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OPINIÓN - DOMINGO, 15 DE ENERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

“Majestades, el carbón lo pongo yo”
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

SS.MM. Los Reyes Magos, una vez cumplida su misión de dejar satisfechos, en particular a todos los niños, con sus regalos, emprendieron el regreso a sus lugares de origen, hasta el próximo año. Una labor que vienen realizando desde aquel momento en que tuvieron la magnífica oportunidad de adorar al recién nacido Niño Jesús.

Según el Evangelio de San Mateo, “cuando Jesús nació en Belén de Judá, unos magos de Oriente, guiados por una estrella, entran en una casa, ven al niño con María y José, sus padres, y postrándose le adoran, abren luego sus cofres y le ofrecen oro, incienso y mirra”.

Así reza el Evangelio del citado autor, cuyo relato ha dado origen a todo tipo de leyendas, sobre quienes eran de verdad estos personajes, que adoraron a Jesús. El texto de San Mateo cita a unos “Magos de Oriente” sin hacer mención al término “reyes” y sin concretar su nacionalidad o el número de ellos.

Según algunos estudiosos, la palabra “mago” proviene del término “magu”, dado a los sacerdotes persas, consultores de los reyes y dedicados a la Astrología y a la Astronomía. Sin embargo, “es probable que estos magos fueran sacerdotes y astrólogos de Arabia, dada la calidad de los regalos, oro, incienso y mirra, propios de esta nación”.

El ascenso de los magos a categoría de reyes, no aparece hasta el siglo II de manos de Tertuliano, quien afirma que los sacerdotes astrónomos pueden ser también identificados como reyes de sus países.

Tampoco especifica cuántos fueron los “magos” que adoraron a Jesús. Algunos Evangelios apócrifos se refieren a cuatro, cuarenta o incluso más. La primera referencia de que eran sólo tres la ha encontrado Cardini en las Catacumbas de Priscila, en Roma. En esta necrópolis paleocristiana, excavada a partir del siglo II a. C aparecen representaciones de tres figuras que desfilan ante la Virgen y el Niño…

Lo que viene a continuación ya lo sabemos, hasta donde hemos llegado a ser “víctimas” de un desorbitado consumismo. De ser una fiesta eminentemente religiosa, se ha convertido en una lucha por saber quien, en ese señalado día, ha conseguido los mejores regalos. Pero, es en el ámbito de los niños donde mejor se pone de manifiesto la maratoniana festividad.

En nuestra infancia, unos momentos de nuestras vidas llenos de totales carencias, nuestros Reyes Magos se convertían en sencillos presentes, generalmente enfocados al medio escolar: caja de lápices de colores, cuadernos, el clásico “plumier”, algún libro… y en algunos casos, de mejor poder adquisitivo, la clásica pelota de goma, ya que para nuestra práctica futbolística, elaboramos nuestra pelota, con una media desechada, rellena de trapos, algodones… En su fabricación se encontraban verdaderos especialistas. También, SS.MM. según el informe que recibían de los padres, nos dejaban el “clásico carbón”, de no ser nuestra conducta buena.

Sucedía que todos los años, al niño mejor posicionado económicamente, SS.MM. le traían una pelota de goma para el disfrute de todos. Haciendo dos equipos, disfrutábamos de la pelota de goma. Pero, llegó un año en el que, cuando empezábamos a jugar el partido, éste enseguida terminó, ya que alguno de nosotros golpeó fuertemente la pelota y consiguió “embarcarla” en un garaje, cuya puerta hacía de portería. Como era fiesta, 6 de Enero, no se pudo recuperar hasta el día siguiente, que sí, a la salida del Colegio reanudamos el partido.

En la actualidad las cosas han cambiado como la noche y el día. Nada es igual, pero en los niños, la ilusión permanece. Claro, con regalos de SS.MM. muy lejos, en lo económico, de aquellos modestos que disfrutábamos nosotros.

He sido testigo presencial, como viene siendo ya una tradición, de disfrutar de dos niños muy próximos a nosotros. Seguían en la familia manteniendo la “parafernalia” que se montaba todos los años, con un escenario especialmente diseñado: sobre la mesa del salón, todos los regalos; una bandeja de botella de licor y tres vasos, con huellas de haber sido utilizados, gran cantidad de caramelos, esparcidos por la mesa y el salón. ¡SS.MM. habían visitado la casa!

El menor de niños, Chechu, me pasó una copia de la carta entregada a SS.MM. En ella se recogía su petición. Pero en ese maremágnum de regalos, me llamó la atención una bolsa transparente con dos trozos de carbón. Éste me indicó que algo no había funcionado en la conducta de Chechu, pero mostrándome la relación de obsequios recibidos, pensé que el carbón no tenía el significado tradicional.

La nota que me pasó Chechu hacía referencia a los siguientes regalos: Consola de videojuegos “Nintendo 3DS” con los juegos Mario Kart 7, Super Mario 3D Land y Naruto Shippuden y Cd de música “Punk Goes Pop” volumen 3 y 4… al parecer el mismo contenido que la carta enviada a SS.MM. A mí, dada mi ignorancia en este campo, ni me pareció bien ni mal.

Este hecho aislado, en mi caso, no me permite generalizar, en el sentido de que todos los niños hayan recibido de SS.MM. regalos similares, aunque cabe la posibilidad. La moderna tecnología se ha impuesto.

Cuando pregunté a Chechu por la presencia del carbón entre sus regalos, no dudó al decirme que él mismo lo había incorporado (¿?). Humildemente me respondió: “es que yo considero que no me he portado bien; hay muchos aspectos en el que yo mismo no estoy de acuerdo, y quizás SS.MM. no lo han tenido en cuenta, por la intervención de mis padres. Por ejemplo: siento mucha pereza para hacer los deberes del Colegio. A duras penas, tengo que estar toda la tarde escuchando a mis padres que me ponga a hacerlos. Por eso, por mi cuenta y riesgo, yo mismo lo incorporé, y al final de mi carta, les indiqué a SS.MM: Por favor, SS.MM., no se molesten en facilitarme el carbón:¡lo pongo yo!”
 

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