliarse al PP y se convirtió en un político destacado. Y, aunque su apreciada timidez parecía resistirse a desaparecer, pronto sacó a relucir un carácter fuerte, nada amigo de tonterías de tres al cuarto y dispuesto siempre a responder a las críticas que para él fueran injustificables. Ese punto incisivo era fruto de la reacción ante lo que consideraba sandeces que le obligaban a afilar los dientes.

Pronto comprobé que NFC contaba con una buena formación y con cualidades que le permitían gozar de una condición estupenda para convertirse en un político distinguido. Político riguroso, sensato, laborioso, amante de su tierra y dispuesto siempre a la defensa de ésta. Lo cual demostró con creces durante 12 años en el Senado.
 

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