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                     La Unión Sindical Obrera, en su 
					representación en la Policía Local de Ceuta, ha errado 
					gravemente en su consideración de acusar a El Pueblo de 
					“faltar gratuitamente” a la imagen del cuerpo al desvelar 
					los datos estadísticos de absentismo laboral que maneja la 
					Ciudad Autónoma. Ha desbarrado en su intento de excusa y de 
					defensa corporativa porque no es El Pueblo, sino la 
					Administración la que ha elaborado ese análisis, que no deja 
					muy bien al colectivo en ese tenor. De hecho, la 
					Administración debe tomar cartas en el asunto para evitar el 
					llamado fraude laboral, no sólo en la Policía Local, sino en 
					todos y cada uno de los servicios públicos de la 
					Administración local. Los datos expuestos por El Pueblo y 
					publicados este domingo no sólo aportan los de la Policía 
					Local, sino los del conjunto de los distintos servicios de 
					la Ciudad Autónoma. La Unión Sindical Obrera, que pretende 
					hacerse un hueco entre el colectivo de funcionarios del 
					cuerpo de seguridad, juega a intentar ser el adalid defensor 
					de una supuesta afrenta que, de ningún modo es la intención 
					de este medio, sino todo lo contrario. El Pueblo, si por 
					algo se ha caracterizado es por la defensa a ultranza de las 
					Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, los garantes de la libertad 
					y de los derechos de los españoles. Pero ello no es óbice 
					para señalar algunos aspectos que chirrían. Y chirría el 
					dato de que en los últimos cuatro meses de 2010, el 68% de 
					las bajas producidas en el cuerpo local de seguridad no se 
					hayan justificado. Son datos que parten de la propia 
					Jefatura. Entendemos que hasta hace bien poco la Policía 
					Local haya sido el coto privado de algunos elementos con los 
					que ha de tragar la Administración y que dentro aún existan 
					tipos que prefieran vivir aquellos tiempos de descontrol, 
					pero los ciudadanos, los que con sus impuestos pagan los 
					sueldos de los funcionarios, merecen que estos sean 
					respetuosos y consecuentes con el juramento y promesa que en 
					su día realizaron. Defender lo indefendible, además de poco 
					ortodoxo, es hasta obsceno. 
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