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OPINIÓN - viernes, 23 DE DICIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

La opinión de un marqués
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

No me ha tocado la lotería. Así llevo desde que tengo uso de razón. Nunca desde entonces obtuve ni tan siquiera el reintegro. Hubo una época en la cual compraba lotería navideña y la regalaba entre mis más allegados para ver si era yo quien carecía de buena suerte. Pero tampoco logré darme la satisfacción de hacer felices a los que quería.

Debo decir que también intenté acertar una quiniela de catorce. Pero que si quieres arroz, Catalina. Lo máximo que conseguí fue hacer una de doce aciertos y creo que recibí quinientas pesetas. Y lo peor es que nunca pude consolarme jugando a juegos donde pudiera permitirme el lujo de hacer modestas trampas con el fin de sentirme ganador. Me lo impedía mi forma de ser.

Esa forma de ser de la que un amigo me decía que iba a ser mi ruina. Puesto que él no entendía que ni siquiera fuera capaz de llevarme una caja de lápices de la oficina americana donde yo trabajé un tiempo. Eran unos lápices tan buenos como para que no los fabricaran en la España de aquel tiempo. Y, por tanto, estaban rifados.

Para meter la mano en caja ajena hay que valer. Y conviene, además, curtirse desde pequeño en sitio con aires de Patio de Monipodio. Que los hay. Claro que los hay. Aunque, todo hay que decirlo, las enseñanzas suelen estar a cargo de profesores muy reputados. Tipos que hablan con gran propiedad y que se conocen al dedillo la forma de delinquir sin dejar apenas rastro.

El problema es, como siempre me dijo mi amigo el marqués de Cotogrande, que los alumnos que llegan ya talluditos a aprender de qué manera pueden llenar la bolsa a costa de engañar al prójimo, suelen ser unos profesionales del trinque que acaban siendo cogidos con las manos en la masa.

Para ser ladrón, o sea, ladrón de guante blanco, hay que empezar a estudiar la carrera en cuanto uno puede andar sin necesidad de ayuda. Es el momento preciso para ir a esos centros de estudios privilegiados donde los profesores hablan de operaciones y de cifras astronómicas como si tal cosa. Y, desde luego, han de ser expertos en comunicaciones y contar con un corazón de oro para hacer posible que todos los dineros del trinque vayan a parar a una organización sin ánimo de lucro.

No se recomienda, pues, por parte de los tecnócratas del patio del Monipodio, la entrada de alumnos ya crecidos. Muy crecidos. Es decir, no es recomendable admitir solicitudes de treintañeros. Ya que existe un estudio al respecto: todos acaban cagándola. Aunque lleguen con el mejor historial y acorazados por todos los sitios.

Ayer he llamado a mi amigo el marqués de Cotogrande a fin de que me explique, si a bien lo tiene, si el yerno del Rey ha metido la pata hasta el corvejón por tratar de mangar. Y el marqués de Cotogrande, que no se casa con nadie, me ha dicho que no. Que el gran fallo de Urdangarin ha sido confiar ciegamente en un profesor de patio de Monipodio que al disfrutar de unas ganancias nunca concebidas se puso a hacer ostentaciones al estilo de Onasis.

Y es que el marqués sigue empecinado en defender a Urdangarin. Y me pone al tanto de que el yerno del Rey tenía por costumbre gastar poco. Ejemplo: dice el marqués de Cotogrande que un día coincidió con Urdangarin en un bar de la Costa Brava y éste le dijo que pagara la consumición para no generar sospechas.
 

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