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OPINIÓN - LUNES, 13 DE FEBRERO DE 2012

 

OPINIÓN / AL SUR DEL SUR

El progresismo sectario
 


Juan Carlos Trujillo Muñoz
juancarlostrujillo@elpueblodeceuta.com

 

Permítanme comenzar mi colaboración de hoy rememorando una atapa clave en la consolidación de nuestro sistema democrático, la Transición Española, un periodo convulso en el que las manifestaciones, contramanifestaciones y atentados terroristas de grupos extremistas de la izquierda y de la derecha dieron paso al consenso con la legalización de los principales partidos políticos españoles. Un proceso que finalizó con la legalización del PCE tras la aceptación de su máximo dirigente, Santiago Carrillo, de la bandera rojigualda, la bandera de España. Un gesto que representó el final del totalitarismo y el comienzo de la democracia para todo un país fruto del sacrificio de todos los españoles.

Durante años, el espíritu conciliador de aquellos demócratas acompañó la actuación de los principales representantes políticos en la sociedad española. Un largo y fructífero periodo de tiempo finiquitado “ipso facto” desde el mismo instante en que el progresismo sectario español comprobó apesadumbrado el final de unos privilegios amparados exclusivamente en intereses partidistas tras comprobar como los españoles otorgaban su confianza mayoritariamente a una formación política que recogía un país despedazado consecuencia directa de años de corrupción para conducirlo por la senda del crecimiento económico.

La historia se repite una vez más aunque, agravada la situación tras siete años de desgobierno progresista que ha situado al país al vagón de cola de todos los países miembros de la Unión Europea, tras alcanzar el mayor índice de desempleo y la más alta cuota de déficit público. La reacción del progresismo español a la decisión mayoritaria de los españoles de otorgar su confianza al Partido Popular no se ha hecho esperar y aprovechando una sentencia unánime, contundente y clarificadora dictada por el máximo órgano judicial, el Tribunal Supremo, arremeter vehementemente contra la democracia española puesto que, cuestionar las instituciones democráticas del Estado es cuestionar la misma democracia.

El juez Baltasar Garzón ha sido juzgado en un proceso transparente, lleno de garantías a diferencia de lo que él hizo con los imputados del caso Gürtel. La sala de lo Penal del Alto Tribunal, por unanimidad, ha condenado al juez “estrella” a once años de inhabilitación con la consiguiente pérdida definitiva del cargo de juez por un delito de prevaricación, conculcar el derecho fundamental a la defensa de los ciudadanos. Es la primera ocasión en que se enjuicia un caso en el que se vulnera uno de los derechos garantizados por nuestra Constitución.

Las duras críticas vertidas en los últimos días contra la aplicación de la Ley a todos los ciudadanos por igual ejercida por quienes son incapaces de aceptar una decisión judicial cuando supuestamente ataca sus intereses muestra los verdaderos sentimientos del progresismo sectario, el verdadero talante de una izquierda española que no ha dudado incluso en regocijarse del sufrimiento de millones de españoles. Ahora, más que nunca, los demócratas debemos aunar esfuerzos en la defensa de nuestro sistema democrático.
 

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