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                     Hace algo más de tres meses 
					comenzó a circular una noticia no confirmada entre la gente. 
					O sea, un rumor que rezaba así: Francisco Antonio 
					González Pérez tiene todas las trazas de convertirse en 
					delegado del Gobierno si acaso su partido gana las 
					elecciones. Un triunfo que se daba por descontado. 
					 
					Cuando se produjo la mayoría absoluta del Partido Popular, 
					al cual pertenece Pacoantonio –hipocorístico por el que más 
					se le conoce en esta tierra- desde hace la tira de tiempo, 
					mucha gente afirmaba que su designación como representante 
					del Gobierno en Ceuta no tenía vuelta de hoja.  
					 
					También es verdad que había una minoría que no estaba tan 
					segura de que el hecho pudiera producirse. Y no me pregunten 
					las razones. A pesar de que yo formaba parte de ese grupo 
					compuesto por descreídos. De modo que un día en el cual 
					coincidí con González Pérez y Francisco Márquez, en 
					sitio adecuado, les pregunté si el rumor que circulaba tenía 
					visos de verdad. Y ambos me dijeron que sí. 
					 
					Debo confesar que yo he tratado muy poco a Pacoantonio. De 
					él sé igual que otra persona que le conozca nada más que por 
					sus declaraciones en los medios. Bueno, quizá algo más. Pero 
					muy poco. Y ese poco no nos ha permitido, salvo en dos o 
					tres situaciones concretas, ir más allá de la cháchara. 
					 
					No obstante, en cuanto González Pérez juró su cargo, y leí 
					sus primeras declaraciones sobre las Fuerzas y Cuerpos de 
					Seguridad, escribí que la quema de coches y los graves 
					problemas en el Príncipe nunca deberían ser atribuidos a 
					lenidad de la policía, a descuido de los jueces y, mucho 
					menos, a la blandura de una democracia auspiciada por el 
					gobierno socialista. 
					 
					Aparte de lo dicho, no tuve el menor reparo en reconocer que 
					el conocimiento de la ciudad por parte del nuevo delegado 
					del Gobierno le ayudaría muchísimo a cumplir con su 
					cometido. Y, desde luego, aun comprendiendo su estado 
					emocional de los primeros días en el cargo, reflejados en 
					sus declaraciones, hice mención a esos cien días de gracia a 
					los que todo cargo tiene derecho. 
					 
					Pues bien, cuando están a punto de cumplirse los cien días 
					de marras, no me duelen prendas destacar su labor. Labor que 
					está en sus principios, indudablemente, pero que hace 
					posible que se vayan generando grandes dosis de confianza en 
					su quehacer diario. Un quehacer diario que, según vengo 
					observando, está preñado de entusiasmo. El entusiasmo ayuda 
					a saber, y el que además contribuye a profundizar en lo que 
					se sabe.  
					 
					Con entusiasmo ha ido el delegado del Gobierno a ver al 
					ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, a fin de 
					ponerle al tanto de asuntos de suma importancia en materia 
					de seguridad. Como son los correspondientes a la 
					modernización de la frontera del Tarajal y, por supuesto, 
					para decirle la necesidad que hay de construir en “El 
					Príncipe Alfonso” una sede del CNP. 
					 
					En esa reunión, según he leído, participaron directores 
					generales de la Policía y de la Guardia Civil. Y González 
					Pérez regresó a su tierra con las bendiciones de todos. Y 
					con la promesa firme de que en cuanto haya dinero se 
					atenderán sus peticiones. Y el delegado del Gobierno, 
					político veterano donde los haya, ha sabido darle 
					importancia al lance. Como debe ser. Forma parte del 
					entusiasmo. 
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