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OPINIÓN - MARTES, 13 DE MARZO DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

La Ceuta del “landismo”

Por Nuria de Madariaga


Una carretera ceutí convenientemente señalizada con sus rayas blancas y un habitante de la zona que entiende que la señalización no es más que un incómodo obstáculo para poder aparcar, así que pinta las rayas blancas de negro y los conductores ya no saben si están en un doble sentido, si se permite girar ni si se puede adelantar. Caos total, mientras “que la señalización aparece astutamente camuflada”. Hasta que llegan las denuncias porque con el civismo y las normas de convivencia que exaltan el respeto y las buenas maneras algunas personas se han vuelto denuncionas.

¿Y cómo se debería interpretar la iniciativa de borrar unas señales porque molestaban? ¿Es una conducta abiertamente antisistema y de matices libertarios? Desde luego que el hecho es ilícito y además constituye una conducta punible ya que pone en peligro la seguridad de los conductores. La solución para las rayas que incordiaban pertenece a la España del “landismo” que era la del chiste fácil y la carcajadota grosera, la de “la picardía al poder” y la de las suecas de Torremolinos, lógico que cómo periodo histórico y sociológico merezca todos los respetos, máxime cuando inmediatamente después llegó la ansiada libertad.

¿Y qué le sucedió al fotógrafo que fue a cubrir tan genuina anécdota de la picaresca española? Pues que le pregonaron por entrometerse y por ir a “oler”, confundiendo sin duda el testimonio gráfico del informador con una tentativa de delación. Ese acto constituye un pésimo ejemplo y una clara inducción a que más de uno y más de veintiuno se lance a hacerse con pintura amarilla para acotar un buen aparcamiento a la puerta de su vivienda o que la población comience a preguntarse por las razones de no poder aserrar un incómodo disco de tráfico, máxime si la señal implica una prohibición.

Ya saben, puras contestación social y rebeldía en plan “las calles para quienes las utilizan” y mucho invocar el agravio comparativo ante los espacios de parkings acotados a los coches oficiales, sean de la Autoridad que sea, con excepción de los médicos que siempre llevan la lógica prisa por llegar al trabajo para salvar vidas y de los abogados, que siempre hemos de ir con la lengua fuera para salvar libertades.

Pero lo esencial de esta anécdota es el peligro de simbiosis y de que cunda la iniciativa de erradicar todo lo que implique molestias o limitaciones y entre la sierra para las señales y la pintura para borrarlas, Ceuta se convierta en una “ciudad sin ley” que corresponde al “territorio comanche” del que hablara Pérez- Reverte, todo en plan bosnio y balcanizado, es decir, genuina “manga por hombro”.

Otro riesgo es que el improvisado pintor-camuflador, al no haber podido ser identificado por la Policía Científica y ante el hecho de que el Delegado no quiere llamar al CSI porque los gastos de desplazamiento suben mucho, reincida en su malevolencia y al son figurado de la melodía de “la pantera rosa” y ante la falta de respuesta penal, vuelva a emerger en plena madrugada, con el bote de pintura negra y la brocha en ristre, crecido al haber quedado su ilicitud impune y vuelva a las andadas. ¿Quien garantiza que no lo hará? A quien le da la vena de sabotear señales, sabotea señales, porque es una conducta tan adictiva como ir al bingo, si el pirómano quema por pasión el “señalómano” ataca señalizaciones y señales por devoción.

Se requiere en este caso la colaboración ciudadana y se advierte de que si observan cómo un vecino, aunque su apariencia sea totalmente honorable, se acerca a la acera con una lata de pintura negra, amarilla o azul y mirando furtivamente alrededor, no duden de sus malas intenciones y llamen a la policía, para que caiga sobre él todo el peso de la ley.
 

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