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cultura - VIERNES, 16 DE MARZO DE 2012


carmina macein. lucio villalba.

LA CRONICA
 

La Fundación Carmina Maceín: el riad del Arte de Tanger

Emplazado en el corazón de la Kashba el Museo de Arte Contemporáneo es el más importante del Norte de África
 

CEUTA
Nuria de Madariaga

ceuta
@elpueblodeceuta.com

La Fundación Carmina Maceín es mucho más que un museo de arte contemporáneo en el que se atesoran obras de los grandes artistas, porque existe una confluencia de factores mágicos en torno a la fascinante figura de esta madrileña universal.

Del éxito y el glamour incuestionables de la Galería Skira en plena Milla de Oro del barrio de Salamanca de Madrid, a trasladar obras y experiencia a Tanger, donde es considerada la gran dama del Arte, contando siempre con el apoyo de su admirada y ya descansada amiga la Princesa Lalla Fatima Zohra, a la que quiso dedicar su segundo libro “Souvenirs de Tanger”.

Decir “Carmina Macein” es recordar a Pablo Picasso “el tío Pablo” y a la familia Vilató-Picasso con quienes discurrió buena parte de su adolescencia y juventud, marcándola artísticamente y haciendo de su paso de Doctora en Letras por Oxford a gran experta , marchante, galerista y coleccionista, una consecuencia natural y previsible. Hablar de Carmina es hacerlo de los años de “la gauche divine” en Cadaqués junto a su gran amigo Salvador Dalí para el que ha diseñado una gruta encantada en el museo tangerino. Y es hacerlo de Camilo José Cela y de sus “Gavillas de Fábulas sin amor” junto a Picasso o de los extraordinarios “Papeles de Son Armadams”.

La historia del arte contemporáneo español no podría escribirse sin la magnética presencia de Carmina y menos aún sin sus conocimientos. Siempre cuento que “salí de su casa para casarme” y que en mi habitación de ese precioso rincon de El Viso compartí espacio con los Retratos Imaginarios de Picasso y tuve el privilegio de residir en una pura expresión artística donde se mezclaban técnicas y estilos. Entre la morada de mi amiga del alma y la propia Galería Skira había poca diferencia en cuanto a calidad-museo de las numerosas obras.

Años 80 de la movida madrileña con la Maceín cómo una de sus musas por derecho propio, enamorando espiritualmente a Tete Montoliú, con un inmenso Miró adornando uno de los muros de la galería (hoy se encuentra en el museo), la elegante presencia de Alfonso de Borbón en aquella cena inolvidable donde se expusieron las “Cármenes” picassianas, ignorando en aquellos dorados años de la movida que, más tarde, sería el hijo de Alfonso, Luis Alfonso de Borbón, el llamado a presidir la Fundación y a vivir junto a la genial Carmina, multitud de apasionantes aventuras en la maravillosa ciudad atlántica y marroquí.

Del fastuoso palacete bautizado con el nombre de “El elefante blanco” a cambiar sus regios salones, testigos de mil recepciones, por la sobriedad ajardinada del antiguo riad en el que emplaza el museo. Construcción laberíntica construida en terrazas como los antiguos palacios árabes, pasillos, salas, salones, grutas, rincones que constituyen una sorpresa, ventanas ojivales abiertas a la inmensidad del Atlántico, un improvisado palmeral junto a la alberca, suelos que son de por sí otra obra de arte y la genialidad del pintor Roselló, telúrico en sus cuadros de seres mitológicos con ojos de gacela, fabricando inmensos murales de belleza casi irreal y adornando con faunos que roban flores los lugares más insospechados.

Dicen los críticos que uno de los rasgos distintivos de la excepcional pintura del catalán Roselló es que expresa los ojos de Carmina Maceín en cada obra, será que la mirada de quien, en la adolescencia, vio pintar a Pablo Picasso, en la juventud departió, compartió sueños esotéricos con Salvador Dalí, fue silente invitada al taller de Miró, amiga personal de Camilo José Cela que le brindó picardías y genio literario por arrobas. ¿A quien no conoció Carmina Maceín en aquellos años dorados?

Así pudo atrapar el esplendor de una época inolvidable y trasladarlo a su particular “sueño tangerino”, que tenía que ser un mágico riad y tenía que estar en el corazón de la Kashba y bañado por la sombra del sol y la luz de la luna. Resultaría extremadamente convencional denominar al museo de Carmina Maceín como el más importante centro de arte contemporáneo del norte de África, aunque lo sea y así de reconozca, pero el riad del arte de Tanger es mucho más que salas y grutas con los muros cargados de obras maestras de gran valor, es más que estancias y terrazas como soporte de magníficas esculturas, porque el misterio que logra desprender con el alarde decorativo que lo caracteriza, le hace caer en la irrealidad de un lugar que parece latir con un corazón propio por el que fluye y al que traspasan la apasionante biografía de su propietaria, el valor intrínseco de las innumerables obras de arte, la majestuosidad del mar atlante y bravío contemplado desde las balconadas, los suelos con guiños de espejos y de cerámicas que son suelos de olas atrapadas de los mares y la luz de Tánger, dorada y resplandeciente, empapando el riad y haciendo sombras chinescas al colarse por ventanas y balcones. Luz enamorada de los tapices picassianos, del silencio de la gruta de Dalí, de la gran sala de Roselló con sus matices azulados que enamoraron a Paul Bowles, de los dibujos encantados surgidos de la mística imaginación de la gran pintora Eva de Hoces. ¿Donde sino en el riad soñarían con estar Bayard Osborn y Gonzalo Sebastián de Erice?. Trazado con la simbología de la belleza, el riad que alberga la Fundación Carmina Maceín es prodigiosamente simbólico e inenarrablemente bello.
 

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