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OPINIÓN - MARTES, 17 DE ENERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La vida en ciudades pequeñas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Si algo tiene el vivir en una ciudad pequeña, por mucho que ésta tenga tanta importancia como Ceuta, es que todo se magnífica, todo se infla, todo cuanto sucede termina por hincharse hasta extremos insospechados. Hipertrofia que exige gran vitalidad para seguirle el paso.

Aquí la calle es vital para hacer amistades, perderlas y volver a recuperarlas. Ceuta es una gran plaza pública; una especie de ágora donde se habla de todo y hay que saber que un simple desliz en cualquier conversación puede ser motivo suficiente para ganarse la inquina de muchas personas. No olvidemos que en esta tierra prima la endogamia.

Por ello cabe decir, sin miedo a errar, que la vida aquí es más clara, más larga y más dolorosa que la de las grandes ciudades. Puesto que la vida en sitios pequeños hace que uno se sienta vivir…; que es tormento terrible, según dijera Azorín.

Porque aquí los prejuicios cristalizan con una dureza extraordinaria, y abundan las pasiones pequeñas. Y con éstas, normalmente, se dicen muchas más tonterías que ayudan a encrespar los ánimos y a desatar insidias entre partes.

“La energía humana necesita un escape, un empleo; no puede estar reprimida”. Y en Ceuta hace presa en las cosas pequeñas, insignificantes –porque no hay otras-, y las agranda, las deforma, las multiplica… Es algo que llevo viviendo desde hace treinta años. Algo que alguien llamó la hipertrofia de los sucesos. Y de la que no escapa nadie. Y muchos menos quienes escribimos en periódicos.

A pesar de semejante inconveniencia, quizá porque algo debo tener de masoquista, a mí lo que más me sedujo de esta tierra, en su momento, fue, precisamente, sentirme vivo. Por más que ese sentimiento, tachado de vulgarismo por quienes huyen de vivir en pueblos o ciudades pequeñas, tenga sus efectos negativos.

En Ceuta, donde muchos paseamos por sus calles céntricas y también coincidimos en sus principales establecimientos para disfrutar de un rato de ocio, cuando un conocido te retira la palabra o trata de eludir el saludo, es prueba evidente de que te está acusando de algo que has dicho o hecho y que a él le ha sentado como un tiro. Y, aunque nadie debe por ello crearse un problema, sí está obligado a tomar nota para cuando se presente la ocasión, que suele presentarse, tratar de saber a qué atenerse.

La mejor ocasión suele darse cuando muchas personas se reúnen para celebrar algo. Es la mejor situación; sobre todo cuando la primera copa ha producido ya la desinhibición correspondiente, para acercarse a los corrillos y disfrutar de cuanto en ellos acontece. Un juego social que me agrada sobremanera.

A mí me encanta moverme entre los corros. Para charlar, divertirme, y tener la oportunidad de hablar con quienes nunca antes tuve ocasión de hacerlo. Y, de paso, si consigo deshacer algún entuerto, pues miel sobre hojuelas. En esos momentos desearía no predicar, no moralizar, no regañar a nadie. No dar la tabarra. No tratar de vender nada. Pero el hombre propone y…

En la última velada, de la que ya escribí el domingo pasado, la suerte me fue propicia. Coincidí con varias personas que querían hablar conmigo y yo con ellas. Y volví a darme cuenta de que no hay que gastar una fuerza hercúlea para ser nada más que normales. Y es que el calor de las palabras hace milagros. A veces.
 

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