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OPINIÓN - DOMINGO, 8 DE ENERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Ocurrió hace una década
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Faltaban pocos días para que el euro entrara en nuestras vidas. Previamente se habían establecidos los plazos para, llegando el momento, utilizar la moneda. España caminaba hacia la convergencia y, consolidando su posición económica, se encontraba en la línea de salida. Políticamente: todo un éxito; socialmente: había muchas dudas. El “euroescepticismo” seguía presente entre los ciudadanos, y muchos nos preguntábamos si los esfuerzos por la famosa convergencia y la moneda única, llegarían a beneficiarnos alguna vez ¿No acabaríamos pagando el coste de su incorporación? El euro, era, pues, la culminación de la Unión Monetaria. Un nuevo medio de pago, moneda oficial de la llamada “zona euro”, que sustituiría a las monedas nacionales y se constituiría en nexo entre los países que cumplieran los criterios de Maastricht. Su solidez le permitiría competir con el dólar y el yen; y favorecería, según auguraban los expertos, el fortalecimiento de la economía europea y con ella la de la española.

En nuestro Centro, “Maestro Juan Morejón”, en mi tutoría 2º Curso de la ESO, en el Área de Matemática, trabajábamos sobre lo que sería el llamado “redondeo”. Conocíamos ya el valor de un euro en pesetas: 166,386 y que la división de la moneda sería en céntimos quedándose monedas fraccionarias de 1, 2, 5, 10, 20 y 50 céntimos. Llamaba la atención la fracción decimal del euro, “milésimos”, y toda la actividad se centraría en “redondear”, es decir, la utilización de dos cifras decimales, para lo cual se estableció el siguiente criterio: si la última era cinco o excedía de cinco, se añadiría una unidad a la cifra de las centésimas; en caso de estar esa cifra por debajo de cinco, se despreciaba, dejándose la cifra de las centésimas sin modificar. Así, y no de otra forma, había que entender el “redondeo”.

Hicimos una pequeña experiencia, que consistía en, un día antes de utilizarse oficialmente el euro, visitar un grupo de alumnos de nuestro curso un supermercado de las proximidades del Colegio, seleccionando varios productos de los considerados de precio “invariable”: azúcar, aceite, harina, garbanzos… tomando buena nota de las marcas y precios. Al día siguiente, nuestros alumnos regresaron al mismo “Súper” y tomaron nota de los productos seleccionados, para poder comprobar cómo se había aplicado el “redondeo”.

Fue una sorpresa, aunque lo imaginábamos. El redondeo que aplicaron fue una “subida”, que por ejemplo, en el caso del aceite de oliva, que el día anterior marcaba 370 ptas., pasó a 388,50 ptas. ¡Había subido 19,50 pesetas! ¡Y así con el resto de los productos evaluados!

En estos días se cumplen diez años desde su implantación. Del quizás, entusiasmo inicial, hemos pasado al desencanto avivado por la crisis, que ha hecho tambalear los cimientos del proyecto de la Casa Común Europea justo cuando se cumple una década.

La sensación mayoritaria, como reconocen los expertos, es que el azote de la crisis hubiera sido aún más doloroso para España fuera del escudo de la eurozona, pero también es casi unánime el reproche de que el “célebre redondeo” al alza no ha cuadrado ni con las expectativas más pesimistas.

Los precios se han disparado en esta década muy por encima de la masa salarial. Un reciente informe de la OCU revela que en 2001 la cesta de alimentación suponía para las familias españolas un desembolso medio de 765.378 pesetas al año, unos 4.600 euros. Transcurrida esta década, la cesta vale por 6.000 euros, es decir, un 48% más.

En estos años, el alza de los salarios no llega al 14%; en 2002 era de 19.802 euros brutos anuales y en 2009 (última encuesta publicada) se situaba en 22.511 euros. Pero, ¿qué ha ocurrido con algunos ejemplos de alimentos básicos? El pan, un 85% más caro; las patatas, un 116%; los huevos, un 114%...

Dejemos los alimentos y pasemos, por ejemplo, a la vivienda nueva: cuesta un 66% más que hace diez años; coger el tren, un 45% más caro; el transporte urbano un 58%; el autobús, 48%... sólo el precio medio de los automóviles apenas se ha disparado un 4,5% desde 2001.

Sólo la moderna tecnología tiene un comportamiento a la baja: Televisores, cadenas de música o lectores de DVD son un 62% más baratos, las cámaras de fotos cuestan un 72% menos y las videocámaras, un 6%.

A considerar, la euforia de los ciudadanos en los primeros días de Enero de 2002, haciendo colas en cajeros y sucursales para tener los primeros billetes de la nueva moneda. “El entusiasmo por el euro desbordó a la Banca”. Y cientos de personas guardaban durante horas en la sede central del Banco de España para cambiar sus ya antiguas pesetas. Las 900 sucursales bancarias que habían abierto el primer día del año fueron insuficientes para colmar el fervor y la curiosidad… alentados por una ejemplar campaña de comunicación, los españoles retiraron 75 millones de euros en un solo día.

En todo caso, nos hemos acostumbrado el euro, aunque sigamos pensando en pesetas, sobre todo para las grandes transacciones. Pero la realidad, por otro lado, no es otra que, quizás sea por la crisis, la U.E pasa por malos momentos. Todos coinciden ahora en señalar que el principal defecto de la moneda única fue no haber sido acompañada desde su creación por un gobierno económico unificado, algo que parecía hace una década una utopía. En los próximos meses, sin embargo, se darán los primeros pasos para establecer esa unidad fiscal, a través de un nuevo tratado cuya redacción se puso en marcha en la Cumbre del pasado Diciembre. Como en otras ocasiones, los grandes pasos de la construcción europea se han dado con el impulso de las crisis. Esta es una ocasión histórica para ello…
 

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