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OPINIÓN - VIERNES, 16 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Los fraudes del padrón
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

En el edificio donde tengo mi residencia, en la ciudad de Mataró, existía una situación de carácter social estilo burgués alto.

Sus cuarenta viviendas estaban habitadas por familias catalanas de larga tradición social, la mayoría empresarios comerciales y funcionarios,

La tranquilidad por la convivencia era genial, salvo algún que otro roce con algún vecino bastante quisquilloso, y la existencia de esa comunidad transcurría como navegando con un bote en una balsa de aceite.

Hoy en día, diez años después, esa comunidad ha desaparecido.

Algunos siguen aún aferrados a su vivienda; otros se largaron a sus pueblos de origen al jubilarse; muchos fallecieron por el camino abandonando piso y enseres…

Hoy en día son caras largas las que se cruzan en la zona común de acceso a la vivienda, vestíbulo, y poco a poco se está convirtiendo en el vestíbulo principal de la ONU, sucursal Mataró, por la cantidad de extranjeros que circulan por ahí.

En el piso donde está mi casa, con cinco puertas, cuatro de ellas pertenecían a viviendas de gente catalana al 100% y la quinta correspondía a un paraguayo que lleva mucho tiempo aquí.

Hoy sólo quedamos dos españoles, el resto son chinos, subsaharianos, ecuatorianos, etc.

Esto no me importa en absoluto, siempre que cumplan las más pequeñas normas de convivencia en comunidad de vecinos.

Lo que verdaderamente me preocupa es que los extranjeros cambian constantemente. Caras nuevas a cada momento, imaginándome yo si no existiría una clínica de “transformers”.

Lo malo de todo esto es que muchos de estos vecinos extranjeros aceptan ofrecimientos para que otros extranjeros anoten su residencia en esos domicilios, con vistas de obtener el codiciado certificado del padrón de habitantes.

No es lógico que los ayuntamientos concedan certificados, a los inmigrantes, a mansalva sin comprobar “in situ” la residencia real del solicitante y si su estancia es más que la meramente turística o de paso.

A los cientos de miles de vagabundos, personas que se ven forzosamente obligadas a vivir en la calle vía desahucios, que sin embargo son españoles, les niegan ese certificado, aún comprobando toda la legalidad del caso…

Así que no es de extrañar, dada la permisividad de los ayuntamientos, que los moros, mejor dicha, las moras, sigan cruzando la frontera con hijos a cuestas y los inscriba en el padrón de habitantes de la ciudad con lo que, al paso del tiempo, todos los habitantes de la misma sean musulmanes marroquíes, ceutíes por abuso de ley y con derecho a convertir la ciudad en una más del reino alauita.

Astuta jugada de larga duración que, si no le ponemos remedio, acabará con nuestras ilusiones de pasar los veranos en la ciudad natal.

Lo que no acepto, llámenme como quieran llamarme, es ‘entregar’ nuestra sanidad y ofrecer nuestras instituciones a habitantes de un país ajeno.

A no ser que se obtengan pingües beneficios de los enfermos marroquíes que arriban cada día. Beneficios que no repercuten en las arcas públicas a lo que se ve.

Este es el primer fraude de ley que se ha de investigar: los beneficios.

Abogo, firmemente, por no inscribir a los niños marroquíes nacidos en Ceuta en el registro civil de la ciudad, por cuanto son, antropomórficamente, marroquíes al cien.

Suena raro que una familia que tenga su domicilio real en Tetuán, inscriba a los hijos en Ceuta, lo que legalmente constituye abandono de familia ¿no?, pero resulta que una vez inscrito en el Registro Civil ceutí, vuelven a su casa en Marruecos y continúan con su vida asilvestrada…
 

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