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                     Rabat amaneció el lunes fresco y 
					limpio, bajo un sol tibio y un cielo azul que solo empañaba, 
					de vez en cuando, jirones de nubes. El Parlamento se apresta 
					a su apertura, mientras en la clase política se sigue 
					especulando con los nuevos ministrables. Al final y 
					siguiendo con su escrupulosa democracia interna, fueron 54 
					los miembros del PJD (entre los 36 procedentes del Consejo 
					Nacional y los 18 de la Secretaria General) quienes se 
					reunieron en cónclave para proponer en voto secreto hasta 
					tres ministros del partido, si bien no se descarta algún 
					independiente en las filas gubernamentales del PJD. Tras el 
					recuento posterior y según las nominaciones, serán elegidos 
					por Abdelilah Benkirán quien posteriormente y siguiendo el 
					protocolo, elevará la lista al Rey para su aceptación final. 
					Con éste cuidado procedimiento el PJD conserva su imagen 
					democrática de puertas para adentro, a la vez que “blinda” 
					al secretario general del partido y nuevo jefe del Ejecutivo 
					contra eventuales críticas o contestaciones de los 
					aspirantes a ministro frustrados en sus perspectivas. 
					 
					Con el país a la expectativa, Benkirán deberá lidiar de 
					forma inmediata con el deterioro económico y agudas 
					tensiones sociales. En primer plano la balanza de pagos, o 
					en palabras de L´Economiste “La infernal espiral del déficit 
					comercial”. Según el solvente diario editado en Casablanca, 
					entre enero de 2010 y noviembre de 2011 el déficit continuó 
					acentuándose, no siendo cubierto ni por el turismo y las 
					transferencias de los MRE de forma conjunta, advirtiendo (en 
					clara alusión al diputado Lahcen Daodi, a quien L´Economiste 
					ve al frente del ministerio de Finanzas) que “los márgenes 
					de maniobra de los próximos responsables de políticas 
					económicas se anuncian muy limitados”. Entre la problemática 
					social, además del consabido paro, el saldo negativo entre 
					las importaciones y las exportaciones, el notable deterioro 
					de la enseñanza pública (el absentismo escolar sigue siendo 
					una lacra) o las carencias del sistema sanitario, del que 
					carece una buena parte de la población, están otros dramas 
					muy humanos con cifras llamativas, sobre los que llamó la 
					atención mostrando su sensibilidad al respecto uno de los 
					posibles ministrables, Mohamed Khalfi, el anglófono director 
					del diario del MUR (Movimiento Unicidad y Reforma, patrón 
					ideológico del PJD), “Attajdid”: así, los abortos 
					clandestinos se elevarían, según estadísticas fiables, a no 
					menos de trescientos mil al año, mientras el número de 
					madres solteras, estigmatizadas y excluidas socialmente en 
					nombre de las costumbres y la religión, alcanzaría las 
					doscientas mil. 
					 
					Por otro lado, el mensaje más lúcido y templado que hasta el 
					momento ha recibido Benkirán ha sido el de Abdelhak Serhane, 
					conocido escritor afín a la izquierda y víctima de los años 
					del plomo. En una carta abierta, después de criticar con 
					acritud a los líderes socialistas de la USFP advierte al 
					nuevo Jefe del Gobierno: “Yo soy marroquí como vos, musulmán 
					como vos. Pero mi marroquinidad es desinteresada y mi islam 
					no es político. Es un islam de tolerancia, de abertura, de 
					libertad, de respeto a la diferencia. Defendamos 
					conjuntamente éstos valores, ellos revelan un humanismo 
					universal. ¡No hagáis de Marruecos un segundo Irán, 
					detestable y detestado”. En el otro lado de la trinchera, 
					quien no pierde comba y ha estado recientemente en Túnez 
					invitado por sus correligionarios, lagrimeando emocionado 
					desde sus casi dos metros de estatura, ha sido el 
					carismático Mohamed Fizazi, controvertido imam marroquí 
					ideólogo del salafismo y que bien pudiera en breve, con el 
					visto bueno del ministerio de Asuntos Islámicos y Habús, 
					dirigir la “jotba” de los viernes desde una importante 
					mezquita de Tánger, en el popular barrio de Beni Mekada. 
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