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                     José Luis tiene el día más 
					hablador que nunca, que ya es decir, y se desquita. Cuando 
					él no habla labora que da gusto, aun contando con la 
					fumarola de su sempiterno cigarrillo, Marlboro creo, que 
					como es fumable se la fuma toda prohibición al uso. 
					 
					Arraigado en este brazo de mar desde la primavera pasada, la 
					especialidad de este madriles es dar con la chispa a los 
					motores, como la pluma arranca la risa en la palma de los 
					pinrreles; motores que braman ronroneando como minino en 
					celo tras la caricia acertada y profesional del grandullón 
					que luce pelo tan blanquecino como el de las nieves del 
					Guadarrama, su segunda patria allá.  
					 
					Decía que estas fumarolas de Jose puede que contaminen la 
					atmósfera ya de por sí viciada por los escapes de tanto 
					desvencijado carro venido del país vecino. Son volutas 
					pestilentes del tabacazo de este larguirucho, un compi de la 
					serranía madrileña venido aquí a tierras caballas como 
					tantos otros en busca del penúltimo aliento de la carrera 
					solo que oposita acelerando, acaso aun sin él pretenderlo, 
					al arraigo de caballa de postín. Al tiempo.  
					 
					Si bien este hombretón no va cegado de mujeres, al menos a 
					la vista y de frente, lo fío corto porque entre tener una 
					buena hembra al lado, sintonizando la leche y que encima le 
					apañe carrilladas de alta cocina ganándole el estómago y a 
					la vez el dedo anular, poco o nada se puede hacer. Otro que 
					tal. Y no será el último, bien digo. A disfrutar que la vida 
					son dos días, y uno encima aguantándole al locatis del 
					“jefe” sus fantasías. Que son más que carrilladas, ojú. 
					 
					Jose, que como digo es más generoso con la húmeda que 
					convidando a Riojas con tapitas, suele cantar aquello de “ni 
					soy de aquí ni soy de allá, ni tengo hogar ni porvenir..” 
					Ya. Me lo creo. Como Santo Tomás. Del dicho al hecho hay un 
					trecho. O si no ahí está el Estrecho. Este es su presente, 
					otra cosa será su futuro. Como el de muchos, en el aire.  
					 
					Conocí a José Luis en un verano tórrido, hace casi un lustro 
					de ello, Tánger por testigo, y desde entonces viene a rebufo 
					de este escribidor que acelera a tope dando gas no para que 
					me adelante Jose sino para llegar acariciando la meta, 
					visible en lontananza.  
					 
					Conste que el madriles de cepa salmantina hizo cuatro duros 
					en el país vecino y cinco va a hacer aquí de seguir su 
					camino de ahorrador compulsivo, pues gasta menos que un 
					ciego en ver peliculas. Nada que criticar sin embargo. Su 
					plácida vida discurre entre el trabajo y su amada, que es 
					caballa, la misma que va tejiendo dulcemente la red para que 
					no se le escape el trofeo. 
					 
					Y si, José luis tiene estrella no sólo porque tiene curro, 
					casa, coche, patrimonio, amor -salud se le supone pues con 
					tanta nicotina…-, sino porque es sano y buen mocetón, noble, 
					risueño, al que la suerte le sonríe aquí también como la 
					pilarica maña sonríe a sus devotos. Que son multitud. 
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