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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE ABRIL DE 2012

 

OPINIÓN / SNIPER

Protectorado: treinta mil muertos por una causa muerta
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Este año, en el que debería de conmemorarse a dos bandas el Centenario del Protectorado hispano-francés en Marruecos, está discurriendo sin pena ni gloria y, lo que es peor, sin dignidad: treinta mi españoles muertos en Marruecos, ¿para qué?. Salvo algún acto suelto como el organizado esta semana en Ceuta, del 23 a 25 en la sede de la UNED, poco más es lo que hay mientras los Estados español y marroquí guardan un ominoso silencio. Indigno el primero y bochornoso el segundo pues al fin y al cabo, escrito queda de frente y por derecho, la Dinastía Alauí le debe la corona y el mando sobre un Marruecos más o menos unificado, a las tropas francesas y españolas que se batieron contra las insurgentes cabilas amazighs en el Atlas (1934 los franceses) y el Rif (1927 en Bab Taza, los españoles) en el nombre y a mayor gloria del Majzén. Es decir, España y Francia hicieron manu militari y pagando un fuerte precio, el trabajo sucio del Sultán. Recordemos que Mohamed Abdelkrin El Jatabi proclamó su secesionista República del Rif (1921-1926), cuyo recuerdo aun late entre los indómitos habitantes de la región quienes, de cuando en vez, aun sacan a flamear su bandera como a primeros de marzo de este año en Axdir. Y que en el proceso de independencia cristalizado en 1956, si Francia deja en el sur las manos libres a El Glaoui, Pachá de Marrakech y, en el norte, Franco accede a la petición de Abdelkrim desde El Cairo solicitando el permiso de España para desembarca en Alhucemas… la Dinastía Alauí reinante se hubiera quedado con el corredor de Taza (eje Rabat-Mequinés-Fes-Ujda) y poco más.

¿Qué se nos perdió a los españoles en Marruecos….? Si por un lado la dimensión africana de España está firmemente anclada en su geohistoria (desde Ceuta y Melilla a las Canarias), tras la pérdida de los últimos girones del imperio en 1898 (Cuba y Filipinas) a causa, fundamentalmente, de la guerra impuesta por los emergentes Estados Unidos (Melilla La Vieja fue artillada con piezas procedentes de la fábrica de armas de Trubia, en Asturias, por el temor a una invasión yanqui), no estaba el horno para bollos. Tan solo el sentido estratégico de no dejar a Francia únicamente como potencia protectora en Marruecos, apoyados en este caso por Inglaterra, así como al hecho de conseguir un hinterland favorable para nuestras Plazas de Soberanía y ciertos supuestos negocios como el escabroso asunto de las Minas del Rif nos condujeron a inmiscuirnos en los asuntos internos de Marruecos.

Por lo demás, el Protectorado tuvo serias consecuencias en la política interna española: desde encender, en pleno desastre del Barranco del Lobo a los pies del Gurugú (Melilla, 27 julio), los ánimos de las tropas que se negaron a embarcar en Barcelona desencadenándose la Semana Trágica (26 de julio a 2 de agosto de 1909), a la proclamación del Directorio del general Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923 a 28 de enero de 1930) para arrumbar el Expediente del general Picasso tras el Desastre de Annual (verano de 1921) y las eventuales y plausibles responsabilidades de la Corona, acabando finalmente en el envío de las tropas del Ejército de África (Legión y Regulares) para sofocar la primera parte de la Guerra Civil (Revolución “roja” de Octubre en Asturias, 1934) y, más tarde, utilizarlas como fuerzas de choque en el levantamiento “blanco” del 18 de julio de 1936. Para Marruecos, el Protectorado tuvo tres clarísimas consecuencias: primero, unificar más o menos un país que se le había ya escapado al Sultán; segundo, poner los primeros rudimentos del paso de un modo de producción feudal a otro moderno; y en tercer lugar, reforzar y reponer al Sultán en su trono. Lástima que España, quien en su momento había apoyado al Sultán legítimo Mohamed V en contra de Ben Arafa, Sultán títere manejado por Francia entre 1953 y 1955 y que en el mismo Tetuán hizo la vista gorda acogiendo durante años a los nacionalistas marroquíes, no supo aprovechar su honrosa salida para dejar arreglados “flecos” como Ceuta y Melilla o la delimitación de las aguas territoriales, en el Estrecho y Canarias sin ir más lejos.

