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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 28 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / PLUMA DE SECANO

Tengo prisa por llegar
 


Manuel Corral
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Tengo prisa por llegar a mi terruño, que me tira como la costura a la bota de vino; tengo prisa por vivir en paz rodeándome de gente que sepa tocar el corazón de las personas; tengo prisa por llegar a buen puerto sabiendo que mi tiempo es escaso como para no perderlo en discutir problemas rancios. Y tengo muchísima prisa por ver a mi gente querida, a la que reservo la energía toda de mi corazón.

Mi alma tiene prisa porque sólo quiere vivir al lado de gente muy humana, que sepa reír de sus errores, que no se considere victoriosa antes de tiempo, que defienda la dignidad de las personas y que desee tan sólo andar por este mundo en paz, ¿es mucho pedir?.

Lo esencial es caminar junto a personas de verdad, con sus valores pero también con sus miedos, y disfrutar de su afecto irreversible, que lo tengo aquí, a mano (gracias Juan Mesa, por tu paciencia y colaboración, ¡eres un monstruo!, dicho sea en el mejor de los sentidos amigo). Esto es lo que hace que la vida valga la pena y no se desperdicie lo que de ella queda.

Al igual que allá tengo quien me espera, que verte bien querida mia siempre es agradable, contar contigo es descubrir que tengo todavía tiempo para amar. Así me siento como un joven que disfruta con su primera conquista. Y puede que la última. Claro está si es que estas líneas llegan a su destino antes que mi ferry al suyo, porque según anda de encabritado este locuelo mar cualquier cosa puede suceder. Y yo con estas pintas y sin bañador, caramba.

Mar al que respeto por supuesto, mas ahora no lo admiro pues no me gusta ir de alcahueta, ya que este furor del Atlántico obedece a que debe de andar pavoneándose ante su amada -¿será la calita de Gibraltar, rumbosa de ella?-, con esa demostración de fuerza con olas de cinco metros, marejada viene vomitona va, olas que rugen por estribor en semejanza al morlaco cuando brama al sentir la puya clavada en el costillar; brumas de película de terror calificado con tres rombitos na más, “¡Eeh, ¿quién coño ha apagado la luz?!”; y vientos huracanados que provocan en el interior del buque la rotura rítmica y acojonadora de los cristales de la vajilla, hecha mil añicos.

En este momento de mi vida quisiera pasar de tantas cosas, pero no puedo por más que lo intento. Quizás sólo me satisfaga la ternura de mi amada, la impagable compañía de mis hijos, a los que adoro, y la siempre grata barra libre de los amigos, que se cuentan con los dedos de una mano. Y bastan.

Ya no tengo tiempo para rodearme de mediocres ni tampoco para estar en círculos donde desfilan egos inflados por oportunistas despreciables, como de igual modo no tolero a los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces para apropiarse de sus puestos de trabajo, de sus logros, talentos y liderazgo. Porque acaso viajo agarrado al salvavidas de mi mentor riéndome de éstos y también pero por lo bajinis, del levante con fuerza cuatro. Buuaarrr.
 

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