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                     Hasta el miércoles -por la tarde- 
					no tuve la oportunidad de leer ‘Ceuta Siglo XXI, revista de 
					actualidad y cultura de Ceuta’. Miento: lo único que he 
					leído hasta ahora, dejándome llevar por el sumario, es la 
					entrevista que le hizo Cristina Rojo a Cecilio 
					Gómez Cabrera: director provincial de Educación. 
					 
					La penúltima pregunta que le hace la periodista al 
					entrevistado, trata de cómo España está saturada de personas 
					con títulos universitarios, sin que puedan acceder a ningún 
					trabajo, mientras que la formación profesional parece ser 
					que está devaluada. Y el director provincial del MEC 
					responde que quizá potencial adecuadamente la Formación 
					Profesional sería la mejor solución para quienes carecen de 
					habilidades para los estudios.  
					 
					El quizá sobraba. Ya que es una necesidad volver a los 
					tiempos en que los jesuitas hicieron de la formación 
					profesional un auténtico vivero de alumnos capaces de ser 
					ebanistas, fontaneros, electricistas, torneros, carpinteros, 
					mecánicos, chapistas, pintores, impresores… 
					 
					De ahí que las llamadas Escuelas Profesionales de la Sagrada 
					Familia (Safa) tuvieran, desde comienzos de los años 
					cincuenta, una misión importantísima en toda Andalucía. Para 
					muestras estaban los centros de El Puerto de Santa María y 
					los de Jaén. Donde la escuela de Úbeda, tan celebrada por 
					Antonio Muñoz Molina, destacaba sobremanera. 
					 
					Al frente de aquellos colegios estaba la figura 
					inconmensurable de Bermudo de la Rosa. Jesuita a 
					quien no se le ha reconocido todavía la labor que hizo a 
					favor de los niños más desfavorecidos. Hijos de familias 
					pobres y de padres que aún estaban en la cárcel purgando sus 
					ideas contrarias al Régimen ganador. 
					 
					Pero, dejando a un lado los problemas de la época, lo que en 
					esos colegios se hacía era algo que habría que hacer cuanto 
					antes con los alumnos actuales. Averiguar sus aptitudes. 
					Pues ya sabemos que todos los padres desean, por encima de 
					todo, que sus hijos estudien una carrera para ser abogados, 
					médicos, arquitectos periodistas, bibliotecarios, 
					ingenieros, etcétera. Pero jamás se preguntan si realmente 
					sus hijos están capacitados para conseguirlo. 
					 
					Labor que se cumplía en la Safa. Haciendo un examen de 
					capacidades: 1. Capacidad verbal: compresión verbal, 
					capacidad para comprender el lenguaje escrito y oral. 2. 
					Capacidad numérica: capacidad para comprender cálculos 
					numéricos. 3. Originalidad: creatividad, originalidad en el 
					empleo de palabras. 4. Memoria: recordar con facilidad, 
					retentiva y evocación eficaz. 5. Percepción: capacidad para 
					advertir los detalles de las cosas. 6. Razonamiento: 
					capacidad de analizar las cosas de un modo lógico. Y así 
					sucesivamente. 
					 
					Luego, todos los alumnos pasaban por distintos talleres para 
					practicar y saber cómo se le daban las distintas profesiones 
					que existían en el colegio. De modo que universitarios 
					terminaban siendo aquellos que daban la talla y a los que se 
					les hacía estudiar una carrera acorde con sus capacidades ya 
					demostradas. Los otros, en cambio, acababan siendo maestros 
					extraordinarios en la especialidad escogida, según sus 
					aptitudes. 
					 
					Aquella enseñanza, a cuyo frente estaba el padre Bermudo de 
					la Rosa, hizo época en todos los sentidos. 
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