PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales

 

 

cultura - LUNES, 16 DE ABRIL DE 2012


José Fernández Ahumada, junto a los arqueólogos . cedida.

reportaje / historia
 

Para no olvidar

El ceutí José Fernández Ahumada participa en un proyecto de reconstrucción de trincheras en Somme (Francia), escenario de una de las batallas más sangrientas de la Primera Guerra Mundial
 

CEUTA
Cristina Rojo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Casi cien años después de que tuviera lugar, la batalla del Somme, que enfrentó a tropas británicas y francesas contra las alemanas durante la Primera Guerra Mundial, sigue presente en la memoria de cientos de personas. En la zona que recorre el río del mismo nombre, al norte de Francia, la organización irlandesa ‘Somme Association’ trabaja desde hace años en la reconstrucción de trincheras y el mantenimiento de un museo dedicado a la memoria del millón de soldados que perdieron la vida allí. José Fernández Ahumada, sargento del Ramix 30 en Ceuta, acaba de visitar la zona como voluntario durante una semana y ha vuelto marcado por una experiencia “que todo el mundo debería conocer”.

“No es que me haya cambiado la vida, pero sí me ha llenado de emociones y me parece que tiene mucho sentido. Ha sido un viaje que me ha dado mucho que pensar”, afirma el joven, seguramente el único voluntario español que ha colaborado en este proyecto hasta la fecha, gracias a la amistad que mantiene desde 2009 con el capitán británico Simon Jenkins, con quien coincidió en el cuartel civil de la OTAN durante su paso por la misión en Afganistán y le invitó personalmente.

Durante su viaje a Francia, Ahumada colaboró junto a los arqueólogos de la asociación en el mantenimiento de las trincheras y la extracción de tierra de las mismas. “Aunque el trabajo físico era duro, ha sido muy fácil encontrar la motivación. Nada más levantarte lo primero que veías delante de tí era el inmenso cementerio con las miles de lápidas recordándote lo que sucedió allí mismo”, recuerda. En el bosque de Thiepval Wood, donde se encuentra el recinto en el que se están abriendo las trincheras al público para que puedan ‘disfrutarlas’, hay ya un museo que recibe visitas periódicas de colegios para que conozcan la historia de la guerra desde cerca. Todo ello es posible gracias a las aportaciones de la ciudadanía, que son quienes mantienen a flote la organización.

A día de hoy, siguen surgiendo de las entrañas de este pedazo de tierra, escenario de una de las batallas más sangrientas de toda el enfrentamiento, fragmentos de miles de historias que, gracias al trabajo de los arqueólogos y voluntarios sigue manteniendo viva la memoria de lo que sucedió.

Ahumada, que durante su colaboración encontró balas tanto francesas como alemanas en las trincheras, e incluso un bote de morfina que todavía mantenía algunas gotas en su interior, recuerda emocionado algunas de las historias que le relató el hombre que cuida del museo. “Ha sido eso que me ha conmovido, el ver que toda esta gente sigue estudiando la historia de los 80.000 desaparecidos, y lo hacen con un inmenso respeto. No importa que fueran alemanes, franceses o ingleses, vi incluso la lápida de un capitán inglés de quien habían escrito, en alemán ‘dedicado a la memoria del valiente capitán”.

“Quien ha recuperado todo esto es la gente”, añade Ahumada, que reconoce sentir cierta vergüenza de que cosas como esta no sucedan en España. “Si la gente de aquí viera esto se daría cuenta de que hay que perdonar, todos los que murieron tanto aquí como en nuestra Guerra Civil merecen el mismo respeto”.
 


Historia de un reencuentro, noventa y ocho años después

El trabajo de los arqueólogos y colaboradores de ‘Somme Association‘ ha permitido que todavía hoy se sigan reuniendo las piezas de familias desestructuras por la I Guerra Mundial. Un ejemplo es el de un militar alemán, de nombre Alfred, cuya placa identificativa fue descubierta en las trincheras por el equipo de colaboradores de la entidad. Al informarse sobre el nombre y los antecedentes de la misma descubrieron que uno de los cuatro hijos que tuvo el hombre todavía estaba vivo, a sus 103 años de edad. Se pusieron en contacto con él para decirle que habían encontrado los restos de su padre, al que éste vio por última vez cuando tenía cinco años. Tres semanas después de aquello, el hijo de Alfred falleció, al fin pudo descansar en paz.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto