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OPINIÓN - MARTES, 24 DE ABRIL DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

El día del libro, el día más hermoso para los niños

Por Nuria de Madariaga


Los niños de las generaciones pasadas podemos considerarnos afortunados porque nuestros juegos, aventuras y diversión, nuestros héroes y villanos, solían aparecer en los tebeos y en los libros. ¿Quien no recuerda en mi generación al Capitán Trueno y a Crispín? ¿Y a Roberto Alcazar ? Por no hablar de las niñas con el universo de Celia de la mano de Elena Fortún.

De hecho hasta la irrupción de consolas, videojuegos y tecnologia, todo era puro ejercicio de la imaginación. ¿Mataron los ordenadores a la magia del papel? Sin duda en parte, pero los libros siguen siendo fundamentales, esenciales para la educación y sobre todo para potenciar cualidades como la capacidad de abstracción, la imaginación y la concentración. ¿Que padre de hoy en día no desea que su hijo sea un buen lector? Y los adultos ¿Podemos comparar la sensación de las hojas y de chuparse el dedo a veces para pasarlas con la frialdad de una pantalla? Es distinto y son mundos distantes.

De ahí el profundo significado de las ferias del libro que son escaparate de diversión y de conocimientos con las últimas novedades editoriales, las lecturas públicas y compartidas de obras, los espectáculos de “cuenta cuentos” como reminiscencia del antiguo mester de juglaría, cuando la tradición se transmitía oralmente en un brutal ejercicio de memoria. ¿Matará también la red de redes la capacidad de memorizar? Porque todo te lo dan hecho, ahorrando el ejercicio mental y el esfuerzo por recordar ¿Acabaremos con la memoria de un tubérculo y asiéndonos al ratón? Para eso prefiero la historia de “La ratita presumida” que es más de mi época y responde más a mis aficiones y a esa sensibilidad de los niños de aquel entonces que prorrumpíamos en un lloro colectivo cuando en la película “Bambi” moría la mamá del cervatillo. Un privilego ir al cine y un privilegio que te regalaran libros de cuentos.

De hecho en alguna entrevista (soy poco amiga) tras la publicación en Planeta de mi libro “Erik el Belga. Por amor al arte” a la hora de la inevitable pregunta sobre cómo despierta el amor por la escritura, siempre tengo que carraspear antes de dar las gracias a quienes considero mis guías y maestros, aquellos que me enseñaron a soñar, a conmoverme, a llenarme de intriga, a ser persona, a imaginar, a rebelarme y a pensar, que son los libros de mi infancia.

Ha pasado medio largo siglo y las circunstancias son bien distintas, pero en mi Rif y tras el Protectorado, las únicas ventanas al mundo a las que podíamos aspirar los niños eran los libros. Solo leyendo se podía “salir de allí” y comprobar que existían otras realidades infinitamente más amables. Pura tecla de “exit” y ya no digamos la fantasía sin límites de la mano del gran iniciado Julio Verne cuando se anticipaba en un par de siglos al presente.

Pero ¿el lector nace o se hace? Tal vez mitad y mitad, el amor por la lectura se inculca desde muy pequeños y dosificando la televisión cómo hacen los cultos y ecologistas padres europeos. Televisión dosificada y cada color de bolsa para reciclar un tipo de basura. Hay mucho de ejemplo y de compromiso de los padres y existe también un componente genético importante porque ¿Se lee para descubrir o se lee para recordar? ¿Se lee para adquirir conocimientos o para despertar conocimientos dormidos? Cómo sea y caben interpretaciones, lo maravilloso es la aventura de leer.
 

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