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                     El mundo necesita hombres de 
					acción, capaces de dar respuesta a los muchos problemas que 
					se nos presentan a diario. Debemos concienciarnos y ser 
					personas de hondura, de pensamiento, lo que conlleva que 
					hemos de pensar como ciudadanos diligentes. Nuestra 
					naturaleza está en la acción. La ONU acaba de trazar sus 
					prioridades y las ha puesto en la bandeja de cada familia, 
					de cada cultura, de cada ser humano. Primero, el desarrollo 
					sostenible; segundo, la prevención de conflictos y 
					desastres, los abusos de derechos humanos y los retrocesos 
					en el desarrollo; tercero, la construcción de un mundo más 
					seguro, que incluya los principios fundamentales de la 
					democracia y los derechos humanos; cuarto, apoyar a las 
					naciones en transición; y quinto, trabajar para las mujeres 
					y los jóvenes.  
					 
					Somos lo que hacemos y somos ciudadanos en búsqueda 
					permanente. El plan de acción de la ONU hay que socializarlo 
					para que todos las civilizaciones del mundo participen, 
					cooperen y colaboren. Ya estamos hartos de palabras. Es hora 
					de acciones concretas, puntuales y rápidas. La excelencia 
					humana es el resultado de la acción ágil. Téngase en cuenta 
					que, nos volvemos pacifistas realizando actos pacíficos. En 
					cualquier caso, veo que hacen falta activistas de la 
					esperanza y de hechos que nos humanicen. El futuro de Europa 
					no radica en la economía, sino en la acción de unos y otros 
					en favor del europeísmo. El deseo de Europa tiene que ser 
					una realidad. Lo mismo sucede con otros continentes. También 
					el deseo de un mundo más habitable tiene que ser el espejo 
					de una acción continua y eficiente. El hombre a favor del 
					hombre tiene que oírse mucho más y nuestras convicciones 
					deben entrar en diálogo con la diversidad de moradores. 
					 
					El plan de acción de la ONU debe convertirse en una ley de 
					leyes, en una obligación ciudadana siempre dispuesta. 
					Sumemos las ideas, pongamos la semilla de la inquieta 
					acción, impulsemos el consenso con la diversidad de 
					pensamiento. No tenemos otra salida. Está bien propiciar 
					reuniones internacionales, pero si no pasamos de los 
					lenguajes a las vivas acciones, seguiremos perdidos, 
					desorientados y dormidos. El mundo tiene que desarrollarse 
					con menos egoísmos y más solidariamente. Esta es la cuestión 
					que debe afanarnos. De momento, la naturaleza nos habla y 
					nadie la escucha; el pobre se desconsuela y no tiene 
					consuelo por parte de los poderosos; las armas son un 
					negocio y nadie hace nada por empobrecer a los negociantes. 
					La muchedumbre de hambrientos eleva hacia nosotros su grito 
					de dolor, y nadie va en su auxilio. Todo esto acrecienta la 
					crisis mundial.  
					 
					Hay que inaugurar una nueva época que, realmente, converja 
					en el compromiso decidido de hombres y de pueblos libres y 
					solidarios. No sirven los grandes discursos, solo las buenas 
					acciones. Tampoco se precisan grandes acciones, sino 
					humildes realizaciones que no degraden el corazón de las 
					personas. La ONU nos entrega el pasaje de la reflexión. La 
					acción es el camino 
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