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OPINIÓN - VIERNES, 34 DE MARZO DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

Escuela de arte y de sueños en Ceuta

Por Nuria de Madariaga


El joyero Carlos Chocrón ya había anunciado hace menos de un mes que la apertura de esta Escuela, señera en Ceuta, era inminente y la Fundación Chocrón-Macías ha sabido poner todos los medios y quintales de ilusión para materializar esta apasionante oportunidad profesional y artística de la que, por el momento, tan sólo podrán disfrutar veintidós alumnos, que no veintidós “desempleados” porque así definido en lugar de hablar de creatividad y expresión artística parece que estamos hablando de inserción laboral como alicatadores (respetando por supuesto la nobleza del oficio de alicatador y el de ensolador) pero es distinto porque para desear ser joyero u orfebre se requiere una vocación que excede a la simple búsqueda de unos conocimientos básicos para lograr acceder a un empleo. Crear es diferente y el arte es algo que se lleva pegado a la dermis y que surge por donde menos se espera.

Aquí no existen igualitarismos forzosos porque al igual que no todos los humanos servimos para ser músicos, cantantes, bailarines o acuarelistas, tampoco todos sirven para este “mester” de connotaciones casi mágicas y prestigio multisecular.

No diré que en la Escuela de Joyería los alumnos se vayan a reciclar en alquimistas que se empeñen en la búsqueda de la piedra filosofal para convertir los metales en el oro telúrico de connotaciones divinas. Pero si diré que lo que van a aprender y lo que presiento que van buscando estos aprendices del oficio es mucho más que aprender a soldar, engarzar o pulir las joyas, labor delicada y minuciosa pero de cierta forma capaz de ser ejercida con una cierta habilidad por quien se empeñe en ello. Sino que irán más allá en el manejo de los metales nobles ¿Joyeros u orfebres? Supongo que mitad y mitad porque los metales se domestican y son moldeables, pero lo esencial es ser capaz de estudiar diseño, empeñarse en el dibujo, adentrarse en las proporciones, manejar con maestría los volúmenes, estudio y práctica y más estudio y más práctica, hasta que el cerebro, ahíto de conocimientos, cambia el “chip” aparece el ramalazo de genialidad y se es capaz de hurtar a la Gran Mente Universal unas pinceladas de creatividad artística que es decir la capacidad de hacer emerger de las manos del aprendiz una expresión de arte y de belleza.

Por ello me parece restar importancia y categoría al sueño de los futuros joyeros el calificarlos genéricamente cómo “desempleados” y hablar de “inserción laboral”. La situación laboral de los artistas es indiferente, tendrán o no tendrán trabajo y cada cual será dueño de su propia experiencia vital, pero el hecho de iniciarse en un oficio milenario que está desde que el hombre es hombre y se colocaba un abalorio de hueso en la nariz, está impregnado de magia, sensibilidad estética y capacidad de crear en estado puro.

El alumno de joyería no maneja tomates sino metales nobles y piedras preciosas, cómo lo hicieran desde siempre y lo siguen haciendo esos orfebres del azabache de la Plaza del Obradoiro con la vista puesta en los peregrinos del Camino. ¿Y los plateros cordobeses? ¿Y las filigranas de oro de las joyas típicas de tantas regiones? ¿Nos ha gustado a los españoles el oro a lo largo de nuestra Historia? Pueden ir a los descendientes de los incas y los aztecas y se lo preguntan, ya verán cómo se ponen hechos basiliscos.

Pero discrepancias aparte una larga tradición artística en el arte de la joyería y la orfebrería sustenta la vocación de los aspirantes de esta Escuela de Arte y de Sueños. ¿Y hay alguien capaz de batir en el tablero de los proyectos poéticos y quiméricos, pero extrañamente realistas a Carlos Chocrón? Difícil lo veo.

Y los más proceloso es que tras este taller casi onírico siga adelante otro proyecto de arte y naturaleza cómo es el jardín botánico hecho de pérgolas, con jardín de mariposas, el baobab del Principito y especies arbóreas , setos de arrayanes, fuentes similares a las del Generalife, proliferación de trepadoras olorosas y plantas aromáticas unos jardines del Buen Retiro en el corazón del Estrecho y surcando los dos mares pero ante la Escuela porque...

La Fundación siempre tomó por realidad el sueño de esta Escuela que comenzó cómo un proyecto ilusionante y a medias factible que acabó siendo auténtica, con muros de ladrillos, bancos de trabajo y capital humano con un aún mayor capital añadido que es el deseo de aprender, la aspiración de ser expertos, la curiosidad ante el reto que se les plantea y la convicción general de que lo conseguirán. ¿Ven a los veintidós? ¿Quien nos dice que alguno no acabará diseñando para Chocrón Joyeros, para Cartier o para Fabergé? ¿Qué les impide ser capaces de lograr un espacio en el “design” de la joyería internacional y acabar en la rue Cambon o en Florencia vendiendo sus diseños? ¿Quien sabe si de ahí surgirá un orefebre capaz de labrar varales para los pasos semanasanteros o un creativo con encargos en el Golfo Pérsico para engalanar a las jequesas? Las ganas y la ilusión están, los instrumentos los tienen, el arte se expande por el Universo, los milagros son algo cotidiano y la Fundación Chocrón-Macías siempre ha sido consciente de ello.
 

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