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OPINIÓN - DOMINGO, 26 DE FEBRERO DE 2012

 

OPINIÓN / SNIPER

Ecos del islamismo marroquí
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

El pasado sábado 18 fue una fecha a recordar por el conglomerado de los “barbudos” magrebíes: por un lado la acomodada villa del barrio casablanqués de AÏn Chok, propiedad del ex abogado de los presos salafistas y actual ministro de Justicia y Libertades, Mustafá Ramid, acogió con contenido alborozo a los “cheiks” que dieron, de forma inconsciente o no tanto, soporte ideológico a la “Salafiya Yihadia” y que fueron recientemente indultados: Hassan Kettani, Abou Hafs y Omar Haddouch. A la recepción asistieron sonrientes y conocidos líderes del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), columna vertebral del actual gobierno marroquí. De Kettani particularmente (quizás también Abou Hafs) no tengo duda que ha emprendido tiempo ha su particular Camino de Damasco, tránsito que en cierto modo también está andando el ubicuo e inteligente Mohamed Fizazi, pero el tetuaní Omar Haddouch… es otra cosa: Haddouch no se ha arrepentido de nada y entiendo que mantiene su discurso radical, eventual antesala del terrorismo yihadista, dándole de todos modos en estas líneas el beneficio de la duda hasta que un día de estos pueda entrevistarme a fondo con él. Por otra parte, islamistas marroquíes de todas las corrientes han viajado hasta Argelia para asistir al congreso fundacional del Frente del Cambio, el partido argelino que aprovechando a sus favor los vientos de la “Primavera Árabe” pretende, ésta vez, presentarse a las próximas elecciones como alternativa islamista de gobierno y del que salió elegido Almenajid Menasra. Lejos queda el intento del FIS (Frente Islámico de Salvación) de forzar la mano en diciembre de 1991 a través de un golpe poselectoral, siguiendo el ejemplo de Hitler en Alemania en 1933 y que el régimen militar argelino logró frustrar a cambio de una sangrienta guerra civil que aún colea.

El joven soberano Mohamed VI recibió, a su llegada al trono, una pesada herencia. Entre ella, un islamismo radical emboscado como una espesa telaraña por todo el país, fruto de la generosa ayuda al régimen de su padre por parte del espeso wahabismo hambalí de Arabia Saudí que, con ella, pasaba una gruesa factura. Sabido es el soterrado desprecio que tienen los saudíes hacia la tradicional práctica del “morabitismo” del Islam oficioso del país, junto a su hipócrita desprecio a la vez que utilización sexual de la bella y sufrida mujer marroquí. Decía Hassan II que “Marruecos era como un árbol plantado en tierra africana cuyas hojas respiraban con el viento que venía de Europa”. Hoy día Marruecos está debatiéndose por su futuro: si su raíz africana es obvia, de sus ramas tiran por un lado el más o menos secular Occidente (Europa y Estados Unidos) y por otro el Islam árabe. Dentro del país, las dos corrientes miden sus fuerzas en una lucha sorda no exenta de fuertes tensiones.

¿La calle...? Si en unas eventuales votaciones pudieran presentarse, cada uno por su lado, los islamistas parlamentarios del PJD, los “adilistas” (entre el sufismo y los Hermanos Musulmanes) de la “jamaâ” de Justicia y Espiritualidad y un partido salafista radical… conformarían una sinergia o frente que podría darle vuelta al régimen y al que bien pudiera sumarse la formación política más afín, el oportunista e histórico partido neosalafista del Istiqlal, avalado ingenuamente en su momento por Aznar y el PP para integrarse en la Internacional Liberal. ¿Dónde se encontrarían sus oponentes ?: desde luego en las ciudades, con un conglomerado ideológico formado por un amplio y colorista arco político (desde el RNI a la USFP y desde luego el PSU de Nabila Munib, la atractiva líder emergente y corajuda del mismo) pasando por el Movimiento del 20-F y por supuesto en el campo, donde aun habita el 50% de los marroquíes, afectos a las corrientes sufíes animadas por un saneado movimiento “harakí” y el tradicional “fellah” (campesino) defensor del Trono. Las espadas están en alto. Tengan claro que los próximos años serán decisivos y sean conscientes de lo mucho que se está jugando en el vecino país. Visto.
 

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