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					La comunidad científica internacional no dejó de considerar 
					la homosexualidad como una enfermedad hasta 1973 y en 1990 
					dejo de ser considerada por la OMS una patología. En España, 
					hasta 1979 se castigó con penas de cárcel a las mujeres y a 
					los hombres homosexuales. En más de medio centenar de países 
					amar a alguien de tu propio sexo continúa siendo un delito, 
					castigado incluso con pena de muerte. Cuando desde los 
					colectivos LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) 
					reclamamos que nuestros derechos se equiparen a los de las 
					personas heterosexuales, solemos ser –aún hoy en día y en un 
					país con una democracia asentada como España- objeto de 
					chiste fácil. “¿Es que acaso hay un orgullo heterosexual?”, 
					es la pregunta más básica que suelen reprocharnos quienes 
					están en contra de que nos manifestemos por la visibilidad. 
					No queremos más derechos que los que tienen adscritos los 
					demás, no buscamos exponernos ni hacer reivindicaciones 
					vanas. Sólo luchamos por ser tratados del mismo modo que una 
					persona heterosexual, en derechos, pero también en 
					consideración social; que nuestra orientación sexual no sea 
					motivo de discriminación, pero tampoco una característica 
					por la que nos señalen.
 
 Como colectivo no ha sido fácil el camino hasta aquí, pero 
					como individuos aún lo ha sido menos. Superados impedimentos 
					legales, muchos nos hemos tenido que enfrentar a familiares 
					y amigos; otros, a muros mentales, a las propias barreras de 
					una determinación que en muchas ocasiones no es fácil ni 
					reconocer ni aceptar. Por eso pedimos apoyo para 
					enfrentarnos a nuestros propios miedos, instamos a que ser 
					heterosexual, lesbiana, gay, transexual o bisexual no sea 
					origen de debate.
 
 Este Miércoles, Ceuta acogerá la primera boda entre dos 
					inmigrantes indocumentadas del mismo sexo. Desde la 
					asociación LGTB „Y a ti qué? no sólo manifestemos nuestra 
					alegría, emoción, respaldo y cariño a Ingrid y a Danielle, 
					sino que, además, convertimos este matrimonio en un símbolo, 
					en ese baluarte que necesitamos para sentirnos más fuertes y 
					más seguros. Que dos mujeres inmigrantes hayan conseguido 
					ser integradas en el colectivo denominado „vulnerables y 
					que, además, puedan decirse„ Sí, quiero ante los ceutíes es 
					señal de que, aunque sea a pequeños pasos, avanzamos. Por 
					ello, este matrimonio debe ser motivo de orgullo para todas 
					las personas, porque este amor nos hace a todos un poquito 
					mejores.
 
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