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OPINIÓN - DOMINGO, 29 DE ENERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

La educación va en serio
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Un prestigioso entendido en materia educativa señala a nuestro Sistema Educativo como “uno de los grandes males de la Patria” y apunta tres grandes exigencias básicas: la calidad, la creación de instrumentos para que exista una verdadera competencia y que el sistema funcione con eficiencia. Y añade: “la educación es la vía más segura para salir de la crisis y el instrumento más eficaz para transformar nuestra economía: para tal efecto es necesario la introducción de cambios sustantivos en su estructura y funcionamiento.

El nuevo Ministro de Educación anuncia una reforma “urgente” y, ya formado los altos cargos de su Ministerio, el camino de la reforma está en marcha, pero considera que el trabajo es “ingente”.

Su programa, ya esbozado en su toma de posesión, como prioridad, potenciar la Enseñanza Secundaria, al menos en los siguientes aspectos: una Bachillerato más largo –el Sr. Rajoy, en su investigación ya lo expuso- que tendrá tres cursos. Para tal efecto, requiere, entre otros aspectos: una reordenación cuidadosa de currículos, competencia, conciertos…

Luchas contra el abandono escolar. Un ataque de raíz. En este aspecto, con un porcentaje de 31%, España es uno de los peores países de la U.E. La estrategia, entre otras medidas es potenciar la Formación Profesional, teniendo en cuenta que muchos alumnos que abandonan la Secundaria, bien orientados, podían encontrar su camino en la F.P, además, que una buena F.P ayudaría a combatir el paro juvenil que, de inmediato sería una vía para insertarse en las empresas, según inspiración en el modelo alemán.

El Sr. Ministro en su toma de posesión, transcurrido algo más de un mes, hizo hincapié en que “había que mejorar la ‘excelencia’ prestando, al mismo tiempo, más atención a los “valores”, que traducido en reformas, significa prestigiar la figura del enseñante, recordando que el estatuto docente, ni se aprobó con el anterior Ministro. Fomentar los valores implica, del mismo modo, subir el listón para pasar los cursos, superándolos y en especial para ingresar en la Universidad, y no permitir que una devaluada prueba de Selectividad permita que todos la superen.

En la Enseñanza Superior, el Sr. Ministro piensa que el horizonte casi da miedo. Por un lado, la racionalización de las Universidades, es decir, fomentar las fusiones de Centros Superiores, o por lo menos reducir la multiplicidad y duplicidad de títulos. El diagnóstico generalizado es que sobran Universidades, o al menos, sobran titulaciones.

Poner las bases para una financiación transparente, quizás haya que subir las matrículas o quizás los claustros tengan que espabilar y buscar por ellos mismos los recursos.

El Sr. Ministro, sociólogo de formación, es un enamorado de la métrica: “En Educación, como en la mayor parte de las materias, no podemos confiar en aquello que no somos capaces de medir”.

“No tenemos ni una sola institución española, que en los escalafones internacionales aceptados, figure entre las 150 primeras del mundo, y este es un problema que nos tenemos que plantear. No se trata de una cuestión de recursos, como de gobierno eficiente. No tenemos establecido un sistema de gobernanza universitaria que sea eficiente y no tenemos una rendición de cuentas que funcione. En definitiva, no hemos sabido encontrar las palancas adecuadas para optimizar los resultados de la elaboración público-privada en el ámbito universitario.

¿Conseguirá todas esas metas? Está por ver. La Comunidad Educativa vive ya bastante soliviantada con los recortes a todos los niveles y, en general, con una cierta mala prensa. El nuevo Ministro quiere establecer un diálogo muy amplio y todo lo profundo que sea capaz de afrontar con la citada Comunidad.

Pero, ante todo, es conveniente tener presente que nuestra mejora no se producirá si los procedimientos de formación y selección del profesorado no se modifican, y si la permanencia en el puesto no se supedita al rendimiento alcanzado en su desempeño. En sentido contrario, a los docentes de cualquier nivel hay que dotarles de la autoridad y de los incentivos económicos suficientes para un eficaz ejercicio de su función. De la misma forma, los centros docentes de cualquier nivel tienen que ser dirigidos por auténticos especialistas, independientes y capaces y no sujetos a las demandas permanentes de sus electores.

Pero no todo puede dejarse en manos de los docentes o sus dirigentes. Es preciso involucrar mucho más a las familias en la educación, sobre todo universitaria, de sus hijos y, lógicamente, darles las posibilidades para que esa mayor presencia pueda ser objetiva. Los padres intervienen más en la marcha de los centros si han tenido antes la oportunidad de elegirlos.

Hay que simplificar la toma de decisiones hoy sometida, externa e internamente a un exceso de burocracia insoportable. La educación española está demasiado regulada. La libertad de definir los currículos y seleccionar a los alumnos y profesores prácticamente no existe. Todos actúan con las mismas normas y la misma rigidez.

En definitiva, necesitamos un sistema educativo con mayores dosis de libertad, calidad, eficacia, eficiencia, flexibilidad, competencia, cohesión y modernización. Y que apueste de forma más decisiva por la innovación, la cultura emprendedora y la internacionalización. No es una tarea fácil, pero nunca las cosas de la Educación fueron sencillas en España.
 

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