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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 21 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / ANALISIS

Penas “simbólicas” en la Operación Duna
 


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Las penas solicitadas por el Fiscal de la Audiencia Nacional para los imputados de la Operación Duna que instruyera en su día el Juez Garzón, no resultan lo suficientemente disuasorias ni a mi entender guardan relación con la extrema gravedad de los hechos encausados ya que la petición del Ministerio Público tendría que contemplar los quince años que señala el artículo 571.1 para los promotores de la organización terrorista y bajar a los doce años del artículo 571.2 para los componentes del grupo. Penas de ocho a once años están cumpliéndose en las cárceles por delitos que nada tienen que ver con planes sangrientos por parte de individuos que, de ser auténticas las acusaciones y ser culpables, representan un claro peligro para la sociedad.

La presunción de inocencia que consagra el art.24 de la Constitución hace que se requieran pruebas contundentes a la hora de condenar en virtud a una sentencia firme. Aunque eso es bastante relativo, para qué nos vamos a engañar, hasta el punto de que se alzan voces, cada vez con mayor fuerza, suplicando, en imitación a muchos Estados de Norteamérica, la implantación del polígrafo científico para que el inocente cuente con ese derecho si es acusado de un hecho delictivo al que es ajeno.

Pero en el caso de la Operación Duna las pruebas parecen irrefutables y estremece el hecho de que Ceuta haya podido ser en alguna ocasión un punto de España lo suficentemente descontrolado por quienes tienen la obligación ineludible de salvaguardar nuestra seguridad, cómo para haber permitido el nacimiento de un grupúsculo terrorista, porque la radicalización y el fanatismo al igual que tardan en fraguar, sí van dejando un rastro fácilmente reconocible y su detección desde el primer momento no es que sea esencial, sino que en ello nos va la vida. ¿Pero penas de ocho años? ¿Cuanto es eso en cumplimiento efectivo, tres años y los primeros permisos? Bueno, considerando que el preso más peligroso de la España de Rubalcaba y de Conde-Pumpido que ha sido y es Juan Antonio Roca lleva cinco años ininterrumpidos en prisión por vulgares delitos económicos y sometido al durísimo régimen FIES que está reservado a los más peligrosos criminales, resulta que quienes hacían veleidades tramando presuntamente atentados mortales van a cumplir menos que un tipo que hacía trajines económicos. Así de justas son las leyes y así de obtusos los legisladores que son más tontos que hechos por encargo.

Pero lo que sorprende es que, mientras que los zarrapastrosos de ETA y las piojosas turbas del proterrorismo que tantas veces hemos visto desfilar por la “pecera” de la Audiencia Nacional tomaban la táctica de crecerse e insultar al Tribunal, cuando no de amenazar directamente, estos de la Operación Duna parecen menos lanzados y lo niegan todo ¿Y qué ha sido toda la Operación? ¿Un desgraciado malentendido?. Desde luego si se atiende a las penas y al hecho de cuantos años se cumplen de esas penas, parece menos peligroso formar un grupo terrorista para “liberar” Andalucía a hierro y sangre que ser ex-gerente de Urbanismo en el Ayuntamiento de Marbella y me refiero al plano punitivo que es el del castigo que merecen los actos criminales. De hecho si es absolutamente cierta la acusación del Fiscal y ha existido esa situación de peligro real e inminente para los españoles, flaco favor se hace a España permitiendo que unos tpos que nos pretendían “conquistar” queden en libertad en unos años, con el riesgo de que vuelvan a las andadas y no existen aún mecanismos suficientes en las prisiones para delimitar la auténtica peligrosidad social de los internos. No me valen ni el psicólogo, ni el educador, ni el jurista, ni el asistente social, vale un buen dictamen de un par de psiquiatras forenses que certifiquen la auténtica ausencia de factores de riesgo cómo personalidades con rasgos psicopáticos de fanatismo extremo, porque para los que representan un riesgo para la sociedad tiene que haber una respuesta distinta, de ahí la necesidad de reformar las leyes y hacerlo a la voz de “ya”.
 

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