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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE ABRIL DE 2012

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES 16.


Hacía ya un mundo que yo no charlaba con José Antonio Rodríguez. Con quien mantuve muy buenas relaciones durante el tiempo en el cual estuvo como viceconsejero en Turismo. Pero hoy hemos coincidido en sitio donde también se encontraban Manolo González Bolorino y Francisco Torres. Y nos hemos pasado una hora pegando la hebra. Han surgido anécdotas relacionadas con viajes que hicimos juntos a Andalucía. Y, sobre todo, a El Puerto de Santa María. A disfrutar de su Feria de Primavera y Fiesta del Vino Fino. Luego, como no podía ser de otra manera, se ha comentado el momento político que se está viviendo. Sometido a las circunstancias negativas de una economía que nos trae a todos por la calle de la amargura. Al final, como cierre y despedida de nuestro encuentro, se me ha preguntado por cómo le irá al Madrid en Munich y Barcelona. Y he opinado así: no me fío de Casillas ni de Xavi Alonso. Y los tres, es decir, Bolorino, Torres y Rodríguez se han extrañado muchísimo.

Martes. 17


Alberto Gallardo y José María Pasamar conversan en plena calle. Nada más acercarme a ellos me dan la buena noticia: Alberto ha sido intervenido por última vez y está ya en el tramo final de su recuperación. Así que no me cupo más que decir: ¡Albricias! ¡Aleluya! ¡Viva la Pepa! Y así me hubiera pasado toda la mañana, dando muestras de alegría, de no haber estado en la vía pública. En fin, que dejamos a Alberto en su casa, pues todavía anda con molestias, y nos quedamos José María y yo charlando unos minutos más. Tiempo suficiente para recordar que ambos estuvimos años sin dirigirnos la palabra. Sin saber a ciencia cierta qué había motivado semejante distanciamiento. Hasta que un día nos reconciliamos. A partir de entonces, nuestras relaciones volvieron a ser las que nunca debieron interrumpirse. Así, cada vez que nos vemos tratamos de recuperar el tiempo perdido. José María y yo hemos hablado de todo un poco. De la maltrecha economía. De la Asociación Deportiva Ceuta. De periodismo. Y de cómo la práctica deportiva le ha servido a él en todos los aspectos. José María Pasamar, por si ustedes no lo saben, lo mismo corre, que nada, que monta en bicicleta y… bueno, que es un deportista como la copa de un pino.

Miércoles. 18


Mi amistad con Pepe Ríos Pozo viene de lejos. De cuando él frecuentaba el famoso Rincón del Hotel La Muralla. Hace ya la tira de años. Pepe y yo tenemos en común que somos madridistas fetén. En mi caso, desde luego, mi ser madridista no me impide criticar a los jugadores que la prensa madrileña sobrevalora porque sí. Pero hoy, aunque hemos comentado algo de lo ocurrido en el Alianza Arenas de Munich, lo principal de nuestra conversación ha radicado en el premio que le han otorgado a su hija: Carmela Ríos. Enorme periodista a la que yo tuve el placer de entrevistar cuando estaba dando sus primeros pasos en el periodismo de altura. CR, periodista de Noticias Cuatro, ha obtenido el premio Ortega y Gasset al mejor trabajo de periodismo digital por su cobertura en los primeros momentos del 15-M en Madrid a través de Twitter. Un trabajo sensacional, según el jurado. Pepe está exultante. Y sueña ya con que llegue el día 8 de mayo; fecha en la cual su hija, Carmela, recibirá su premio en el Caixaforum de Madrid. Me sumo, pues, a la satisfacción del padre y felicito a la hija.

Jueves. 19


Tomo el aperitivo con Juan Antonio García Ponferrada. Y charlamos, como siempre que nos vemos, de manera distendida. Es lo que ha sucedido hoy. Y cuando llego a casa y me dispongo a contarlo, mi memoria me incita a dar marcha atrás. Y me pone en disposición de recrearme en la primera vez que yo tuve la oportunidad de hablar con García Ponferrada. Iba Juan Antonio con Fernando Jover. Y los dos parecían hacer buenas migas. Aunque, en cuanto abrieron la boca, un día del año 82, resulta que uno se preciaba de seguir las ideas joseantonianas mientras el otro se aferraba a la social democracia. Era cuando en España se hablaba nada más que de política y de lo democrático que éramos todos. Más tarde, asistí al desencuentro entre Fernando y Juan Antonio. Pasados los años, escribí de ese desencuentro sin saber que ya habían hecho las paces. Y ambos me castigaron a comer con ellos para darme las quejas. Pagó Fernando la comida y nos lo pasamos la mar de bien. Como ya no cuela decirles a mis dos queridos amigos que andan a la gresca, con el fin de que procedan a invitarme para deshacer entuertos, sólo me queda comunicarles que estoy dispuesto a sentarme con ellos en el lugar que elijan. Para compartir un rato de charla. Y reírnos un rato. Pues, tal y como está el patio, creo que es la mejor terapia para combatir la mala leche que reina por todos los sitios. Espero noticias.

Viernes. 20

Me llama un amigo y paisano, por la tarde, y resulta que se sorprende cuando le digo que me ha cogido durmiendo la siesta. Y lo primero que se le ocurre decirme es que ahora entiende el motivo por el cual no llevo ya publicado algunos libros sobre lo que me ha tocado vivir. Es decir, que me ha llamado holgazán con suma delicadeza. A este amigo, porque lo es de verdad, no le tomo en cuenta lo dicho ni le contesto con una aspereza seria; pero sí le he respondido que siempre he dado mucha importancia, desde el punto de vista de la salud al dormir. Ya lo decía José Pla, el célebre escritor catalán: “Creo que Dormir es más importante que comer, y que la satisfacción de cualquier necesidad física”. Y hacía la broma: “Esto, claro, no se le puede decir a una señora porque las señoras los quieren, a veces, despiertos. Pero ¿qué vamos a hacer si el ansia de dormir lo vence todo, hasta las inclinaciones que parecen más firmes y tienen una apariencia más granítica?”. En mi caso, cuando duermo las horas necesarias me siento más correcto y más construido. Si duermo poco y en desorden, el malestar físico es evidente y mi carácter se resiente. Se agria un poco. Tampoco es menos cierto que me levanto a prima mañana. Por ello, además de dormir la siesta, en cuanto dan las once de la noche, se me bajan las persianas oculares y no hay espectáculo alguno televisado que sea capaz de mantenerme despierto. Salvo que esté jugando el Madrid. A mi edad es una bendición poder dormir como un lirón. Y cuando me llegue el insomnio, a lo mejor estoy todavía en condiciones de escribir a altas horas de la noche. Mientras tanto, dormir es un disfrute al cual no quiero renunciar.
 

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