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                     Tal y como esta el patio, escribir 
					se ha convertido en un ejercicio peligroso. Tan peligroso 
					como para llorar. Algo que ya afirmó Larra en su día. 
					Y eso que él escribía en la capital de España. De haber 
					escrito en provincia, don Mariano José, seguramente 
					no habría podido destacar por su ironía cruel y una 
					mordacidad que causaba miedo entre quienes se sentían 
					aludidos. Puesto que se lo hubiesen cepillado en un amén. 
					 
					Escribir en sitios pequeños resulta tarea sumamente 
					complicada. Compleja donde las haya. Debido a que cuanto se 
					escribe está sometido a un estudio prejuicioso de provincia. 
					Y ante ello, el opinante se halla a merced de las 
					circunstancias. Negativas para él. Claro está. Y acaba 
					confundido. Hecho un lío. Por no entender que sus pareceres 
					sean motivo de juicios temerarios. En realidad, un dislate. 
					 
					Pues bien, hoy, tras siete días sin decir ni pío, a fin de 
					poner mis ideas en orden, no vaya a ser que el error sea tan 
					contumaz como mío, estoy a punto de contar cosas 
					relacionadas con la actuación del Rey. Por más que a mí me 
					importe un bledo que don Juan Carlos se haya ido a 
					matar elefantes -allá donde el viento da la vuelta-, sino 
					porque yo quisiera que si un día una de mis caderas se 
					quebrara, me atendieran de manera que mi recuperación se 
					produjera con la misma celeridad que la del Monarca. Los 
					tiempos que corren, eso sí, no son los más apropiados para 
					que los poderosos hagan ostentaciones de ningún tipo.  
					 
					Tampoco me faltan ganas de ponerme a contar acerca del 
					asunto que nos ha tenido entretenidos durante los últimos 
					días; es decir, de lo que ha venido ocurriendo en el seno de 
					la Policía Nacional de Ceuta. Siquiera fuera para demostrar 
					que cuanto dije, en su día, ha sido tan cierto como para 
					acabar con el final auspiciado: José Luis Torres sale 
					de naja y es sustituido por Jaime Castellví.  
					 
					Lo que no voy a hacer, de momento, por el mucho respeto que 
					le tengo al organismo policial, es sacar a relucir las 
					luchas intestinas que tanto daño le han causado a Torres y 
					que, de no ponerse fin a éstas, pueden también trastornar el 
					quehacer de Castellví. A quien le deseamos tanta suerte como 
					destreza y valor para remediar los males internos. De los 
					que tanto sabe… Así, pasado un tiempo prudencial, sería 
					absurdo oírle decir que desconocía el tema.  
					 
					También sería conveniente que el delegado del Gobierno, 
					Francisco Antonio González, supiera lo mal que le sienta 
					a la cúpula policial que alguien, más o menos parecido al 
					inspector Gadget , se dirija a sus miembros en plan 
					ordeno y mando. Y, desde luego, estoy dispuesto a jurar, 
					donde haya que jurarlo, que este periódico no tiene culpa 
					alguna de que haya persona deseosa de inmiscuirse en labores 
					que no le corresponden. O bien, si le corresponden, 
					sobreactúa y termina dando el cante. 
					 
					Me agradaría dedicarle unas palabras a Pedro Gordillo, 
					una vez leída su carta, en la cual se pone a disposición de
					Vivas; pero me abstengo de hacerlo antes de hablar 
					con él. 
					 
					En fin, que he vuelto al tajo. Y lo hago invocando a todos 
					mis santos para que esta semana el Madrid, mi equipo desde 
					que vestía yo pantalones cortos, consiga resultados 
					favorables en Munich y en Barcelona. Pues en tiempos de 
					crisis, donde la mala leche es la protagonista principal, 
					uno se agarra al fútbol para no pensar en… todos los muertos 
					de la señora Merkel. 
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