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OPINIÓN - VIERNES, 2 DE MARZO DE 2012

 
OPINIÓN / COLABORACION

In memoriam Manuel Domínguez del Barrio (I)

Por Julián Manuel Domínguez Fernández


Cuando Jiménez Muro y García Viano le vieron entrar, supusieron que algo importante pasaba. Era una mañana calurosa de julio y la humedad de la cercanía costera la hacía poco pasable, más, si en el trabajo el jefe les obligaba a llevar corbata, al menos cuando estaban de servicio.

-Buenos días, ¿está Gilardi? Con demudado semblante, sudoroso, y pruebas inequívocas de excitación y nervioso, preguntó el sastre, que es como conocían a Manuel Jiménez.

A ninguno de los dos les agradó su presencia. Al agente Alcázar que pasaba por allí tampoco. Sabían que era el cabecilla de los republicanos de Larache, y que en su sastrería se reunía cotidianamente el grupo que capitaneaba, al igual que en la logia masónica de la calle Cónsul Zapico.

-Buenos días. El jefe no está.

-Necesito hablar con él urgentemente y de forma confidencial. Es necesario tomar medidas.

-Dígame Sr. Jiménez. Dijo Jiménez Muro.

-No sé, titubeó. Ustedes me inspiran confianza… Mi gente me confirma que hay un retén en el Destacamento de la Radio que prepara un golpe militar. Es necesario que lo sepa cuanto antes Gilardi, reiteró un par de veces.

Los agentes sabían de sobra a quienes se refería como su gente. Entre ellos lo más granado del republicanismo en Larache, algunos también masones y otros de ideología comunista o socialista. Llevaban controlándolos más de un año, y conocían el informe que en 1.931 había hecho el agente Millet sobre la logia masónica LIXUS y su tapadera en LA VÍNICOLA como Sociedad Lixus Humanité y también la investigación de 1.934 que llevó a dar con sus huesos en la cárcel de Tetuán a una veintena por actividades comunistas.

Entre ellos se encontraban Domínguez Del Barrio, Ferrer, Vázquez Castillo, Díaz Bosch, Matamala, Gambino, Madroñal, algunos funcionarios de correos y telégrafos, y militares, además del capitán veterinario Eulogio Fernández, el practicante Chacón y varios funcionarios municipales. Domínguez Del Barrio que de sus tiempos de guardia civil conocía a Jiménez Muro se había atrevido a decirle que estaban siendo vigilados militares y policías que eran o se significaban de derechas, de lo que este tomó buena nota. Desde el día 9 de julio se organizaron patrullas (como en otras ciudades del Protectorado) por turnos para vigilar los movimientos preparatorios del golpe en la Radio, la Misión Católica, la Academia Politécnica y la Barriada de Nador. Se camuflaban tras el Casino Español y tras la panadería de Izquierdo, a veces tras algunos domicilios particulares de militares y en el callejón donde se emplaza el Heraldo de Marruecos, el Jardín de las Hespérides y el Balcón del Atlántico. La vigilancia se realizaba hasta el amanecer dando cuentas al veterinario de todo lo acontecido en la misma, al darle novedades siempre en su Chevrolet. Su matrícula M.E. 1.204 estaba memorizada en todo el cuerpo de policía de Larache.

Ambos agentes de policía y Aurelio Rodríguez también destinado en la jefatura de Larache se habían quejado a Gilardi por la complacencia ante estas actividades y amenazaron con protestar ante el Interventor Regional. García Viano le pidió que solicitara la orden del Interventor Regional para poder cachearlos a partir de la una de la madrugada. La vigilancia solo disminuyó, pero continuaba establecida y el capitán veterinario Eulogio Fernández seguía recorriendo los puestos, dando órdenes y estableciendo contactos. Por eso encargaron a dos guardias de seguridad, por más señas al número 56, Justo Pastor y al 77 Sid Abdelah Ben Laarbi que controlasen los movimientos y a los ocupantes del Chevrolet del veterinario. El auxiliar indígena Fahsi se había cerciorado repetidamente de dichas circunstancias, y el teniente Reinoso le había dicho a Alcázar que le habían seguido con un automóvil de noche varios días antes y le habían amenazado también. Les unía una gran amistad.

Lo cierto es que solo dos días más tarde Reinoso sería abatido por disparos de sus propios soldados cuando intentaba tomar la central de telégrafos de Larache. Alcázar los relacionaría luego de forma directa con la muerte de Reinoso y además aborrecía a Gilardi muy próximo a las tesis republicanas y de izquierda y confidente del sastre, al que espiaba continuamente su ayudante Soto, amigo de algunos policías que facilitaron el golpe militar. Le acusaba de haber violado el secreto de sumario en las causas del teniente de la Mehalla de Larache Santos Hernández y del teniente farmacéutico Subirón. Y por eso montaron un servicio de contravigilancia. Lo que más le costaba digerir a Alcázar y a su amigo y compañero Aurelio Rodríguez es que el veterinario actuara de enlace con Gilardi y el capitán de la guardia civil Galán a los que les daban novedades diariamente.
 

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