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OPINIÓN - SÁBADO, 31 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Caradura
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Juan Luis Aróstegui suele decir, entre quienes no cesan de dorarle la píldora, que ha adquirido más fama gracias a quien le viene criticando desde hace la tira de tiempo. Desde aquel tiempo en el cual nadie osaba llevarle la contraria. Porque le tenían tanto miedo como respeto. Miedo por ser secretario general de CCOO, y respeto porque en aquellos entonces los periodistas de esta tierra no querían complicaciones de ningún tipo.

La fama que dice haber alcanzado Aróstegui puede que le haya proporcionado la posibilidad de ser distinguido cada año como una de las personas más influyentes de la ciudad. Y me da a mí en las pituitarias que esa consideración otorgada por ‘El Mundo’ se la ha ganado por percibir sueldos tan apetitosos que, si se airearan, harían posible que innumerables ciudadanos se hicieran cruces.

Ganar mucha pasta con la que está cayendo nada más que está al alcance de personas influyentes y conocedoras de cómo hacer caja mediante su participación en varios sitios a la vez. Aróstegui lleva ya una eternidad siendo un pluriempleado de lujo. Lo que no entiendo es de dónde saca tiempo para cumplir con todas sus obligaciones profesionales. De manera que a la consideración de influyente no hay más remedio que sumarle la capacidad de trabajo que tiene y también la de comprender y adaptarse a las situaciones, por encima del puro instinto. Es decir, que a ver quién es el guapo que pone en duda su eficacia e inteligencia.

Su bien pensar es el que llevó al pluriempleado a darle coba a Mohamed Alí para aprovecharse de un partido en el cual era más que posible obtener un escaño de concejal que se le negaba y que, de no haber dado ese paso, se le hubiera seguido negando hasta el fin de sus días. Un paso que llevaba consigo la idea fija de convertirse en el líder de Caballas. Otro logro que ha obtenido con el mínimo esfuerzo. No hace falta más que ver los plenos para saber de qué manera Alí ha quedado reducido a actor secundario.

Ante un hombre así, como el secretario general de CCOO, hay que quitarse el sombrero. Ya que no deja de ser un mirlo blanco. Por afanoso, por inteligente, por influyente, por percibir tan buenas soldadas y, según dice él, por haber sido capaz de alcanzar la fama debido a las columnas insidiosas que alguien viene dedicándole.

Pero, dado que todo no se puede tener en esta vida, nuestro gran hombre es maltratado en las urnas, fracasa cuando convoca a los ceutíes a cualquier comparecencia pública, y ha ganado justa fama de ser perdedor. De lo que no debería avergonzarse. Siempre y cuando supiera perder. Pero Aróstegui no sabe.

Así, en cuanto percibe el desafecto que le tienen los habitantes de su ciudad, en cuanto se percata de sus fracasos continuos, pierde los papeles y brama contra todo y contra todos. Y los insultos salen de su boca como dardos envenenados.

Nos llama parásitos, vendidos, desgraciados, racistas, y otras lindezas por el estilo. Y, además, como no quiere entender que su forma de ser lo distancia del pueblo, le achaca sus desgracias políticas “al monopolio informativo del PP en Ceuta pagado con el dinero de todos”.

En fin, que ante semejante actitud, la de Juan Luis Aróstegui, me van a permitir que yo decida tacharle de caradura. Que es lo menos que se le puede decir al líder de Caballas.
 

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