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OPINIÓN - VIERNES, 9 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Formación profesional
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hasta el miércoles -por la tarde- no tuve la oportunidad de leer ‘Ceuta Siglo XXI, revista de actualidad y cultura de Ceuta’. Miento: lo único que he leído hasta ahora, dejándome llevar por el sumario, es la entrevista que le hizo Cristina Rojo a Cecilio Gómez Cabrera: director provincial de Educación.

La penúltima pregunta que le hace la periodista al entrevistado, trata de cómo España está saturada de personas con títulos universitarios, sin que puedan acceder a ningún trabajo, mientras que la formación profesional parece ser que está devaluada. Y el director provincial del MEC responde que quizá potencial adecuadamente la Formación Profesional sería la mejor solución para quienes carecen de habilidades para los estudios.

El quizá sobraba. Ya que es una necesidad volver a los tiempos en que los jesuitas hicieron de la formación profesional un auténtico vivero de alumnos capaces de ser ebanistas, fontaneros, electricistas, torneros, carpinteros, mecánicos, chapistas, pintores, impresores…

De ahí que las llamadas Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (Safa) tuvieran, desde comienzos de los años cincuenta, una misión importantísima en toda Andalucía. Para muestras estaban los centros de El Puerto de Santa María y los de Jaén. Donde la escuela de Úbeda, tan celebrada por Antonio Muñoz Molina, destacaba sobremanera.

Al frente de aquellos colegios estaba la figura inconmensurable de Bermudo de la Rosa. Jesuita a quien no se le ha reconocido todavía la labor que hizo a favor de los niños más desfavorecidos. Hijos de familias pobres y de padres que aún estaban en la cárcel purgando sus ideas contrarias al Régimen ganador.

Pero, dejando a un lado los problemas de la época, lo que en esos colegios se hacía era algo que habría que hacer cuanto antes con los alumnos actuales. Averiguar sus aptitudes. Pues ya sabemos que todos los padres desean, por encima de todo, que sus hijos estudien una carrera para ser abogados, médicos, arquitectos periodistas, bibliotecarios, ingenieros, etcétera. Pero jamás se preguntan si realmente sus hijos están capacitados para conseguirlo.

Labor que se cumplía en la Safa. Haciendo un examen de capacidades: 1. Capacidad verbal: compresión verbal, capacidad para comprender el lenguaje escrito y oral. 2. Capacidad numérica: capacidad para comprender cálculos numéricos. 3. Originalidad: creatividad, originalidad en el empleo de palabras. 4. Memoria: recordar con facilidad, retentiva y evocación eficaz. 5. Percepción: capacidad para advertir los detalles de las cosas. 6. Razonamiento: capacidad de analizar las cosas de un modo lógico. Y así sucesivamente.

Luego, todos los alumnos pasaban por distintos talleres para practicar y saber cómo se le daban las distintas profesiones que existían en el colegio. De modo que universitarios terminaban siendo aquellos que daban la talla y a los que se les hacía estudiar una carrera acorde con sus capacidades ya demostradas. Los otros, en cambio, acababan siendo maestros extraordinarios en la especialidad escogida, según sus aptitudes.

Aquella enseñanza, a cuyo frente estaba el padre Bermudo de la Rosa, hizo época en todos los sentidos.
 

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