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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 11 DE ENERO DE 2012

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Segunda carta personal a un amigo: ¡Pedro Gordillo!

Por Ángel Díez


¡Mira Pedro!, sé que esta enmarañada sociedad en la que vivimos, donde cada persona y cada familia tiene un grave problema en sus raíces, causados por la pobreza acrecentada de la crisis, no es nada nueva para ti. Porque tú y de alguna manera, nunca dejas de ser una ruta segura por la que pueden pasar mucha gente necesitada cada día.

Porque, como ya te dije en mi primera carta, tú siempre marcaste el camino para que la esperanza entrase en sus corazones desgarrados aliviándoles y dando solución a sus desesperanzas. Y son muchas las gentes en nuestra ciudad las que siguen necesitando algo para poder sobrevivir todos los días.

Porque, detrás quedan tus buenos hechos, nunca olvidados por las gentes de bonhomía. Y como siempre te dije admirado: ¿Cómo eres capaz de aguantar y seguir escuchando a esa humanidad doliente que cada día llama a tu puerta? ¡Yo no seria capaz de aguantar la pena que trasmiten todas ellas!. No contestases a mi pregunta y sorprendido seguía viendo como cada día llamaban cada vez más gentes a tu puerta buscando esperanza. Y tú seguías haciéndolo como cualquier cosa. Sin duda lo difícil para los demás, tú de alguna manera lo hacías fácil. ¡Hay que tener una casta especial, como la tuya, para hacerlo y además aguantarlo!

Porque, detrás queda, y esta todavía, esa increíble casa de estudios que permitió a tantos y tantos jóvenes ceutíes cursar y seguir cursando sus estudios universitarios. Ahora son otros tiempos y hay más oportunidades, pero fuiste tú, quien superando las dificultades de aquellos tiempos quien les diste la oportunidad de enfrentarse con ilusionado futuro a sus vidas.

Porque, también queda ¿…Atrás…? ese ingente número de familias con el pequeño sueldo que tú les conseguías. Pequeño, pero era un sueldo que les permitía seguir todos los días comiendo con la esperanza de mejorar sus destinos. ¡Cuanto y cuantos ceutíes te deben algo!. Me gustaría que todos aquellos que respiraron en sus vidas gracias a tu intervención, hablasen de estas cosas… y que quien me lea, que piense en ello.

Porque, todavía hoy, son muchísimos los que andan todavía por nuestras calles necesitados de una mano amiga. Porque hay mucha gente que olvidaron o no saben de como eras capaz en el helado inverno de entregar tu propia chaqueta ante el dolor de alguien que pasaba frío a tu lado, y que también ignoran como luego regresabas a tu casa sin chaqueta y temblando por las inclemencias del tiempo.

Porque, todavía hoy, sigues enfrentándote al dolor y al daño de las cosas cotidianas, sepultando o aminorando las necesidades de tantas y tantas gentes necesitadas. Y eso lo sigues haciendo hoy y ahora, arrosando con voluntad libre las abiertas sentinas de aquellos que hablan a escondidas. Gentes mediocres, cuyas vidas suelen ser vanas y vacías para los demás. Gentes sobre los que la historia pasará por encima sepultándolos en el olvido.

Porque, son muchos los hombres y las mujeres de nuestra casa, Ceuta, que siguen viviendo gracias a lo que tú en su momento decidiste hacer por ellos. ¡Porque… siempre… y desde el primer momento, tú ponías y pones manos a la obra de ayudarlos! Y las casas sólidas solo se hacen poniendo las manos y el corazón en la construcción. Nunca se construyen las casas de otra manera. Detrás solo quedan los miserables oportunistas de otras vidas que jamás ayudaron a nadie que no fuesen ellos. Por ello, exigimos que esas voces hueras de contenido artificial e interesado se callen en sus críticas de viejas maledicientes. Muchos estamos ya hartos de esos fabricantes de la inacción social y del odio innecesario.

Porque, el tiempo sigue pasando arrollándonos con sus días y siguen existiendo gentes necesitadas de manos como las tuyas que les ayuden a superar los escollos que las horas les presentan. La vida sigue presentándonos delante fosos de aguas turbias e invencibles alambradas de afiladas púas. Y por ello, necesitamos soldados sacerdotes que venciendo esos hondos fosos y rompiendo las aceradas alambradas nos permitan seguir andando.

Por eso, muchos necesitamos que despierte de nuevo el leñador con su hacha, capaz de ayudarnos a darnos la leña necesaria para calentar nuestros fríos inviernos de necesidad. Porque necesitamos paz para los crepúsculos que vienen, seguridad para nuestras vidas, paz para la ciudad de Ceuta en el día de mañana. Y tú eres un leñador, capaz de otorgar soluciones.

¿Te acuerdas, cuando en los momentos difíciles te pregunte? ¿Dónde están ahora tus deudores? Y que tú me contestases de forma tranquila ¡Mira, ahí están aunque no se oigan!. Pues bien ha pasado el tiempo, y apenas los he escuchado. Por eso exijo a todos ellos que si tienen voz: ¡Que hablen de lo que tú hiciste cuando ellos lo necesitaron!.
 

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