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OPINIÓN - DOMINGO, 18 DE MARZO DE 2012

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre

LUNES 12.

La crisis, más tarde que en la península, mucho más tarde, ya se ha instalado en esta ciudad. Lo he notado hoy cuando paseaba por el centro. Un centro carente del bullicio que la caracterizaba hasta hace nada. La alegría de las calles transitadas por el gentío ha desaparecido. Y se nota en el ambiente un deje de tristeza. De esa tristeza que produce el saber que se vive bajo el signo de la más absoluta precariedad. La que indica que en cualquier momento nos podemos quedar sin trabajo y sin la menor esperanza de encontrar otro. Reina, pues, la incertidumbre por doquier. Muchas personas viven con el temor de que al llegar al tajo le comuniquen lo peor: que han sido calificadas de prescindibles en el currelo. Cierto es que en esta ciudad hace tiempo que los comercios dejaron de funcionar como lo vinieron haciendo en los tiempos en que los bazares parecían máquinas de hacer dinero. Pero tampoco es menos cierto que los componentes del sector terciario están también sufriendo la crisis de los recortes salariales. Lo cual se nos antoja motivo más que suficiente para que la economía de la ciudad comience a dar signos evidentes de debilidad. Una situación que, además de generar pobreza, redunda en contra del carácter de las personas. A partir de ahora dar los buenos días será artículo de lujo.

Martes. 13


Hacía un siglo que yo no veía a Inmaculada Vivas Lara. A quien todos sus amigos nominamos por el hipocorístico de Conchi. A Conchi la conozco yo hace la friolera de treinta años. Y rara era la noche en la cual no compartíamos tertulia en los sitios que solíamos frecuentar entonces. Hoy, cuando hemos coincidido en la plaza de Menahem Gabizón, nos hemos puesto a charlar de aquellos tiempos en los que Ceuta era total y absolutamente distinta a la actual. Ni mejor ni peor. Pero distinta, claro está. Conchi lleva un perro blanco que es una preciosidad. Y a mí, que los perros me chiflan, se me van los ojos detrás de un can que, según mi amiga, le proporciona compañía. Y allá que pegamos la hebra sobre ellos. Conchi me preguntó por el mío, y le hablé así: Mi perro discurre más que muchas personas, además de ser muy bueno y cariñoso. Los perros, como podrás comprobar tú, son “animalitos muy ordenancistas y consuetudinarios que recuerdan siempre lo que han conocido una vez, y es que les gusta ver todo en orden y como Dios manda”. La risa de Conchi hizo acto de presencia. Luego, así como quien no quiere la cosa, pasamos a charlar de otras cosas. De las que creo conveniente no decir ni pío.

Miércoles. 14


En El Mentidero, local que regenta Jesús Vázquez Calleja, he vuelto a tomar el aperitivo con José Pérez García. Y he aprovechado la ocasión, una vez más, para compartir con él la copa de la amistad y de la palabra. Aunque con Pepe llevo yo hablando desde que llegué a esta ciudad. Cuando éste era propietario del bar Canarias: el cual estaba siempre de bote en bote. Pepe, además, me devolvía por las noches la visita al Pub Tokyo: establecimiento que yo dirigía. Conversar con Pepe ha sido siempre un motivo de satisfacción para mí. De él sólo me cabe decir que es una persona excelente. Amable, educado, y siempre dispuesto a departir con sus amigos, que son muchos. En esta ocasión, Pepe y yo hemos recordado aquellas noches donde solíamos hacer de la cháchara el mejor medio para disfrutar de los momentos que vivíamos. Que no eran malos. De ningún modo. Y, aunque tiempos pasados nunca fueron mejores, hemos llegado a la siguiente conclusión: que los actuales nos están haciendo dudar.

Jueves. 15

José María Ramírez fue siempre muy respetuoso conmigo. Ahora lo sigue siendo como lector. Empleado en la compañía Transmediterránea, un día me puso al tanto de su carrera como futbolista. Y caí en la cuenta de que yo había oído hablar de él mucho y bien. Tuvo, entre otros entrenadores, a José Sánchez Pérez, “El Trompi”. El Trompi había brillado cual jugador en el Granada de los años cuarenta y cincuenta. Futbolista genial, cuyo juego se basaba en regates inverosímiles, fintas esplendorosas, pases geniales, y asimismo era capaz de usar todas las superficies para golpear el balón con una precisión deslumbrante. De él, de Trompi, me habla Ramírez con admiración, cuando nos vemos hoy por pura casualidad en sitio céntrico. Fichado por el Atlético de Madrid, y cedido al Carabanchel, a Ramírez lo recomendó Lesmes al Valladolid, y luego perteneció al Albacete. Ramírez era un futbolista extraordinario. Que bien pudo alcanzar logros importantes. Pero se quedó a mitad de camino. Vaya usted a saber por qué. Con José María Ramírez llevo yo hablando de fútbol hace la tira de años. Lo que unido a la mucha ley que le tengo, bien sabe él que estoy siempre a su disposición.

Viernes. 16

En el Hotel Tryp coincido con Abdelhakim Abdelselam Al-Lal, Consejero de Sanidad y Consumo. Y, como siempre que ello ocurre, surge el parrafeo. Es decir, que la conversación nos cunde. Así que tenemos tiempo de charlar de la crisis económica; de la situación de los medios de comunicación; del comportamiento de ciertos cargos a los que se les va la fuerza por la boca. Y, desde luego, de la importancia que en el periodismo tienen los contadores de historias. Eso sí, me guardo muy bien de recordarle al Consejero el problema de los perros asilvestrados. Ya que no quiero amargarle la existencia a esa hora vaga de mediodía. Con Abdelhakim da gusto charlar. Pues sigue siendo tan buen conversador como buen amigo de sus amigos. Se dice de él que ayuda a muchas personas sin alharacas ni campanas al vuelo. Y yo lo creo a pie juntillas.

Sábado. 17


Me pongo a charlar con un maestro de escuela, de cuya amistad me precio, acerca de cómo hay niños que si tropiezan con un gran profesional de la enseñanza salen adelante, por más que no sean unas lumbreras, y otros que se quedan a mitad de camino en todos los sentidos. Y le cuento la historia de un niño de trece años, de personalidad hipersensible y tímida, que fue tratado con dureza por un profesor durante una clase de matemáticas. La fortuita vinculación entre la asignatura y el aula con la experiencia humillante y atemorizadora le provocó la ansiedad no sólo durante las clases de matemáticas sino también al entrar en el aula aunque el profesor de matemáticas no estuviese allí. Los problemas acabaron derivando en que el pánico del alumno sólo encontraba alivio cuando no iba al colegio. El maestro, cuyo nombre silencio porque así me lo ha pedido, me dice que la enseñanza debería consistir en descubrir las aptitudes de cada niño y explotarlas. Y entonces, paso a contarle lo que un día escribiera Gustavo Martín Garzo en ABC. Según el escritor, “Falucio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños. Y el autor de Cien años de soledad respondió así: “Lo único importante es encontrar el juguete que llevan dentro los niños. Cada niño llevaría uno distinto y todo consistiría en descubrir cuál era y ponerse a jugar con él”. García Márquez había sido un estudiante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues sus juguetes eran las palabras. Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño. Algo así es lo que el padre Bermudo de la Rosa puso de moda en las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia. De lo cual escribí fechas atrás.
 

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