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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 28 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Fernández Chacón ha sido imputado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuando Francisco Antonio González está pasando por un momento delicado, debido a que quienes queman coches pueden, si no se pone pronto coto a sus tropelías, causar un daño irreparable, se propala que José Fernández Chacón forma parte de quienes han sido imputados en Melilla por seis delitos en el que han dado en llamar el ‘caso del voto por correo’.

Los delitos son de prevaricación por dictar los cargos con poder diversas resoluciones con el fin de adjudicar cientos de puestos de trabajos a personas que no le correspondían. Los hechos se remontan a las elecciones del 2008, año en que el PSOE y coalición por Melilla decidieron unir su suerte en las urnas.

La noticia viene a confirmar que la sombra de Juan José Imbroda es alargada. Y que estará frotándose las manos al comprobar cómo Fernández Chacón, dada su condición de delegado del Gobierno en Melilla, en esa época, tendrá que regresar para defenderse de lo que le atribuyen. Y a mí, la verdad sea dicha, semejante hecho más que sorpresa me ha causado tristeza.

Tristeza, porque Fernández Chacón, que se llevaba a matar con Imbroda, vino aquí dispuesto a que sus relaciones con Juan Vivas fueran todo lo contrario. Es decir, que llegó preparado para hacer de la cohabitación un ejemplo de cómo dos cargos, pertenecientes a distintas siglas, pueden estar a partir un piñón.

Tal es así que nadie puede negar que la amistad entre el presidente de la Ciudad y el delegado del Gobierno fue, durante años, tan íntima cual armoniosa. Amistad que llegó a despertar recelos y envidias entre miembros de ambos partidos. O sea, entre socialistas y populares. Que no acertaban a comprender a cuento de qué venía que Pepe y Juan estuvieran tan unidos.

Cuando yo conversaba con Fernández Chacón, y tocaba hablar de Vivas, lo primero que el delegado del Gobierno decía, para evitar malentendidos, es que Vivas era todo un señor. Un caballero. Y que sabía agradecer cualquier gestión que se hiciera favorable a Ceuta. Y remataba la faena con revolera de mucho fuste: “Además, Juan Vivas es mi amigo”.

A partir de ahí, mediante esa declaración de intenciones, cualquier persona se hubiera guardado muy bien de llevarle la contraria a un delegado del Gobierno que, desde que arribó a la ciudad, lo tuvo muy claro: “Trabajaré junto a Vivas, por el bien de esta tierra, como si ambos perteneciésemos al mismo partido”.

Así que pronto entendí que criticar al presidente de la Ciudad estando presente el delegado del Gobierno eran ganas de meter la pata. De disgustar a la autoridad gubernamental. Y, sobre todo, de ganarse el calificativo de molesto. Sí, ya sé que ustedes querrán saber cómo se comportaba la otra parte, o sea, Juan Vivas. Pues no lo sé. Ya que nunca se me presentó la oportunidad de oírle opinar acerca de qué le parecía José Fernández Chacón como persona. Eso sí, como delegado del Gobierno no me hace ninguna falta el parecer de Vivas. Pues me consta que se entregó de lleno a la causa de Ceuta. Y, por tanto, hizo cuanto estuvo en sus manos para que Vivas no tuviera la menor queja de él.

Lamento que Fernández Chacón haya sido imputado. Pero ser delegado del Gobierno ocasiona problemas mientras se es y, a veces, después de serlo. Por tal motivo, los delegados deben andarse con pies de plomo a la hora de tomar decisiones.
 

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