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OPINIÓN - JUEVES, 19 DE ABRIL DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Tomándole el pulso a la calle
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Abril es el mes más cruel de los meses. Según dijo un poeta afamado: T. S. Eliot. En abril, el Rey ha tenido que salir a la palestra diciendo que lo siente mucho. Que se ha equivocado. Y que no volverá a cometer un nuevo desatino. A la fuerza ahorcan. Y el Monarca, cada vez más Borbón, ha dado muestras visibles de tener su prestigio tocado de un ala.

Tocado de un ala está deportivamente, desde hace ya mucho tiempo, el portero del Madrid. Lo de este muchacho es inconcebible: llevan años los periodistas jaleándole sus aciertos y poniendo sus fallos en el debe de sus compañeros. Las malas actuaciones de Iker Casillas han puesto al Madrid al borde del precipicio en la Liga y le ha complicado la continuidad en la Champion Ligue. El mito se va diluyendo como un azucarillo.

Otro que tal anda es Xabi Alonso. Lleva ya la tira de tiempo sesteando por los terrenos de juego. Perdido. Mostrando una lentitud desesperante y luciendo una cintura cuya rigidez parece propiciada por estar revestida de una faja de escayola. ¿Cómo es posible que este futbolista, mediocre a tiempo completo, haya conseguido engatusar a casi toda la España futbolística?

En el día de hoy, miércoles, cuando escribo, la poca gente que hay por la calle -¡cómo se nota la crisis!- sólo habla del mal comportamiento del Rey y de fútbol. En lo tocante al Rey, a mí se me ocurre decir que los Borbones del siglo XVIII fueron proclives a las depresiones y a la locura, y a muchos de ellos les dio por joder a calzón quitado, que es, como alguien dijo, la fijación de los bobos.

De Felipe V, que, además, era extremadamente religioso, escribió su ministro Alberoni: “Sólo necesita un reclinatorio y una mujer”. Otro observador dijo: “Pasa dos veces al día de los brazos de su mujer a los pies de su confesor”. Este freno de la religión, y un cierto sentido de la decencia, hizo que Felipe V y los otros Borbones del siglo XVIII fueran fieles a sus esposas. Menos mal.

Eso sí, a partir de Fernando VII, ya en el siglo XIX, les da por el puterío, por las queridas y las cómicas. Aunque leo que hubo una excepción, pero tan breve que apenas confirma la regla.

Tampoco están para bromas los maestros de escuela. A quienes el ministro de Educación, José Ignacio Wert, está consiguiendo sacar de quicio. De modo que aprovechan cualquier momento para ponerse a largar de él. No se cortan lo más mínimo en vestirlo de limpio. Y a mí, en un momento determinado, se me ocurre recordarles que hubo un tiempo, allá en 1371, en el cual los maestros de instrucción primaria, de acuerdo con las disposiciones del rey Enrique II, gozaban de cuantas gracias y privilegios gozaban los duques y condes, una vez cumplidos cuarenta años de servicio profesional.

Dado que los maestros de escuela, como ya he dicho, no están para bromas, en vista de que les espera tener que trabajar más y con más alumnos, sin percibir nada a cambio, deciden cambiar de tercio y nada mejor para ellos que hablar de Pep Guardiola. El hombre de moda. Ese catalán que habla como un cura siendo un extraordinario entrenador.

Y cuando a mí se me pide parecer al respecto, no se me ocurre otra cosa que decirles a los maestros que hay en la tertulia, que a mí me agradan más las maneras de José Mourinho. Y tardan un amén en ponerme a parir. Los maestros, según he podido apreciar, están que se suben por las paredes. Como para ser niño.
 

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