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                     El día que aparezca en la escena 
					política un político que le diga la verdad, la cruda 
					realidad, al pueblo español, será un líder la que costará 
					mucho descabalgar de su puesto, por la sencilla razón de que 
					los españoles estamos hasta el gorro de tantas y tantas 
					mentiras como nos cuentan esos que se hacen llamar políticos 
					cuando, precisamente, la mayoría de ellos no saben qué es ni 
					qué significa ser político. 
					 
					Para muchos de ellos ser político, significa subir al carro 
					del poder y solucionarse la vida durante unos pocos de años. 
					Consistiendo todo su trabajo en decir “si bwana” al que 
					manda y que le ha llevado a ocupar el puesto que éste le ha 
					otorgado. Aunque se decir “si bwana” se le diga a quien al 
					que manda, no al que gobierna. Que una cosa es mandar y otra 
					gobernar. 
					 
					Dice, ahora, el presidente de todos los españoles, Mariano 
					Rajoy, que va salir a dar la cara. Pues si sale a dar la 
					cara, diga la verdad a todos los españoles. Diga que tomó 
					las medidas que había que tomar, porque era la única 
					solución cuando abrió la caja fuerte del dinero de todos los 
					españoles y se encontró con que sólo había en ella par de 
					telarañas. 
					 
					Para que todos nos enteremos, de una vez por todas, usted se 
					ha encontrado las arcas de la Nación, como quedaron las 
					arcas municipales de nuestra tierra, cuando la suprema 
					inteligencia política de esta tierra, qué digo de esta 
					tierra, del mundo mundial, era concejal de Economía y 
					Hacienda. Para llorar.  
					 
					Y ya puestos a decir la verdad, a todos los españoles, diga 
					cuál es el número de empleados que, directa o 
					indirectamente, trabajan en los partidos políticos, los 
					sindicatos y las organizaciones patronales, a los que 
					pagamos el 90% de sus salarios, a través de subvenciones 
					directa o indirecta que sale del bolsillo de todos los 
					españoles. 
					 
					Y lo más sangrante, de todo esto, aunque sea en menor 
					proporción es que, las organizaciones patronales participan 
					de esas subvenciones. 
					 
					Pero mientras el resto de los españoles nos apretamos le 
					cinturón, a algunos le arrastra ya la lengua por el suelo de 
					tanto apretárselo, ninguno de estos empleados de esas 
					instituciones que reciben las subvenciones han decido 
					congelarles el sueldo a sus empleados para, de esa forma, 
					contribuir al control del déficit público. Todo un detalle. 
					 
					Cierto es que el Gobierno ha rebajado en un 20% esas 
					subvenciones. Las cosas como son, porque la verdad sólo 
					tiene un camino. Pero a lo que no se ha atrevido es a sacar 
					una ley cancelando de forma definitiva todas las 
					subvenciones, concedidas con dinero público que sale del 
					bolsillo de todos los españoles. Cuando eso seria lo más 
					democrático del mundo mundial. 
					 
					No tomará esa decisión de cancelar todas las subvenciones, 
					porque le es más fácil y, por supuesto, lo más rentable, 
					subir los impuestos a los de siempre, a esa clase media que 
					con su trabajo están pagando los despilfarros que algunos 
					han cometido sin que a estos les pase nada de nada. 
					 
					Pues una cosa es cierta, el día que se acabe con esa clase 
					media, auténtico sopote de un país, llegará el caos. 
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