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OPINIÓN - MARTES, 6 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / PLUMA DE SECANO

El 27-F, ni te cases ni te embarques
 


Manuel Corral
opinion@elpueblodeceuta.com

 

El pasado domingo me encontraba un tanto plomizo, ya se sabe que trasnochar y madrugar no caben en el mismo costal, y por eso lejos de machacarme corriendo por la ruta de los elefantes, esto es desde Benitez hasta Benzú, decidí sestear en el coche tirado como un parado más y dejando entrar el húmedo arrullo de la brisa marinera, ele, sin fustigar mis ojos que no obstante se vuelven irrespetuosos al paso de las féminas cuya anatomía en movimiento corta el aire al trotar por la senda misma. Más ele. Si el loro no canta es sencillamente porque no quiero, que no sintonizo la música no porque el dial esté pasado como este escribidor sino porque se la tengo reservada a un primor, que me pide con insistencia pertinaz, creo que hasta obsesiva ya (¿Es que uno y su gorgojo como cántico de ruiseñor no le vale como melodía? Bueeeno), que arregle la puñetera radio. Vale, puede que sea por un rapto de neuronas o bien por envite de un juego amoroso que no termina de convencer a las partes, así están las cosas. En empate.

El caso es que me viene a la memoria, quizá porque mi vista sigue la estela de un reactor allá en el cielo claro, aquél vuelo de Iberia cuya sigla y madrinaje uno no recuerda, ni quiere, en un día cualquiera, digamos un 27 de febrero, barruntada la primavera del año 2008, en que desde su despegue de Gibraltar hasta su exitoso final (qué si no, de lo contrario hoy no les daría a ustedes la tabarra), que por fallo en la turbina del ala izquierda por la succión de unas gaviotas, quiero creer que malcriadas en ese pedacito de la pérfida Albión, aterrizó de emergencia en el aeropuerto de Málaga, en lugar de hacerlo en Barajas, su destino.

Yo no sé si me ensucié los pantalones o perdí el control del otro esfinter mojándole en el cogote al vecino de delante -perdón por lo escatológico-; por cierto, ¿era varón o mujer? Lo que sí se es que al piloto, al que por supuesto ya en tierra y no antes de sentir que me habían dejado de flaquear la piernas y de recomponer mi figura por fin, le dí las gracias verbalmente a la par de mirarle a sus ojos cristalinos como de ángel, tal cual se mira embobado al héroe justiciero que salva a su chica de las garras del malvado.

El piloto español acertó en una maniobra muy ajustada al girar picando por encima de la mole rocosa, justo cuando el motor averíado más renqueaba, bramava, acojonaba, incluso parecía reír el muy cabrón hasta que dejó de funcionar silbando las aspas al albur sólo de la brisa marina. Similar a la que ahora me acaricia el cuerpo, en tierra firme.

Fue entonces y sólo entonces, en que se supone que con el aplomo que llevan en la sangre estos conductores de la Wels&Fargo alada cuyo aprendizaje les costaría sudor y lágrimas, money también en las academias pseudoamericanas, el piloto con su par de albaidas se sirvió del motor derecho sano y salvo del plumerío joputa y aprovechando la velocidad que había conseguido el avión en el despegue, continuó el ascenso ganando mayor altitud y así -vuelvo a suponer, porque la suposición es el arma con el que nos defendemos los putos ignorantes- poder llevar mucha velocidad a mayor altura (todavía dudo si el piloto, en un gesto cristiano redentorio de pecados, pretendía acercarnos a saludar de paso al bueno de San Pedro, quien sonriendo, viéndonos mudos de espanto asomados a los ventanucos del avión pálidos nuestros caretos como la cera, parecía exclamar: “pobrecicos parias de la tierra..”) para que la velocidad bajase y poder llegar planeando cual trazo de tiralíneas a buen destino. ¡Uufff!

Sorteados los equipos de rescate, bomberos, ambulancias, policías, guardiaciviles, azafatas y un largo etcétera de personal que no dejaba de mirarnos como extrañados, sorprendidos por ver a un grupo numeroso de supervivientes desfilar entre ellos -mal claro, qué esperaban, ¿que marcharamos marciales cual paso de la legión?-, sólo me restaba atizarle un sonoro corte de mangas al fatídico día: 27 de febrero. Fecha de la que alguno que yo me sé huye como de la peste. El 27-F ni te cases ni te embarques. Ojú.
 

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