Una matización jurídica y un detalle histórico: primero, que si bien subyacen en la gestión prácticas coloniales (mucho más acusadas en el Protectorado francés, he visto carteles de la época en los que en cafetines y espacios públicos como playas, se prohibía el paso “a perros y marroquíes”, aspecto repugnante que nunca se dio en la zona bajo control español), jurídicamente y en base al Derecho Internacional así como a los acuerdos firmados con el Sultán un Protectorado tiene fecha de caducidad, no tiene nada que ver con una Colonia.

En segundo lugar, bajo el Protectorado se mantiene la autoridad nominal local. Así, al lado de las fuerzas españolas combatían los efectivos del Sultán, las Tropas Jalifianas, sobre el papel había dos gobiernos paralelos y, en última instancia, la autoridad responsable era el Sultán. Así que, como he comentado públicamente en más de un debate en Marruecos, si algunos marroquíes quieren ahora exigir responsabilidades (asunto de los gases sobre el Rif, por ejemplo) que se las exijan al único mariscal marroquí (y oficial español formado en la Academia de Infantería de Zaragoza), Mohamed Ben Mizzian (fallecido en el hospital General del Aire de Madrid el 1 de mayo de 1975) y por elevación al propio Majzén, al Sultán mismo. Que le pidan cuentas al Rey quien, a fin de cuentas, fue el último beneficiario de la cruenta Guerra del Rif. Más aun: si me apuran, los treinta mil muertos españoles murieron por Su Majestad Xerifiana. ¿A qué viene entonces la utilización torcida y espuria de la historia, conmemorando por ejemplo aun hoy en Annual la “victoria del ejército marroquí sobre los españoles” (testigo fui de la infamia), inflando además las cifras…? Vergüenza ajena: los que derrotaron al desgraciado ejército de paja del general Fernández Silvestre fueron las harkas rifeñas de Abdelkrim, ¡las tropas del Majzén luchaban al lado del ejército español!.

También, hay crímenes sin sangre que no están en el código y puertas adentro conviene hacer algunas duras reflexiones: en primer lugar la ominosa lacra de la figura del “soldado de cuota”, parcialmente aminorada por el Reglamento de 1912, que no evitaba el cumplimiento del servicio pero permitía escoger destino y unidad, “enchufarse”, aun cuando al entender de este escribano del limes seguía siendo vigente la aguda coplilla: “Si te toca te jodes/que te tienes que ir/que tu madre no tiene/dos mil reales pá ti/a la guerra del moro/a que luches por mí”; en segundo lugar el equipamiento y armamento: material inventariado a veces pero inexistente en el frente, comida mala y escasa, fusiles (Máuser) desequilibrados de la guerra de Cuba, municionamiento mínimo, ametralladoras refrigeradas por agua… u orina, pésima e insuficiente preparación militar… Escritores como Ramón J. Sender (“Imán”, Madrid 1930) o Arturo Barea (“The Track”, “La Ruta”, primera edición española en Buenos Aires, 1951), son elocuentes testigos de la tragedia de las tropas españolas en Marruecos, conducidas las más de las veces como indefensas reses al matadero. ¡Mientras que en Europa, tras el fin de la I Guerra Mundial en 1918, había armamento moderno y abundante a precio de saldo!.

Dos últimas cuestiones: ¿qué recuerdo hemos dejado en Marruecos…? En Rabat, Casablanca… además de plazas dedicadas a Francia (que salió de Marruecos con sangre hasta las rodillas, mientras España marchó del norte sin pegar un tiro), hay aun calles con nombres de ilustres militares galos.

En Tetuán, la Blanca Paloma de la Yebala e histórica capital del Protectorado español y de la que, escribiéndoles éstas líneas, gozo de una excelente y colorista panorámica desde mi despacho, solo perviven en la memoria urbana una estrecha calle dedicada a los Regulares de Tetuán nº 1, un modesto callejón en el Ensanche en recuerdo del doctor Duaso y el viejo local (con su nombre original) del Círculo La Unión, fundado en febrero de 1920. ¡Treinta mil muertos…!, ¿y ni una avenida o plaza siquiera en el recuerdo?. Por lo demás, los huesos de nuestros soldados muertos en Annual se estarán revolviendo debajo de la Cruz de Monte Arruit por el nombre dado al acuartelamiento central de Melilla: “Base Alfonso XIII”. ¡Mira que no había nombres apropiados!: Comandante Benítez, Escuadrones de Alcántara... pero, ¡Alfonso XIII!. Hay que joderse… pero no aguantarse. ¡Treinta mil muertos por una causa muerta!. Visto.
 

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