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                     Quienes me leen saben que esta 
					temporada decidí no ir al Murube. Que estoy privándome de 
					ver a la Asociación Deportiva Ceuta para evitar tener que 
					opinar del equipo. Debido a que la temporada anterior mis 
					pareceres no fueron del agrado de muchas personas. Unas, 
					porque pertenecientes a la directiva no comprendían que yo 
					pudiera airear los fallos de un conjunto presidido por el 
					editor de este periódico; otras, por ser apasionadas del 
					primer equipo de la ciudad. Lo cual les lleva a creer, casi 
					siempre, que las críticas son tan desproporcionadas como 
					injustas. 
					 
					Por ambos motivos, y en vista de que a mí opinar de la ADC 
					no me causa más que quebraderos de cabeza, tomé la sabia 
					decisión de no aparecer por un campo de fútbol que está a 
					pocos minutos de mi casa. Desde la que a veces, según los 
					vientos, oigo celebrar los goles locales.  
					 
					Lo reseñado, sin embargo, no me ha impedido el seguir con 
					suma atención cuanto concierne al equipo presidido por 
					José Antonio Muñoz. Faltaría más. Y hasta creo recordar 
					que, cuando la ocasión lo requirió, escribí a favor de la 
					decisión tomada sobre que Lobera y sus hombres 
					residieran en Sevilla. Eso sí, poniendo ejemplos que avalan 
					semejante decisión. 
					 
					Tampoco me corté lo más mínimo cuando tuve que decir que me 
					parecía una estupidez haber proclamado a los cuatro vientos 
					que la ADC iba a jugar como el FC Barcelona. Misión 
					imposible. Por razones obvias. Cuando lo más fácil hubiera 
					sido airear que se iba a intentar que los futbolistas 
					pusieran todo el empeño del mundo en manejar bien la 
					herramienta de trabajo: el balón. 
					 
					Durante la primera vuelta, que acaba de terminar, el primer 
					equipo de la ciudad ha sido usado como arma arrojadiza 
					contra el Gobierno local, por parte de la coalición 
					Caballas. Y, sobre todo, por parte de su líder: Juan Luis 
					Aróstegui. Quien no ha cesado de insidiar al presidente 
					del equipo. Por quien siente la más absoluta aversión. Una 
					hostilidad que le hace perder los papeles cuando, dejándose 
					llevar por la tirria que le tiene a Muñoz, aboga por la 
					desaparición de la entidad. 
					 
					Es verdad, y conviene decirla, que la marcha irregular del 
					equipo ha ayudado a que Aróstegui se haya crecido como los 
					toros bravos en el peto de los caballos de picar, en sus 
					denuncias contra la ADC. La baja clasificación del equipo le 
					ha permitido convertirse, hasta ahora, en el azote del 
					equipo, de su presidente y del presidente de la Ciudad. 
					Haciéndose notar con artículos interesados solamente en 
					halagar a las masas.  
					 
					Para enmarcar fue lo escrito últimamente por el líder de 
					Caballas. Y ponerlo como ejemplo de lo que un Fulano 
					atormentado, porque en su tierra no le reconocen la 
					inteligencia que él se viene adjudicando desde que empezó a 
					tener uso de razón, es capaz de escribir para tratar de 
					hacer daño por sistema. 
					 
					No obstante, a mí me agradaría sobremanera que el próximo 
					jueves, en el artículo que se le publica en el periódico 
					añejo, Aróstegui volviera a comportarse como lo que es: un 
					tipo iracundo, con la hiel reventada, y cuyos improperios 
					contra el primer equipo de la ciudad y su presidente, 
					proporcionan buena suerte a Lobera y los suyos: ganaron en 
					Badajoz. De modo que espero con ansia un nuevo rebuzno de 
					JLA. Con la certeza de que será talismán en el partido 
					contra el Sevilla Atlético. 
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