| 
                     Si en una larga columna a finales 
					de octubre del año pasado saludaba las “elecciones del 
					jazmín” y la madurez del pueblo tunecino, al día de hoy mi 
					percepción en líneas generales no ha cambiado, pese al 
					inquietante giro que parece estar forzando el partido 
					islamista “Ennhada” (Renacimiento) vencedor en las últimas 
					elecciones , con una mayoría relativa en la Asamblea 
					Constituyente acaparando 89 de los 217 escaños. En síntesis, 
					a lo largo de un año la Asamblea debe alumbrar una nueva 
					Carta Magna y dar luego paso a nuevas elecciones, 
					encontrándose aquí el primer escollo a salvar pues, no 
					satisfechos con el artículo primero sobre el que parecía 
					haber consenso y que proclamaba el Islam como religión 
					oficial del Estado, algo que a más del 40% de los tunecinos 
					les parece suficiente como muestran algunos recientes 
					sondeos por internet, Ennahda pretende ahora en boca de su 
					portavoz parlamentario, Sahbi Atig, fundamentar toda la 
					nueva Constitución en el Islam pues “separar la política del 
					Islam atacaría los fundamentos del pensamiento islámico”. 
					Algo sobre lo que, abiertamente, también insiste en 
					Marruecos el líder salafista (aunque no acepte el 
					calificativo) Mohamed Fizazi, según se desprende de sus 
					últimas declaraciones en sintonía con lo que hace meses le 
					había confiado a este escribano. 
					 
					¿Pretende Ennahda un estado teocrático…? ¿Y el resto de los 
					movimientos islamistas del Magreb…?. ¿Acaso las elecciones 
					democráticas no serían solo una palanca para acceder al 
					poder y, desde arriba, remodelar la sociedad a su antojo…?. 
					Recordemos las palabras del líder de Ennhada, Rachid 
					Gannushi, quien aparentemente se había comprometido con el 
					juego democrático señalando que la sociedad tunecina no iba 
					a vivir bajo la presión religiosa, pero ahora en su proyecto 
					de reforma constitucional Ennahda pretende que el artículo 
					10 subraye que “la sharía (ley islámica) sea la principal 
					fuente de derecho”. ¿Tendría finalmente razón Mohamed Charfi…?: 
					Presidente de la Liga de Derechos Humanos y ex ministro de 
					Educación y Ciencias entre 1989 y 1994, en su libro “Islam y 
					Libertad” afirma sin ambages que “El proyecto de sociedad 
					por el que luchan los integristas es el del totalitarismo 
					religioso”, advirtiendo sobre el emblemático Gannushi que 
					éste, a lo largo de sus años de exilio en Europa, habría 
					logrado “enmascarar su doctrina totalitaria con un barniz 
					democrático”. Escribí entonces que ni Túnez es la Argelia de 
					los noventa ni Ennahda es el FIS (Frente Islámico de 
					Salvación). Ahora bien, si aprovechando el viento de la mal 
					llamada “Primavera Árabe” los movimientos islamistas 
					pretenden manipularlos para “hacer su agosto”, los 
					movimientos islamistas deben ponerse entonces en cuarentena, 
					en el Magreb y en Europa, al precio que haga falta. Si el 
					llamado “islamismo político”, en Túnez o en otros países del 
					Magreb, pretende entrar en los Parlamentos (en incluso 
					acceder al gobierno) como virtuales “Caballos de Troya” para 
					desde ellos dar un peculiar golpe de Estado e imponer la 
					sharía a toda la sociedad (que una gran parte de ella no 
					acepta)… entonces habrá que adelantarse a los 
					acontecimientos, poniéndolos eventualmente fuera de la ley 
					y, si hace falta, acosarlos y eliminarlos como hizo el 
					ejército argelino en su momento. Y cortándoles ésta vez el 
					exilio como refugio en la estúpida Europa. Porque, en cuanto 
					a sus fines, según parece no hay islamismo moderado: al 
					final del camino, la sharía. 
					 
					En Marruecos el actual presidente del Gobierno, Abdelilah 
					Benkirán, lo comentaba en uno de los mítines del PJD cara a 
					las elecciones del 25 de noviembre: “Somos musulmanes, pero 
					estamos en el siglo XXI y debemos sintonizar ambas 
					realidades”. Esa es la cuestión aunque, ¿por qué la libertad 
					de conciencia les asusta tanto a los islamistas…? ¿Acaso 
					tienen un miedo congénito a la libertad?. En cualquier caso, 
					“Obras son amores y no buenas razones”. O si lo prefieren: 
					“Por sus hechos los conoceréis”. Visto. 
   |