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                     Un “orbayu” continuo y persistente 
					cae sobre Rabat, limpiando las calles y regando los 
					jardines, mientras en las inmediaciones de la capital del 
					Reino (La Mamora) el Consejo Nacional del Partido de la 
					Justicia y el Desarrollo (PJD), presidido por Saad Eddin El 
					Othmani, se reunía ayer sábado a puerta cerrada. En un 
					apretado orden del día, el partido de la Lámpara pasará 
					revista a sus compromisos en la nueva coalición 
					gubernamental así como a la lista definitiva de sus 
					ministros, que se harán cargo sin duda de todos los carteras 
					de contenido social (Salud, Educación, Vivienda, Empleo, 
					Familia, Cultura, Juventud y Deportes…), “esas no son 
					negociables me aseguran”, así como del ministerio de 
					Finanzas, la madre de todos los ministerios. También podrían 
					comentarse lo que será una de las puntas de lanza de su 
					modelo económico, la introducción de la banca y productos 
					financieros islámicos para los que ya se han llevado a cabo 
					conversaciones con países del Golfo, como Qatar. 
					 
					Supongo que el ex Primer ministro saliente, el istiqlalí 
					Abbas El Fassi, aun estará rumiando el sofoco que le supuso 
					la noche del viernes sobre las 21.00 locales frente a la 
					sede rabatí del PJD, el zarandeo y blocaje de su coche por 
					una decena de indignados en paro solucionado gracias a la 
					contundente intervención, entre gritos y sollozos, de un 
					pelotón de antidisturbios que dejaron dos heridos sobre el 
					asfalto. Abdelilah Benkirán, con su tradicional camisa 
					abierta (supongo que habrá vuelto a ponerse la corbata en su 
					discreto encuentro con Mohamed VI el pasado miércoles, sobre 
					el que no suelta prenda), se mantuvo en su sitio locuaz y 
					didáctico junto al lado de un serio Nabil Benabdallah, líder 
					del PPS y, sin perder un ápice de su habitual talante, aun 
					bromeó abiertamente conmigo cuando tuve oportunidad de 
					saludarle con un apretón de manos y los tradicionales besos 
					en la mejilla: “¡Ah, mirad al amigo español, todos somos ya 
					barbudos!”, explicó a la abigarrada concurrencia. Eso en mi 
					tierra se llama “barrer para casa”. Supongo que, por 
					comparar, al cauto y reservado Rajoy ni por asomo se le 
					hubiera ocurrido ésta espontánea salida, claro que no 
					conozco al presidente de España pero sí trato desde hace 
					años a Benkirán. 
					 
					En este “laboratorio” con visos de pasar a la historia en el 
					que se ha convertido nuestro vecino del Sur, tres son los 
					poderes de hecho que compiten soterradamente por llevar las 
					riendas, mientras tras la implosión de la Kutla (Bloque 
					Democrático) se articulan nuevos polos políticos: Palacio se 
					mueve rápido y sin complejos, reforzando el Gabinete Real y 
					atrincherándose virtualmente, los islamistas parlamentarios 
					del PJD se arremangan tras su rotunda victorial electoral 
					aprestándose con entusiasmo a la gestión “para solucionar 
					fundamentalmente los problemas del día a día de los 
					marroquíes” y la calle, en efervescencia desde el 20 de 
					febrero, se mantiene a la expectativa con la sorprendente 
					tregua que parecen haber concedido los islamistas de 
					“Justicia y Espiritualidad” (la parlanchina Nadia Yasin no 
					dice ni esta boca es mía), tras la que podría esconderse un 
					trascendental encuentro postelectoral del persuasivo 
					embajador norteamericano, Samuel Kaplan, con el octogenario 
					jeque fundador de la Yamaâ. En cualquier caso parece que se 
					perfila un ejecutivo bicéfalo: el gobierno oficial de 
					Benkirán, notablemente implementado en sus atribuciones con 
					la nueva Constitución en vigor y el gobierno paralelo de Su 
					Majestad, cuyo papel tras la aplicación de la actual Carta 
					Magna según analistas como Mohamed Tozy sigue siendo 
					“prominente pero no dominante”, lo que no ha impedido a 
					Mohamed VI ejercer abiertamente su soberanía nombrando el 16 
					de diciembre a veintiocho embajadores que, 
					constitucionalmente, deberían haber sido sancionados por el 
					Parlamento. En fin, como ya saben “más corre el galgo que el 
					mastín…”. Claro que “si el camino es largo, más corre el 
					mastín que el galgo”. Y esto va para rato. Mañana lunes, por 
					cierto, abre sus puertas el nuevo Parlamento. Algo les 
					contaré. Visto 
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