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					Resulta difícilmente comprensible pensar que quien es capaz 
					de encadenar tres amplias mayorías absolutas consecutivas 
					pueda estar cuestionado en su propio partido. Y menos aún 
					cuando lo ha logrado rebasando –¡ahí es nada!– la barrera 
					del 65% de los votos en una ciudad en la que nunca nadie 
					antes había logrado la mitad más uno de los escaños de la 
					Asamblea. Uno de los alcaldes más votados en el país y el 
					más valorado de España después de casi 11 años como 
					presidente parece que para algunos son datos que carecen de 
					valor.  
					 
					Deben pensar, por tanto, que los ceutíes se han vuelto 
					locos, que el masoquismo les embriaga o que se ha impuesto 
					un castigo divino cuya penitencia pasa por elegir al 
					incompetente. Porque, de lo contrario, estaríamos hablando 
					simplemente de poder, del “quítate tú para ponerme yo”, es 
					decir, no importa el proyecto, ni el trabajo, ni la 
					capacidad ni los éxitos, “si no estoy yo, no vale”.  
					 
					Y ya lo dice el refranero español: No hay peor ciego que el 
					que no quiere ver. Porque lo cierto es que más de un mérito 
					deben haber visto los ceutíes en Juan Vivas para darle 
					semejante apoyo en las urnas –la última vez hace apenas ocho 
					meses– y semejante valoración en las encuestas. 
					 
					Juan Vivas ha proporcionado a Ceuta los mayores avances de 
					la historia reciente en materia de infraestructuras y 
					políticas sociales; ha ampliado los equipamientos sociales, 
					culturales y deportivos; ha mejorado exponencialmente los 
					servicios que presta la Ciudad; ha conseguido la suficiencia 
					financiera y la sostenibilidad de las cuentas públicas; ha 
					llevado los niveles de renta y de calidad de vida a las 
					medias nacionales y ha logrado dotar de estabilidad política 
					a una ciudad que estaba demasiado acostumbrada a que ningún 
					gobierno empezara y terminara una legislatura. Un 
					extraordinario balance, que debe ser pobre para quien no 
					quiere ver la transformación que ha experimentado la ciudad; 
					un cambio urbano e interno, de aspecto y de fondo que ha 
					hecho de estos últimos años la época de mayores avances de 
					la historia reciente de Ceuta. 
					 
					Los logros se han conseguido con una receta compleja, aunque 
					sencilla a simple vista: con capacidad, con dedicación y con 
					esfuerzo. Lo ha hecho una persona que llegó a la política 
					para servir y que se ha mostrado abierto al ciudadano. Una 
					persona de quien te puedes fiar, a quien le dejarías tu 
					empresa y a la que los ceutíes le han confiado –una y otra 
					vez y de manera rotunda– los destinos de su ciudad. Pero, 
					“los ceutíes están locos y no saben que lo que más le 
					conviene a la ciudad soy yo”, deben pensar algunos. Ya lo 
					decía Oscar Wilde: “Nada se parece tanto a la ingenuidad 
					como el atrevimiento”. 
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